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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Diario de Viaje de Talca a Cádiz en 1783
Capítulo I

I: Paseo desde Talca a la Concepción de Chile; bellas cualidades de un gobernador; suerte de un comerciante; situación de la Concepción y proporciones para un gran comercio; Regreso por Penco a Talca. Viaje a Santiago. Su comercio. Minas. Se recomienda la industria. Anécdota de otro comerciante.

Hallándome en la primavera de la edad, admiraba la suerte de un Coronel irlandés, a quien había confiado el Rey el mando de las armas [1]. Apreciaba yo su reputación y deseaba conocerle de cerca. Con esta mira me trasladé desde la ciudad de Talca, mi país natal, a la Concepción de Chile. Apenas me presenté merecí en su trato tal distinción que frecuentemente me obligaba a visitarle. De esta confianza resultó nuestra íntima amistad, la cual permaneció hasta su muerte acaecida en Lima después de haber obtenido los mayores honores que presenta la carrera militar y política. Su carácter era pensativo y muy reservado. Amaba la sociedad, cuanto le permitía el decoro y la subordinación, que celaba en extremo. Con tan bellas cualidades se hacía amar y respetar al mismo tiempo.

Inmediato a la Concepción sigue su curso el río Biobío que divide el estado Araucano del territorio español. El cacique Ayllapán hacía correrías en las fronteras. El Gobernador le reconvino sobre la infracción de los tratados, amenazándole que, si no se contenía, castigaría sus insultos. El cacique orgulloso le respondió que él era Rey, que era Obispo, y que no tenía obligación de dar cuenta de sus acciones: que hiciese lo que quisiere. El Jefe, con este motivo, reunió 300 hombres, y le asaltó de sorpresa, en su propio país, quitándole la vida. Este hecho infundió tal terror en los cuatro Butalmapus, que comprenden aquella célebre república, que no han faltado hasta ahora a la fidelidad al Rey. La Corte aprobó la conducta del Gobernador, cuyos oficios dejaba cuidadosamente sobre la mesa de la secretaría para inteligencia del público. Yo presencié las visitas que   en diversas ocasiones le hicieron algunos caciques. Estos le repetían con mucha formalidad las protestas de su sincera amistad, y el Jefe manifestándoles con mucho decoro su estimación, les encargaba la observancia de los tratados, añadiendo, “que si alguno fuese osado a contrariarlos, tomaría la misma resolución que había ejecutado contra el rebelde Ayllapán”. Celebró con los Indios dos parlamentos generales en diversas épocas, manteniendo el orden, y poniendo freno a cualquiera inquietud que intentase perturbar la buena armonía, establecida entre ambas naciones [2].

En 1782, con motivo de la guerra con Inglaterra, se hallaba surta en el Puerto de Talcahuano la escuadra española, al mando de don Antonio Vacaro; No sólo el general y comandantes de los buques, sino todos los oficiales contaban con su mesa, la cual igualmente franqueaba a particulares de alguna recomendación.

Un día, entre los comensales, se presentó un hombre de poncho, que allí llaman huaso. Previendo el Jefe que tal vez nos parecería, por su ropa, poco decente, profirió, dirigiéndose a nosotros, estas expresiones: el señor fue mi compañero armas haciéndose honor contra los araucanos el año de 70. ¡Qué política tan útil para los que mandan, y cuán fácil para honrarse a sí mismos y a los que se han distinguido! Su mesa era frugal, y sin embargo, apenas le alcanzaba el sueldo, a pesar de lo barato del país, para estas atenciones, como le oí quejarse algunas veces.

En esta época arribaron a la Concepción Mr. Dombey, Ruiz, y Pavón; botánicos; el primero francés y los otros españoles, los cuales tuvieron muy buena acogida.

Al célebre aunque desgraciado viajero, Mr. de la Perouse, le obsequió el Gobernador en tales términos, que este sabio marino honra su memoria en la relación de su viaje.

