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La Aurora de Chile
Número 36. Jueves 15 de Octubre de 1812 Tomo I.
Especies finas. Extracto de Milton. Inserta texto de John Milton referente a la República como sistema político.

Advertencia.

Este hombre célebre nació en Londres en 1608. Todos saben que es uno de los genios más bellos que producido la Inglaterra, y uno de los mayores defensores de la libertad que ha conocido el mundo. Después de haber recorrido la Francia y la Italia, determinaba pasar a Sicilia y a la Grecia, cuando supo que el fuego de las guerras civiles había prendido en su patria y que se armaban sus conciudadanos por la causa de la libertad. En coyuntura tan crítica le pareció su ausencia una verdadera deserción. Volvió pues a Inglaterra en el momento que el infeliz Carlos I acababa de intentar infructuosamente una segunda expedición contra Escocia. Con todo, nuestro filósofo no entró en facción alguna. Creyó servir a su patria más útilmente ilustrándola. Él es uno de los grandes hombres a quienes debe la Inglaterra la libertad de la opinión, la libertad doméstica y la civil. En fin, después que en medio de los acontecimientos memorables de aquellos tiempos salieron muchas obras importantes de su pluma fecunda, después de que en el seno de las facciones, en el estruendo de las discordias y los vaivenes de la libertad, compuso aquel eterno monumento de su genio, aquel poema sublime cuyo plan concibió en Italia. Advirtiendo que muerto Cromwell se inclinaban los ingleses a llamar al trono al hijo de Carlos I, publicó con valor heroico una obra en que presentaba un plan de República, y se esforzaba en manifestar a sus paisanos cuán peligroso, nocivo, e indecente era el proyecto de restablecer el antiguo sistema. Su extracto es el que se presenta.

"Ya que estáis decididos a que volvamos a ser esclavos, a lo menos aprovechémonos del corto tiempo que nos resta para despedirnos de la libertad.

Dentro de pocos días seremos el oprobio de los pueblos libres, y el ludibrio [1] de los que no lo son. ¿Dónde está, dirán los extranjeros, aquella nueva Roma? ¿En que ha parado el edificio famoso de la libertad que edificaban los ingleses con tanto estruendo?  Apenas pusieron sus cimientos, cuando se envolvieron en tal confusión (no de lenguas, sino de facciones e intereses opuestos) que la de Babel era nada en comparación suya. ¿Qué han hecho de útil y memorable? ¿Qué han adelantado en tanto tiempo? Sólo han tenido acierto, sólo han trabajado en hacerse para siempre ridículos a los ojos de toda la Europa... En efecto, ¿qué falta para cubrirnos de ignominia? Para convencernos, no tenemos que hacer más que echar la vista a nuestros vecinos, esos generosos Bátabos, [quienes] colocados en circunstancias infinitamente menos favorables que las nuestras, y privados de casi todas nuestras ventajas, formaron el mismo proyecto que nosotros. ¡Y bien! ya su suerte es segura. Ellos forman una república feliz y floreciente. ¡Ellos son libres! ¡Que espectáculo tan ejemplar y tan grande! Del fondo de sus pantanos se elevan ciudades soberbias. Han encadenado, han superado al elemento indomable; prospera la industria, abundan las riquezas en unas regiones conocidas antes por su extrema miseria; el aliento divino y creador de la libertad esparce la vida y la abundancia por todas partes, y por medio de un comercio muy activo y muy útil, conduce de los puntos mas lejanos a aquellos estériles países todos los frutos, todas las comodidades, todos los placeres. El pabellón holandés tremola en todos los mares con terror y daño de su antigua opresora, la España, potencia tan inconsiderada como opulenta, siempre débil en medio de todos los recursos.

¡Cuánto tendremos que arrepentirnos, cuántos remordimientos nos aguardan, cuando por el establecimiento de la monarquía todos los males que hemos sufrido vuelvan a agravarse sobre nosotros! En un país libre los ciudadanos más distinguidos abandonan sus propios negocios, olvidan sus propios intereses por los de la nación; ellos son oficiales del pueblo, y le hacen a sus propias expensas los servicios más generosos. Con todo ello no elevan su soberbia cabeza sobre sus hermanos; viven con sobriedad en sus familias pacíficas, donde reina[n] la sencillez y las virtudes domésticas: andan por las calles como los demás hombres, cualquiera puede hablarlos, tratar con ellos con libertad, familiaridad, amistad. ¿Y sucederá lo mismo si tenemos un rey? No, paisanos míos. Será preciso adorarlo como a un Semidios, no sólo a él, sino a los más viles personajes de su corte.

Los individuos de ambos sexos que la compondrán, serán corrompidos por el lujo, la disolución y por las ocupaciones serviles, que por ejercerse en el Real Palacio, se juzgarán honrosas. Tendremos una reina que no costará poco a la nación; será extranjera y afecta a disipar tesoros. Tendremos una real familia, que solo servirá para multiplicar la tropa de esclavos, y la nobleza áulica, cuyos hijos inútiles a la patria, pondrán toda su gloria en servir en la corte los oficios más abyectos. Sin embargo, estos pretendidos nobles se harán más orgullosos al paso que estén más envilecidos. Las contribuciones, sin ser jamás de utilidad alguna para nosotros, pagadas como el tributo deshonrante de nuestra servidumbre, sólo servirán para el alimento de vicios y de pasiones, y para fortalecer más y más la fuerza que ha de oprimirnos. Se verá entonces el contraste horrible de la grandeza y la mendicidad; las profesiones más escandalosas en medio de la miseria del pueblo. ¡Cuánto extrañaremos entonces estos dulces momentos de libertad! Ellos se recordarán con dolor y complacencia, y serán, como la memoria de las alegrías pasadas, agradables y tristes al ánimo".

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[1] Escarnio (N del E).
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