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Fuentes Bibliográficas
Julio Bañados Espinosa. La Batalla de Rancagua. Sus Antecedentes y sus Consecuencias
Capítulo IV

CAPÍTULO IV
José Miguel Carrera abandona a Concepción y se dirige a Penco.- Medidas que toma el enemigo para aprisionarlo.- Asalto que Lantaño da a José Miguel y Luis Carrera.- Estos jefes patriotas son conducidos a Chillán y encarcelados.- Lo que hay de cierto sobre las estipulaciones celebradas entre O’Higgins y Gaínza sobre los Carrera en los tratados de Lircay.- Fuga de los Carrera de Chillán.- Llegan a Talca en seguida marchan hacia la hacienda de San Miguel.- Lastra ordena la prisión de los Carrera sin poderlo conseguir.- Captura de Luis Carrera.

 

José Miguel Carrera, después de haber entregado el mando del ejército a O’Higgins por haber sido destituido, se quedó todavía en Concepción durante algunos días hasta que por orden superior se vio obligado a dejar el cuartel general a principios de marzo y a dirigirle a Penco acompañado de su hermano Luis y de una pequeña escolta. Se proponía esperar allí una oportunidad para marchar a la capital con seguridad. Los caminos circunvecinos eran recorridos sin cesar por guerrilleros enemigos. Creyó, pues, prudente antes de partir tener noticias exactas sobre la situación de los realistas.

Gaínza tuvo conocimiento, por los numerosos espías que tenía en Concepción y otros puntos, del viaje de José Miguel Carrera y se propuso cruzarlo en el camino y apoderarse de su persona. Al efecto desprendió de su ejército ágiles partidas para que, desparramadas por los bosques y lugares cercanos a las sendas que podía tomar el jefe patriota, diesen mejor cumplimiento a sus planes.

Una de estas guerrillas volantes mandada por Clemente Lantaño, supo que Carrera estaba en Penco. Inmediatamente se propuso asaltar la casa en que, entregado en brazos de absoluta confianza, descansaba con tranquilidad. Al amanecer del 4 de marzo, Lantaño dio el ataque, mató a unos cuantos que quisieron oponerle resistencia y tomó prisioneros a José Miguel y Luis Carrera que fueron llevados a Chillán. Allí fueron reducidos a prisión, se les puso grillos y se les formó un proceso por revolucionarios contra el rey y el orden establecido.

El encarcelamiento de tan distinguidos patriotas fue por demás estricto y cruel hasta que se firmó el tratado de Lircay. Hecha la paz entre los beligerantes, se acordó por una de las cláusulas del tratado que los prisioneros de ambos ejércitos fueran puestos en libertad; pero por un arreglo secreto se convino que los Carrera fueran embarcados en Talcahuano y enviados a Valparaíso a disposición del Supremo Gobierno. El objeto que se perseguía, era mandarlos fuera del país con una honrosa misión diplomática. Era un destierro por demás honorífico para ellos y útil para la patria, dados los servicios que el gran talento de José Miguel podía prestar a la revolución en el extranjero.

Mucho se ha dicho que O’Higgins, en el convenio privado que hizo con Gaínza, había estipulado que los Carrera fueran embarcados con dirección al Perú a fin de ser encerrados en la sobria cárcel del Callao. Esto no se ha probado por nadie y jamás por jamás se ha presentado documento o carta alguna que autorice tal especie infamante. Es una suposición nacida de los odios, resentimientos y animosidades que ardieron durante el período de nuestra revolución y que por felicidad la fría lápida del tiempo ha sepultado en parte. La posteridad, que mira con estoica calma los acontecimientos y pasiones del pasado, que analiza los hechos desde considerable altura e imparcialidad, no puede recoger nada que no esté comprobado de una manera clara y evidente. Ni la duda cabe cuando se trata de un hombre que se ha sacrificado por completo en bien de su país (1).

El acuerdo de enviarlos a Valparaíso no se alcanzó a llevar a cabo. Apenas se celebraron los tratados de Lircay, Gaínza puso a los Carrera en libertad bajo palabra de honor de no moverse de Chillán. Tan distinguidos patriotas creyeron llegado el caso de buscar una puerta de escape, ya que se desplegaba con ellos tanta lenidad y ya que se les exceptuaba de la regla que sobre prisioneros de guerra habíase estipulado en los tratados.

Una noche asistieron a una reunión que daba La Fuente, Intendente del Ejército Español, previo el permiso que solicitaron del Comandante de la plaza de Chillán, Luis Urrejola.

La esposa de La Fuente, doña María Loaisa, que simpatizaba con los Carrera, buscaba una oportunidad para proporcionarles la fuga. Se convino que ésta fuera esa misma noche, para lo cuál la mencionada señora dio a José Miguel dos pistolas y los auxilios que tenía a mano.

Mientras los asistentes a la especie de tertulia se entregan placenteros a los encantos del baile, de la música y de la charla amigable, los Carrera dejan el salón, cruzan las calles de Chillán que estaban silenciosas y envueltas en las sombras de una noche oscura y brumosa, en seguida se lanzan a escape por los alrededores de la ciudad, se unen al teniente Manuel Jordán, al sargento de dragones Pedro López, un artillero y un huaso que les iba a servir de guía, montan apresuradamente sobre caballos preparados con anticipación y corren al campo en busca de un camino que los conduzca a Talca. La noche era nebulosa y el cielo, sin una estrella, se veía cubierto de densos vapores de agua que producían llovizna abundante.

