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La Aurora de Chile
Número 32. Jueves 17 de Septiembre de 1812. Tomo I.
Sin título ["Algunos creen que la gran causa americana..."]. Comentario relativo a las verdaderas riquezas de la causa revolucionaria.

Algunos creen que la gran causa americana no puede sostenerse en todas partes sin grandes riquezas. ¡Absurdo! el pabellón de la libertad se eleva sobre el patriotismo, y se sostiene por la resolución heroica de los hombres entusiasmados, y por las virtudes fuertes y republicanas. Un pueblo, a quien dio la naturaleza campos fecundos, será libre si goza de una administración prudente, vigorosa y amable, y de ciudadanos fieles, interesados en su defensa. Los gobiernos duran siglos bajo la influencia de la sabiduría y del amor de la patria. Los errores de la administración, la corrupción de las cortes, y de todas las clases, precedieron siempre a la ruina de los estados. No se necesitaba de todo el talento de Polibio para haber anunciado la próxima disolución y trastorno de la monarquía española, aunque poseía los tesoros del mundo. Las naciones ricas fueron presa de los pueblos pobres, que aunque no tenían oro, tenían hierro para vencerlas. Parece que la libertad, lo mismo que la moderación y la justicia, huye de los pueblos opulentos; y si se desenvuelven los principios de una revolución en estos domicilios del lujo, ¡cuán violentas son sus convulsiones, y cuán llenas de atrocidades y de incertidumbre! No hay libertad sin virtudes; y éstas son muy raras en medio de las riquezas, circuladas siempre de la extrema miseria, del lujo, del ocio, del robo, la usura, y todos los crímenes. Es casi imposible hacer libres a  unos hombres sepultados en el ocio, en los placeres, en la disipación, y cuya fantasía viciada solo se ocupa en formarse necesidades quiméricas. Este género de revoluciones exigen a las veces costosos sacrificios; pero estos son asombrosos donde hay celo patrio y amor público, y siempre suficientes bajo un gobierno amable y económico. En general, no tiene que temer a sus amigos una nación bien gobernada, cuyos campos se cultivan con esmero, y en la que se aprecian y fomentan las ciencias, las artes, el amor de la patria y la integridad. La verdadera riqueza de un Estado, su verdadera fuerza, consiste en la sabiduría de su constitución, en la equidad y prudencia de su gobierno, y en el número, fidelidad y patriotismo de sus ciudadanos.