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La Aurora de Chile
Número 34. Jueves 1º de Octubre de 1812. Tomo I.
Continuación del Artículo Comunicado del Número Precedente [15]. Conclusión del texto referido a la opinión pública, por Antonio José de Irisarri (Véase Tomo I, Nº 33, Jueves 28 de Septiembre de 1812).

¿Qué puede interesar a los pueblos que sean uno o veinte los gobernadores? ¿Qué utilidad percibirán de que se llame el gobierno J o H ni el gobernador Pedro o Francisco? Lo único que buscan, y lo único que les interesa, es que se les gobierne con sabiduría y con beneficencia. Todo lo demás ni lo entienden ahora, ni lo entenderán jamás, como tampoco ha habido pueblo alguno en el mundo que lo entienda, por que nada tiene que entender. Si hubiese alguno tan necio que dude de estas verdades, abra las páginas de la historia y vea si el hombre en algún día se ha sacrificado por otra cosa que no sea su felicidad. Observe que aquellos pueblos que han dejado el modelo de una heroica defensa, de unos nobles sacrificios, de un increíble entusiasmo, no lo hubieran hecho si el enemigo, en vez de desgracias, les trajese aumento de comodidades y riquezas; y advierta que los más célebres y los más heroicos países, han sido aquellos en donde el gobierno ha favorecido más la seguridad individual y el mérito de las virtudes. Los nombres de Arístides, de Pericles, de Alcibíades, de Temístocles, de Cimón, de Sócrates, de Foción, y otros muchos, no hubieran hecho la historia de Grecia tan famosa, si un Solón, héroe inmortal, no hubiera sabido formar la opinión pública de Atenas a costa de una corona [a la] que renunció voluntariamente, y a costa también de mil privaciones, de que son capaces solamente los hombres inmortales. La Rusia sería hoy un país oscuro y bárbaro si Pedro I y Catalina II no hubiesen empleado sus desvelos en el grande objeto de civilizar su país; y esta mujer angelical abolió en sus estados la pena de muerte para hacer ver al mundo la filosofía de que es capaz el sexo femenino, al mismo tiempo que infundía la dulzura en los feroces corazones de sus vasallos. La España no hubiera hecho el esfuerzo heroico y casi increíble contra el poder formidable de Francia, si los pueblos mismos no hubiesen formado sus gobiernos con el objeto de sacudir para siempre el yugo oneroso del despotismo; y en una palabra, nada se habría hecho en el mundo en los siete mil años que cuenta, si en cada cosa no se hubiera encontrado alguna conveniencia.

Esto supuesto, convengamos en que no habrá jamas opinión en favor de un gobierno que no es benéfico a los pueblos, y pasemos a decir lo que más urge para acreditar la beneficencia. Siendo la seguridad individual, la libertad civil y el derecho de propiedad, los lazos que nos unen a todos los hombres en sociedad, es preciso que el gobierno los respete como la cosa más sagrada que hay para el hombre moral; y como hasta ahora no tenemos un reglamento justo y equitativo que nos ponga a cubierto de la arbitrariedad de los jueces, debe formarse si se quiere conseguir la opinión pública. El hombre nació libre para pensar, hablar, escribir y obrar según las reglas de la sana moral, y por tanto la sociedad no puede ser un verdugo que con el azote esté continuamente imponiendo silencio a los hombres, ni llevándolos a sus antojos por donde no quisieran ir. La seguridad la anhelan las fieras de los bosques; ¡con cuanta más razón el hombre de carácter dulce y de corazón sensible! La propiedad es una consecuencia de la libertad y de la seguridad; y todas tres cosas son dependientes e inseparables. No ha habido hasta hoy un tirano tan descarado que no haga el papel de respetar estos derechos; pero por fortuna tampoco ha habido un pueblo tan rudo, que deje de conocer si corresponden las obras con las palabras.

¿Qué cuesta formar todas estas instituciones por el modelo de los países ilustrados? ¿Qué cuesta establecer varias sociedades de hombres de letras, que mediten proyectos útiles a la agricultura, al comercio y a las artes? ¿Y qué menos se puede exigir de un gobierno que sólo se formó con este objeto?

Ya hemos visto varias veces que nuestros magistrados se han inclinado a hacer todas estas bellas instituciones, pero por desgracia aún no ha llegado el día feliz en que las veamos ejecutadas, y contemos con la opinión general en favor de nuestro sistema. ¡Oh, vosotros hombres felices, que tenéis en vuestras manos la suerte de mil pueblos! Ellos y sus generaciones venideras derramarán sobre vuestras tumbas, si sois benéficos, las lágrimas que exigirá vuestra memoria, y las flores que os rinda en homenaje el agradecimiento. Y vosotros patriotas de Chile, oíd  las voces de un conciudadano: El hombre que estando en disposición de labrarse un renombre eterno, se contenta con las comodidades de una vida de cuatro días, no tiene más pasiones que un asno estúpido; mas aquel que anhela a merecer la fama póstuma, ese es el sólo acreedor a la atención de los mortales, a los elogios y la memoria de los siglos. Así lo siente.

Antonio José de Irisarri.

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[15] (Nota en el título). Véase tomo I, Número 33, Jueves 24 de Septiembre de 1812 (N del E).