No hay para qué detenerse en la amable acogida que dio a los señores Malaspina y Álava cuando se presentaron en Chile en sus diversas expediciones. Por incidencia daremos más adelante otras noticias de las miles disposiciones con que honró su gobierno cuando tuvo el mando general de aquel reino

En el comercio había un sujeto que trasladado de Vizcaya se había adquirido gran caudal en pocos años. En este país naciente, de pocas relaciones, parecía un fenómeno la tal fortuna. Tuve un gusto de tratarle con intimidad para penetrar sus ideas. Encontré, pues, un hombre de  buen juicio dedicado enteramente a sus especulaciones mercantiles.  Su conducta, por consiguiente, era muy laboriosa y económica. Refería que en 1770 lo había enviado un tío suyo desde Lima a la Concepción, con una corta factura. En aquella época era la guerra con los araucanos. El cuartel general se  hallaba en esta ciudad, en donde abundaba el dinero y escaseaban los efectos. Logró vender sus mercaderías, duplicando el capital. Luego volvió a Lima a proporcionarse nuevos surtidos con más inteligencia. No pasó mucho tiempo sin que fletase embarcaciones para conducirlos desde el Callao, pues las cortas relaciones entre ambos puertos escaseaban las ocasiones para las importaciones y exportaciones. Después compró un buque con el cual daba todo el impulso a su comercio. En Concepción distribuía el dinero entre los cosecheros de trigo, transportando estos granos a Lima, desde donde sacaba en retorno azúcar y otros efectos. A mano se sembraba en las inmediaciones de Concepción más que lo preciso para su consumo. Viendo el buen despacho que tenían sus trigos en Lima, trató de darles más estimación con el aumento de la fanega. Influyó en el Cabildo para que se arreglase la medida un 8 1/3% [3] más que la común, con la mira de traerse la preferencia. El pensamiento le salió bien. El trigo de la Concepción es en Lima más estimado por esta ventaja. En el año de 1782, que  yo estuve en Concepción, ya tenía este individuo tres fragatas en continuos viajes en la carrera de Talcahuano al Callao. A él se debía el fomento de la agricultura de la provincia, bien que para sí había sacado el mayor provecho, pues se decía que había juntado un caudal de cuatrocientos mil pesos [4]. No faltaban otros que ponían su esmero en seguir las mismas huellas, pero el primero se aventajaba a todos con su gran capital y vastas relaciones que había adquirido en este giro.

La situación de la Concepción en 36 grados de latitud Sur, con el hermoso puerto de Talcahuano dos leguas distante, y es susceptible de mucho aumento en la agricultura, y de un gran comercio. La mar abunda de pescados, y de toda clase de cetáceos. Su benigno clima (aunque diametralmente opuesto) tiene muchísima analogía con el de Cádiz en igual latitud Norte. Las uvas allí son exquisitas y abundantes, y de consiguiente sus vinos son muy celebrados, aunque no han llegado todavía a la perfección en el modo de hacer las vendimias y en el manejo del mosto. Conforme se vayan mejorando y aumentando las plantaciones, tomarán más incremento sus relaciones que pueden extenderse no sólo hasta Lima, sino por toda la prolongadísima costa hasta California. En fines del siglo pasado, dirigió un hermano mío en compañía con don Pablo Hurtado, una fragata cargada con frutos de este país, la cual fue apresada por un corsario inglés a la entrada del puerto de Acapulco. Su maestre me escribió desde México que si no hubiera sido por esta desgracia, se hubiera duplicado el valor del cargamento por la estimación que tenían los frutos en aquellas partes.

Regresamos por Penco, que dista cuatro leguas de Concepción, para ver sus ruinas. Nos hospedamos en un molino harinero que domina la mar. Por la madrugada correspondía la baja mar; Horrorizaba la hondonada que causaba la vaciante. Más de mil gaviotas se avanzaban a comer la multitud de peces que se descubrían.

Las ruinas de Penco se observan en la ribera de la mar a la entrada de la gran rada que forma la ensenada. El puerto de Talcahuano está situado en lo interior de la bahía. A mediados del siglo 18, de resultas de un terremoto, se elevaron las aguas inundando la ciudad de Penco en términos de quedar destruida. Las iglesias y casas se observaban sin techos ni bóvedas superiores, pero las paredes de ladrillo se conservaban en bastante altura, y las calles se manifestaban claramente. Aun está en uso el castillo que la cubría. Sus habitantes se trasladaron algunos años después desde Penco a la Concepción, situada en un arenal denominado Mocha [5].

