Tengo el gusto de ver confirmado lo que tantas veces dije a V., que por diversas vías nos dirigimos a un propio objeto. Se ha formado en esta capital la Junta preparatoria para poner en práctica la Constitución española; y este solo preliminar ha hecho una sensación digna de observarse por un filósofo o político mejor que yo. El nombre solo de Junta ha resonado en estos oídos sensibles con una armonía inexplicable; la idea de elecciones libres, de funcionarios públicos y depositarios de la confianza del pueblo; la voz ciudadano repetida por cigarreros y cobradores de cofradías, la amovilidad de los empleados, la necesidad de entrar a esta clase por la forzosa puerta de la virtud y el mérito, la circunstancia de que los litigios no se han de terminar a tres mil leguas de distancia por jueces que ignoran hasta la situación geográfica de los ocurrentes, la disminución de las facultades ilimitadas de los semidioses, y sobre todo el permiso por hablar de sus propios intereses y derechos, ha disipado en un momento aquel nublado denso que ocultaba los prestigios con que estaban encadenadas las almas. Es asombrosa la igualdad que empieza a reinar entre los generales, regentes, obispos y grandes señores. Todo, todo nos acerca al feliz estado a que el destino nos conduce. La ilustración, el genio, el clima y la experiencia, van a uniformar estas provincias con las demás del continente de un modo propio de estas ventajas. Luego veremos borrada esta raya dura que hace los contornos de nuestra figuras, y seremos todos unos. Tenga V. paciencia y fe en Dios, y no olvide que este nos proporciona Salutem ex inimicis nostris.