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Fuentes Bibliográficas
Homenaje a Vicuña Mackenna Tomo 2º.
Circular sobre la publicación de las obras completas de Vicuña Mackenna.

Santiago, Marzo 1.° de 1886.

Señor:

En cumplimiento de un patriótico deber, invitamos a Ud. a una suscripción para publicar las obras del señor don Benjamín Vicuña Mackenna.

No sólo creemos rendir con esa publicación un homenaje a la memoria del eminente escritor y prestar un servicio a las letras nacionales, sino también honrar la memoria de los hombres ilustres que el historiador ha glorificado con su pluma y el valioso caudal de documentos que ha reunido en sus obras.

La mayor parte de los trabajos del señor Vicuña Mackenna se encuentran ya fuera del comercio de nuestras librerías, salvando sólo unos cuantos ejemplares de esas obras la curiosidad o el afecto. De manera que nuestros hábitos y el escaso desarrollo que las letras han adquirido entre nosotros, van a destruir, inevitablemente, el primero y el más noble de los fines que perseguía el señor Vicuña Mackenna al consagrar su vida al estudio de la historia nacional. Sus trabajos, destinados a vulgarizar el culto de nuestros héroes v a despertar en el corazón del pueblo la gratitud hacia los grandes servidores del país, se encontrarían solamente entre las manos de los investigadores y eruditos.

Una nueva edición de esos trabajos vendrá a satisfacer el honroso fin que perseguía al escribirlo el eminente escritor y será, al propio tiempo, el piadoso cumplimiento de un propósito que él acariciaba y no pudo realizar.

Creemos que una empresa encaminada a honrar la memoria de nuestros grandes hombres y especialmente la del grande escritor Benjamín Vicuña Mackenna, encontrará una acogida favorable y se podrá llevar a cabo en condiciones que honren también la cultura del país.

Seguro de que Ud. secundará nuestros propósitos, somos sus atentos servidores, --Miguel Luis Amunátegui, José Manuel Balmaceda, Eduardo de la Barra, Diego Barros Arana, Manuel Blanco Cuaytín, Guillermo Blest Gana, Ventura Blanco Viel, Carlos Cousiño, Agustín Edwards, Juan Miguel Dávila Baeza, Isidoro Errázuriz, Manuel Salustio Fernández, Marcial González, Augusto Gubler, Adolfo Ibáñez, Rafael Jover, José Victorino Lastarria, Gabriel Larrieu, Eusebio Lillo, Máximo R. Lira, Augusto Matte, J. Abelardo Núñez, Augusto Orrego Luco, Luis Percira, Carlos T. Robinet, Zorobabel Rodríguez, Carlos A. Rogers, Adolfo Valderrama, Carlos Swinburn, José Francisco Vergara, Alejandro Vial, Carlos Walker Martínez .

Juicios de la prensa

Vicuña Mackenna fué, bajo muchos conceptos, un hombre notable y merece figurar no sólo entre las celebridades de Sud América, sino entre las del Mundo. Dotado de grande inteligencia, de infatigable inventiva, de muy distinguida educación y de buena presencia, se hubiera hecho notar como uno de los favorecidos por la naturaleza en cualquier país o sociedad en que hubiera vivido.

Su energía era tremenda en todos los asuntos públicos. Dirigió muchos movimientos de importancia y se le veía o se le oía constantemente en la mayor parte de los meetings públicos. Cuando se considera el número de sus obras y de sus tareas de publicista, es sorprendente que haya tenido tiempo para tanto. Bajo este respecto, como bajo muchos otros, puede ser comparado con nuestro Mr. Gladstone que tiene tiempo para disertar en polémicas sobre Homero y para discutir sobre la narración mosaica de la creación, en medio del torbellino de la vida pública.

Sin embargo, Vicuña Mackenna no será más recordado por la posteridad como hombre público y estadista que como escritor, de cuya fecunda pluma ha salido una serie de obras sobre muchos y variados temas, y todos tratados, sin embargo, de la manera más magistral. El número y el campo de sus obras es tan grande y variado que tenemos muy pocos paralelos de este eminente escritor chileno en los anales de la presente literatura europea.

Aprovechamos esta oportunidad de enviar nuestro pésame al señor Martínez (1) y al pueblo chileno por la gran pérdida que acaba de sufrir con la muerte de este hombre notable a una edad tan temprana. (The South American Journal, de Londres).