Al anochecer del 14 de mayo se presentaron a la casa que en Talca habitaba O’Higgins. Allí alojaron hasta que a los pocos días se pusieron en marcha a la hacienda de San Miguel, perteneciente a la familia de ellos. Desde este punto, el 19 de mayo, José Miguel envío a Lastra una carta avisándole su llegada.

Esta noticia produjo en los gobernantes de la capital la más honda consternación. Nadie se creyó seguro, porque creían ver asomar la anarquía por doquier.

Lastra, disimulando en parte, contestó a Carrera en los siguientes términos:

“Santiago y mayo 20 de 1814.- Muy señor mío y amigo: Mil atenciones que me rodean han dilatado la respuesta al oficio y carta de U. fecha de ayer. Me son muy sensibles los padecimientos y malos ratos de U., y en realidad han obligado mi consideración, que ofrezco a U., para todo aquello en que no se comprometa la autoridad que ejerzo. B. S. M. su amigo y servidor.

Francisco de la Lastra”.

La alarma siguió en Santiago, los amigos de los Carrera se movían en todas direcciones, en los salones había gran agitación, en los círculos de gobierno se discutían cien proyectos diversos.

Al fin decidieron a Lastra a enviar un piquete de soldados con la orden de apresar a los Carrera. Estos, que por sus amigos tuvieron conocimiento de la persecución que se organizaba en contra de ellos, se ocultaron en los bosques, chozas o quebradas que encontraban a mano para escapar del poder de sus adversarios. Desesperados se pusieron en marcha hacia la cordillera para cruzarla; pero este plan no se pudo realizar por haberlo impedido una tempestad furiosa de nieve que con inusitada violencia se desencadenó cerrando los pasos de los Andes.

Vueltos a San Miguel entablaron relaciones secretas con sus partidarios de la capital, para lo que iban a esta ciudad y se reunían en casa de Pedro Villar, de Manuel Muñoz o de cualquiera otro de sus correligionarios políticos. El piquete mandado por Lastra recorría entre tanto los extramuros de Santiago y aun registraba las casas sospechosas con la esperanza de hallar la tan buscada presa.

Una de las tantas veces que Luis Carrera con la osadía propia de su carácter varonil entró a la capital, fue reconocido y capturado en casa de la señora Ana María Toro por el teniente Blas Reyes.

Como era de esperarse fue reducido a prisión.

 

Notas.

1. El señor Benavente en su Memoria sobre las Primeras Campañas de la Guerra de la Independencia, dice, hablando del tratado de Lircay en lo que se refiere a la libertad de los prisioneros: “sin embargo, en artículos secretos fueron excluidos los Carrera, los que debían ser embarcados en Talcahuano y remitidos a las Casas-matas del Callao: lo que participó O’Higgins al gobierno pidiéndole su aprobación en oficio del mismo día 3”. Francamente sentimos que se hagan cargos de esta trascendencia sin que se acompañe cualquiera clase de prueba aunque más no fuera un indicio o una ligera presunción. En cambio copiamos a continuación notas que demuestran a las claras lo que pensaba O’Higgins. Con fecha 9 de mayo, escribió al Director Supremo la siguiente:

“Entre los tratados celebrados con el general Gaínza se acordó que los prisioneros de una y otra parte debían restituirse a sus destinos; entre los nuestros se hallan los caballeros Carrera que también deben ser comprendidos, y para estos he tratado con el expresado general Gaínza, sean conducidos al puerto de Valparaíso a disposición de V. E., debiendo costearse su trasporte por cuenta del Estado. V. E. podrá ordenarme en este particular lo que mejor convenga a la mayor seguridad del reino, diciéndome lo más que debo obrar en este particular, para hacer a dicho señor Gaínza las prevenciones que V. E. tenga a bien dictarme. Por mi parte ninguna otra cosa puedo determinar con respecto a carecer de las instrucciones de V. E., y para que yo pueda en todo tiempo quedar a cubierto y el país libre de recelos, deseo se tomen en tiempo oportuno las medidas de seguridad que parezcan justas y sean del agrado de V. E. Dios, etc. Talca, marzo 9 de 1814.

Bernardo O’Higgins.

Excmo. Supremo Director del Estado de Chile.

Para que no se dude y para que se vea a toda luz la verdad de lo sucedido, transcribo a continuación la nota que Gaínza envió a O’Higgins dándole cuenta de la fuga de los Carrera y confirmando en todas sus partes las ideas contenidas en el oficio copiado anteriormente:

“Celoso de cumplir exacta y religiosamente, en cuanto alcance nuestro convenio o tratado, dirigí prontamente su orden para poner en libertad los prisioneros de Concepción y Chillán, previniendo al comandante de este segundo punto que lo es don Luis Urrejola, que los Carrera debían embarcarse en Talcahuano para Valparaíso, de lo que debía cuidar. Ahora que son las nueve de la noche, recibo carta de dicho Urrejola, dándome parte de que habiéndole pedido licencia dichos Carrera para hacer una visita a la señora Intendenta, se las concedió bajo palabra de honor; pero a las diez de la noche (ayer) le dieron parte de que se habían escapado después de haberle dicho o pedido permiso para ocurrir a mí en solicitud de licencia para efectuar su viaje por tierra de Santiago.- Avísolo a V. S. sin pérdida de instante para su noticia y gobierno. Dios, etc.- Trancas, 13 de mayo de 1814.

Gabino Gaínza

Señor general don Bernardo O’Higgins”.

No puede haber nada que demuestre de un modo más palpable los sentimientos que sobre los Carrera abrigaba O’Higgins. El señor Benavente habla de una nota del día 3. ¿Dónde está? Y sí existía ¿cómo relacionar esas ideas con las emitidas en la nota de 9 de mayo, seis días después, confirmada por la de Gaínza?