Continuando el camino, a pocas jornadas, pasamos el copioso río Itata en una balsa, que podía servir de recuerdo de las primeras que se construyeron en el mundo. Unos, palos atravesados sobre otros, malamente atados, hacían todo el artificio.

Llegamos al caudaloso Maule, que dista unas 60 leguas al norte de Concepción. Lo pasamos en barco calafateado, con sus remos, hecho en regla. Desde este punto a su desembocadura se calculan 30 leguas. Parece que sería útil la fundación de una villa en la parte septentrional que domina al río. Este convendría hacerlo navegable, reduciendo su cauce en algunas partes, hasta la mar. En este caso, la nueva población se daría la mano con la ciudad de Talca, que le está inmediata, para su comercio. Los ríos de está clase proporcionan grandes bienes a las poblaciones por la exportación de sus frutos, e importación de los artículos que necesitan. En Europa, las ciudades más opulentas están colocadas sobre las márgenes de los más grandes ríos. Roma, París y Londres, dan testimonio de esta verdad.

Penetrados mis hermanos del beneficio que resultaría a la provincia y a las limítrofes de establecer un puerto en la boca de Maule, han expedido cuantiosas sumas en las construcciones de buques de varias clases para emprender el giro de Lima y de los puertos intermedios, teniendo la desgracia de no haber logrado el efecto que se deseaba. Una fragata se perdió a la salida del puerto y otros bergantines fueron apresados. En todo puerto nuevo se carece de los auxilios para la fácil expedición de las embarcaciones. La guerra también es un obstáculo para las empresas marítimas. Tal vez en tiempos más tranquilos se verificara tan benéfico proyecto. En su distrito abundan las maderas de construcción. La sal, las papas, los granos, toda clase de frutas, y los ganados vacunos, lanar, mular y caballar son muy comunes en esta provincia. En sus montes se encuentran no pocas minas de oro, y en los arroyos que descienden de ellos, se ocupan muchas gentes en recoger el oro en polvo, lavando las arenas. Así como aquel metal, por ser más pesado, se queda atrás en la batea [6], así lo separan con prolijidad de la arena, de que sacan un buen jornal. Por la parte de la cordillera de los Andes,  hacia el Huaico, se conducía a Talca, en sacos de cuero, un carbón de piedra tan jugoso que lo destinaban para alquitrán, o brea. Al presente que el gas carbónico que produce merece la mayor estimación en la Europa, para la navegación en los barcos de vapor, debe tenerla también en Chile si se llega a emplear en el mismo destino, prescindiendo del uso que se pueda hacer en las luces o iluminaciones.

Desde Talca a la ciudad de Santiago, capital del reino, se calculan ochenta leguas. El camino, por la mayor parte, es ameno v divertido. Abunda la caza de volátiles. En muchos momentos hice uso de la escopeta. La hospitalidad de estas gentes es admirable. En todas partes me recibían con el mayor agrado. Jamás, ni en la más humilde choza, me admitieron algún dinero en recompensa de sus liberalidades. Solamente recibían, a mis instancias, un poco de yerba del Paraguay, y de azúcar, para el  uso del mate, especie de té, a que están acostumbrados.

La silla del gobierno había dado a esta hermosa ciudad su engrandecimiento. Tenía todos los tribunales y establecimientos respectivos a la primera capital del reino. En ella se hallaba también reconcentrado su comercio. Según el cómputo que se hacía en aquella época, el tráfico interior de todos los partidos con la Capital en sus diversas producciones, se calculaba en un millón de pesos; el que tenía con Lima, en trigos, cebos y frutos del país, en setecientos mil pesos; el comercio con España ya directamente, como por la vía de Buenos Aires, en un millón y doscientos mil pesos; y el que se empleaba en Buenos Aires en la yerba del Paraguay, trescientos mil pesos. Por manera que todo el comercio de aquel reino se computaba en tres millones doscientos mil pesos. Las minas de oro producían al año un millón de pesos. Las de plata unos doscientos mil pesos. El cobre que se sacaba de las minas de Coquimbo, Copiapó y Huasco se calculaba en 16 mil quintales. La riqueza de Chile tomaría más incremento si se pusiese en movimiento su descuidada industria. Abunda de lanas y de cáñamo. El lino se produce de excelente calidad. ¿Cuánto beneficio recibiría la población con la fabricación de estos tejidos? Es fácil calcularlo. La seda también debe ser muy adaptable a Chile por su benigno clima. El gusano que la produce ha peregrinado del Asia a la Europa, será trasladado con el tiempo a la América meridional [7].