La América ha perdido en Benjamín Vicuña Mackenna uno de sus hombres ilustres; la República Argentina, el más noble y generoso de sus amigos de ultracordillera, y Chile un gran corazón y una gran cabeza. (La Nación, de Buenos Aires).

La República de Chile acaba de perder a uno de sus hijos más ilustres, al eminente ciudadano cuyo nombre encabeza este artículo.

Más que por su popularidad, influencia, posición y títulos, el señor Vicuña Mackenna se hizo notable por ser uno de los más laboriosos y fecundos espíritus de nuestra joven América. (O Paiz, de Río de Janeiro).

El alambre eléctrico ha trasmitido al Plata, desde Valparaíso, la tristísima nueva de la prematura muerte de don Benjamín Vicuña Mackenna, historiador fecundo, literato de nombradía, publicista de alta talla, gloria de Chile y lustre de las letras americanas.

«Era un gran corazón y una gran cabeza, el hércules de la literatura chilena», como acaba de decirlo la pluma autorizada del reputado autor de la Historia de Belgrano, en el sentido y brillante artículo consagrado a su memoría en La Nación de Buenos Aires, y reproducido en EL Siglo.

Nosotros, amigos y admiradores del genio que desaparece de la vida en la mitad, puede decirse, de su brillante carrera, nos limitamos a consignar, con el corazón dolorido, un recuerdo a su memoria. (El Siglo, de Montevideo).

Nada en este hombre, por tantos títulos superior, era común.

Había en él muchas grandes cualidades que la naturaleza rara vez reúne en un solo individuo.

La imaginación, que, según algunos filósofos, no es facultad del alma, en Benjamín Vicuña Mackenna lo era y muy grande. Chateaubriand dice en sus Memorias de ultratumba que Benjamín Constant era el hombre de más imaginación después de Voltaire.

Pues para nosotros nuestro Benjamín, como imaginación, es mil veces superior al Benjamín de los franceses, que en realidad mereció por las galas de su fantasía el amor con que le inmortalizó la baronesa de Stäel en lo más florido de su vida y de su gloria.

En las obras de Benjamín Vicuña, aún en las menos notables, hay siempre un encanto que arrastra, que seduce,...

Y ese encanto de la ligereza maravillosa de su pluma, que, lápiz y pincel a la vez, ya delinea bellas cabezas, graciosos contornos, delicados perfiles, ya sombrea atrevidos escorzos y da relieve a las más aterradoras figuras.

Más de una vez al leer su inimitable obra La Guerra a muerte, se nos ha figurado ver sobre el papel desparramadas muchas chispas de diamante y de rubí.

¡Qué de graciosos giros de lenguaje! ¡Qué de cambiantes de luz en el estilo! ¡Cuánta gracia en el conjunto del lienzo!

Y esta prodigalidad de genio, de poder artístico, de expansión de la belleza íntima en el vasto campo de la moral y del arte, no costaba a su cerebro más esfuerzo que el que hace el ruiseñor para lanzar sus dulcísimos cantos en la oscuridad de la noche.

La América, pues, debe cubrirse de luto, al saber la desaparición de nuestro ilustre y querido compatriota, pues en él pierde toda ella una pluma que no hizo diferencia de patrias para servirla.(El Mercurio).

Era un soñador que tuvo el don de convertir en hechos lo que la generalidad creía utopías sólo de su fantasía.--(El Ferrocarril).

Al comunicar a nuestros lectores la triste nueva de la muerte repentina del señor don Benjamín Vicuña Mackenna, nublada la mente y el corazón por tan dolorosa sorpresa, apenas si nos es dable recoger las fuerzas para pagar el tributo de respeto, de admiración y de lágrimas que debemos al gran publicista, al primero de nuestros literatos, al esforzado campeón de los derechos y las libertades públicas.

Y al unir nuestra voz a la de la nación entera, hoy de duelo por la irreparable pérdida, no queremos ciertamente emprender la ardua tarea de bosquejar el cuadro de sus méritos insignes ni hacer la narración de los hechos de su vida de ciudadano: todos le conocieron y aún los vientos de la fama pregonaron muy lejos por el extranjero la gloria de su nombre. Y porque todos le conocían fué amado y admirado de todos, con sobrada justicia, porque fué grande y bueno.

En defensa de la libertad del sufragio verdaderamente popular y libre, nadie emprendió como él campaña más formidable; en el congreso, la noble causa hizo vibrar su acento varonil, sincero y noble en las más señaladas ocasiones; y en sus libros se hallan las páginas más bellas, los cuadros históricos más patéticos y los arranques de la más pura y elevada poesía de nuestra patria literaria. No hay casi obra de progreso o bienestar que no haya contado también con su incansable y genial actividad, ya iniciándola, ya como protector o propagandista de ella.

Pero fue en los tiempos azarosos de la guerra contra la alianza Perú-Boliviana cuando se pusieron a prueba el patriotismo y las múltiples y extraordinarias facultades del señor Vicuña Mackenna. Nadie le aventajó entonces en celo y actividad en el servicio de los intereses del soldado y sus familias; fué él el que en el Senado hizo oír la voz del sentimiento popular, y ningún diarista hubo que, como él, comprendiera el alcance y el desarrollo del gran drama de nuestra campaña.

Hoy, al saber que la muerte le había reclamado, cuando aún joven, sus virtudes, su ciencia y sus talentos tan útiles servicios podían prestar todavía al progreso y a la felicidad de la patria, no tenemos sino que repetir con San Agustín: Dios le crió para ornamento de su patria. Dios le hizo como hizo al sol para embellecer e iluminar este gran teatro del mundo.-(El Independiente).

Vicuña Mackenna pudo dar pruebas, en los diversos puestos públicos que ocupó, de una gran nobleza de alma, de mucha elevación de ideas y de una gran independencia de carácter; pero no es allí donde se encontrarán los mejores materiales para el pedestal de su gloria. Donde se les hallará y en abundancia, es en la obra colosal de escritor que asombró a sus contemporáneos y asombrará todavía a las generaciones venideras con su inagotable fecundidad. Casi no es posible concebir una fuerza de producción intelectual comparable a la suya. Y lo mismo cuando emprendía un trabajo histórico de largo aliento que cuando abordaba temas científicos, industriales o simplemente literarios, la originalidad y la amenidad eran el carácter peculiar de sus obras. No sabríamos decir aquí qué número inmenso de libros deja escritos y publicados, pero sí podemos decir con el poeta latino que fué él mismo quien con ellos elevó a su memoria un monumento más duradero que el bronce.-(Los Debates).

Su nombre es el que más se ha extendido y el que más hondamente ha penetrado en la América latina. Su gloria es al mismo tiempo una gloria americana, una gloria popular, que se ha irradiado por todo el continente, y penetrando al través de todas las capas de nuestra sociedad, ha llegado hasta tocar el corazón del pueblo.

No ha habido en Chile un hombre más íntima y universalmente conocido.

Pocas tumbas serán cubiertas con las flores de una emoción más sincera que la tumba de ese gran escritor, y sobre pocas se podrá escribir con más justicia: Sirvió a su país y honró a su patria.-(La Patria).

El señor Vicuña era la gloria más pura y venerada de Chile, esta patria que tanto amó y que dió a conocer, con su brillante pluma, en todos los continentes donde posara su planta de viajero.

En el extranjero se le apreciaba y se le admiraba más que en Chile: la sombra de la montaña aumenta con la distancia.

Todos los grandes de la tierra mantenían correspondencia con el grande hombre de Chile.

¿Y los pobres?-Esos vivían en su noble corazón. Esos eran los predilectos de su alma.

El alma de Chile estaba encarnada en esa alma que se abría a todas las inspiraciones levantadas del pensamiento y a todas las sensibilidades del corazón.

El, que quería como pedestal para la estatua de Arturo Prat el pico del Aconcagua, tiene ya el pedestal para la suya en la cumbre del Santa Lucía y en el corazón de todos sus conciudadanos.-(El Padre Padilla).

Queremos rendir un justo homenaje de veneración y cariño a la memoria del ilustre escritor, cambiando, desde el próximo número, el nombre de nuestro periódico por el siempre glorioso de «El Vicuña Mackenna».-(EL Bien Público, de San Javier).

Los dos más brillantes pero escabrosos caminos de la vida pública, la literatura y la política, lo contaron como uno de sus más esforzados paladines: por el primero, pronto escaló la cumbre de la fama, llenando con sus obras el continente americano; por el segundo pudo terciar en los más arduos problemas d e la política moderna y defender siempre, desde los albores de su agitada existencia, con la palabra y el sacrificio, los derechos del pueblo del que fué su paladín en 1851 y su ídolo en 1876.