Por lo que toca a las cosas más singulares de este reino se puede registrar la Historia Natural y Civil de Chile, escrita por el Abate Molina, 2 tomos en 4º.

Antes de dejar a Chile, apuntaremos esta anécdota. Entre los comerciantes de Santiago, había uno que, por su vasto giro y muchas relaciones, llamaba mi atención. Era americano, natural de Guatemala, el que se había trasladado niño y acompañando en sus viajes a un religioso que hacía de capellán en un buque que traficaba de Lima a Chile. Instruido en los artículos que se conducían de uno a otro país, pensó en arreglar una pequeña pacotilla. El capellán le dio cincuenta duros, primer honorario de su trabajo. Estos los empleó en Lima en chancaca (que son las heces de la azúcar), la cual vendía en Chile, comprando con su producto frutas secas y en conserva, que despachaba en Lima con bastante utilidad. Así fue adquiriendo dinero y crédito al mismo tiempo. Cuando adelantó su capital, emprendió compras de azúcar de entidad, y de otros efectos que conducía a Chile, retornando a Lima los efectos de más consumo. Después estableció su casa en Santiago, dando atención a su comercio en lo interior del reino, y abrazando el de Buenos Aires que él surtía de la yerba del Paraguay. Últimamente adoptó el giro de España, el cual le proporcionó grandes ventajas. Esto manifiesta cómo la sabia Providencia favorece a los genios aplicados. Era hombre muy laborioso y de tino particular para sus empresas. Cuando falleció, dejó un caudal de quinientos mil pesos y una buena memoria en el concepto general de aquellas gentes por su honradez y generosidad. Nos tratamos con la mayor estimación y confianza. Nuestra correspondencia, en que se mezclaron intereses de mucha consecuencia, se conservó hasta el fin de su vida.

 

Notas:

1. Los reyes de España han concedido a los irlandeses el privilegio de españoles. Este jefe comenzó la carrera militar en edad de 40 años, después de haber sido desgraciado en el comercio y murió de Teniente General después de haber obtenido el Virreinato de Lima. Volver.

2. Los araucanos que siempre se han manifestado fieles a los tratados, conservan eternamente los papeles que se les entregan. En las inquietudes que han habido últimamente, los insurgentes han procurado ganarlos a su partido, pero ellos no sólo se han desdeñado de oírlos, sino que les han acometido diversas veces, y ha sido tal el entusiasmo, que cuando les tomaron en fuerte de San pedro, hicieron quitar los ladrillos del pavimento, por no pisar las losas que habían pisado los traidores a su Rey. En los diarios se repite con admiración que se debe más a estos indios que a los mismos españoles. Volver.

3. 13% según el primer borrador. Volver.

4. Cuando falleció, ya entrado el presente siglo, se le calculaba doble capital. Volver.

5. En una nota a un pasaje del Compendio de la historia civil de Chile, del Abate Molina (pág. 50) dice Cruz y Bahamonde lo siguiente refiriéndose a Concepción: “Esta ciudad se arruinó con los terremotos y salidas de mar que padeció en 8 de julio de 1730, y 24 de mayo de 1751. Con este motivo se trasladaron sus habitantes, en 24 de noviembre de 1764, al valle llamado Mocha, distante tres leguas de Penco, al sur entre los ríos Andalién y Biobío, donde fundaron la nueva Concepción. El puerto se estableció en el centro que forma la ensenada, nombrado Talcahuano, dos leguas poco más al poniente de la Mocha, cuya situación, por lo bajo del terreno, no parece que está muy a cubierto de las inundaciones en caso de temblores. En Penco sólo ha quedado una fortaleza”. Volver.

6. Muchos usan la mitad de una batea que llaman Porteña, para lavar la arena y extraer el oro. Volver.

7. Hace muchos años que fue traslado a Nueva España. Volver.