Si abrimos cualquier boletín de la prensa de los más borrascosos tiempos de la política chilena, ahí veremos sin esfuerzo estampado el nombre de Benjamín Vicuña Mackenna, siempre al lado del pueblo. -(El Sur, de Concepción).

Chile tuvo en don Benjamín Vicuña Mackenna a su mejor ciudadano, que ante la patria y por ella, todo lo posponía.

Genio, virtud, amor, patriotismo, lealtad, cariño, inteligencia, todo eso encerraban su cabeza y su corazón, para ser depositado en el altar del deber.

Don Benjamín Vicuña Mackenna tuvo la más grande familia que puede tener un hombre: la humanidad.-(El Maraca, de Quillota).

Durante un cuarto de siglo Vicuña Mackenna fu¿ el genio poderoso y bienhechor que, con los rayos de la verdad, de la justicia y del patriotismo, de la virtud y de la ciencia, alumbró para la República el camino de la gloria y del deber.

Ningún escritor hizo jamás bastante para que su nombre pasase a la posteridad como pasará el suyo, respetado por los grandes y bendecido por los pobres.

Ningún hombre público dejó nunca en la historia de su país, ni huellas más útiles, ni enseñanzas más provechosas, ni ejemplos más puros y luminosos de civismo intelectual.

Ningún servidor, en fin, alcanzó más títulos que él ante la consideración de su patria, de la América y del mundo.(La Libertad, de Talca.)

Vicuña Mackenna no sólo era un talento excepcional; constituía un genio, como no lo hemos tenido hasta aquí, en la esfera de acción en que se ejercitó su actividad en servicio del suelo que meció su cuna y de la humanidad que glorificó con una existencia consagrada por completo al trabajo intelectual que honra y dignifica a los pueblos.

Su campo de acción predilecto fué la literatura; allí se cernía con la majestad del águila real sobre la eminencia de su alto pensamiento.

La nación entera conoce demasiado la vida del insigne literato para que entremos a analizarla aquí, en presencia de su tumba augusta. (La Revista del Sur, de Concepción).

El país entero está de duelo.

Chile ha perdido a su hijo más esclarecido; las letras, a su más fecundo e inagotable propagandista; la política, a su más íntegro adalid; el ejército, al cantor de sus glorias; las clases desheredadas dela fortuna, a su constante protector; la democracia, a su apóstol más distinguido; y la humanidad entera, a uno de los genios que más la honraron.  (La Araucanía, de Mulchén).

¿Quién, con más entusiasmo y cariño a su país, redactará hoy libros en idiomas extranjeros y escribirá correspondencias para todos los periódicos del mundo, a fin de que Chile sea conocido y ocupe el lugar que le corresponde en el concierto de los pueblos civilizados?

Nadie, porque Benjamín Vicuña Mackenna ha muerto y es un hombre verdaderamente irreemplazable,

Y, como la sombra de la montaña, a medida que más nos alejamos de él, más grande se destacará en el recuerdo nacional la figura de ese coloso de la inteligencia y del trabajo. (La Libertad, de Talca).

Sin exageración de verdad, sin dejarnos llevar de las emociones y sentimientos que ha causado en todo el país la muerte del señor Vicuña Mackenna, podemos asegurar que de todos los muertos ilustres de nuestro país, desde su nacimiento como nación hasta la fecha, no ha habido uno solo de la talla de Vicuña Mackenna, no ha habido uno solo que pueda ponérsele en parangón, aunque se mire la cuestión bajo el aspecto que se quiera, pues en Vicuña tenemos al más fecundo e ingenioso escritor americano y uno de los primeros del mundo en nuestros tiempos, al inspirado tribuno que con una sola palabra que sus labios pronunciasen bastaba para electrizar al pueblo y subyugarlo de tal suerte que podía disponer de él a su antojo, al político consumado, al gran patriota, al defensor de los derechos del pueblo y del desheredado de la fortuna, al eminente estadista. (EL Imparcial, de Florida).

EL Pueblo enluta todas sus columnas ante el duelo nacional y manda su tributo de veneración y de respeto a las cenizas del grande hombre,

El señor Vicuña Mackenna ha podido decir en su lecho de muerte: Me retiro del mundo sin llevar una gota de hiel; no dejo un solo enemigo y no hay esfuerzo que no haya hecho en beneficio de la humanidad. (El Pueblo, de Antofagasta).

 

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Nota

1

Don Marcial Martínez, a la sazón Ministro de Chile en Inglaterra.