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Fuentes Bibliográficas
Discursos.
Don Ricardo Donoso.

Por un acaso feliz el país conmemora el centenario del nacimiento del hombre eminente cuya figura hoy evocamos, en los momentos en que vive con la intensa satisfacción de haber derribado la vergonzosa tiranía que lo oprimía.

Perteneció, señores, Vicuña Mackenna a una generación que despertó a la vida del espíritu al llamado de los mismos acontecimientos, que actuó en los mismos escenarios y que gastó sus mejores energías en la organización de la República. Formada en pos de aquella brillante pléyade de patriotas y estadistas que vio la luz en el glorioso año de la acción de Chacabuco, su acción política e intelectual comienza a hacerse sentir en los últimos años de la Administración Bulnes, para actuar intensamente en los combativos días del Decenio, y entrar desde entonces, en plena madurez, a ocupar un lugar destacado en la dirección de la vida pública.

Formada al calor de la enseñanza y de la amistad del venerable Bello, sintiendo un invencible horror por la implacable política de Portales, comulgando con ardiente entusiasmo con los postulados de la Revolución Francesa, tocada de un firme propósito de dejar una perdurable huella en las páginas de la historia nacional, la generación de 1830, desde las postrimerías de la Administración Montt, comienza a manifestar su actividad renovadora, su espíritu innovador, su consagración al servicio público.

Toda esta juventud ardorosa, de la cual Vicuña Mackenna era uno de sus miembros más destacados, considera que los moldes en que ha sido vaciada la Constitución Política de 1833 son anticuados, que ella no corresponde a las necesidades de su tiempo, y entonces encara resueltamente su reforma, y en este movimiento tuvo su origen la ley de 27 de Julio de 1865 que consagró la libertad de cultos.

Pero los años transcurrían sin que los acontecimientos les ofrecieran los laureles que ellos pensaban segar en hora temprana; por eso, cuando por esos días se plantea el conflicto con España, no pudieron algunos, y Vicuña Mackenna entre ellos, ocultar su alborozo. ¡Los grandes días de nuestros abuelos vuelven!, escribía lleno de patriótico regocijo y de vehemente impaciencia. Pero la gloria se mostraba aún avara de sus dones y no coronaría sus frentes sino después de intensos sacrificios.

La Guerra del Pacífico ofreció al fin, a los hombres de la generación de 1830, el escenario grandioso que el destino les señalara, y ella sometió a la más dura de las pruebas su capacidad, su espíritu de sacrificio, su patriotismo ardiente y exaltado. Desde los campos de batalla hasta la mesa de los diplomáticos, desde la tribuna parlamentaria hasta la administración, desde las labores de la prensa hasta los mítines callejeros, dieron el más hermoso ejemplo de consagración a la causa nacional, al servicio de la colectividad y al cumplimiento de la qué ellos consideraban su misión histórica.

De esta legión de servidores de nuestra nacionalidad, de la cual Vicuña Mackenna es uno de sus elementos más representativos, se ha dicho que no sólo se ocupó de escribir la historia de nuestro país, sino que ella misma trazó algunas de sus páginas más brillantes con su acción heroica y levantada. En efecto, todos estos espíritus superiores, Vicuña Mackenna y Barros Arana, Santa María y Amunátegui, Pinto y Sotomayor, Errázuriz y Lynch, y tantos otros, se sentían los continuadores de una tradición, los ejecutores de una misión trascendental: la de la consolidación de la patria chilena, del afianzamiento de sus instituciones, del progresivo desarrollo de su política liberal.

Todos ellos habían escuchado, allá en sus lejanos días infantiles, en el regazo materno, el eco doloroso de la sangrienta huella dejada por la política de Portales, en que a la sombra de los Consejos de Guerra Permanentes y de las facultades extraordinarias se extranguló a todas las libertades y se las reemplazó por el capricho de un hombre; y algunos años después, en sus floridos años juveniles, habían experimentado las arbitrariedades del poder y las amarguras todas del capricho autoritario. De aquí fué que se arraigó en sus almas el odio a la tiranía, el amor a la libertad, el respeto a las instituciones, la práctica de la tolerancia. Todo su máximo esfuerzo estuvo dirigido en el sentido de orientar el rumbo del país en la huella trazada en la historia por los pueblos del mundo occidental, por arraigarla en los firmes quicios de los países civilizados, por guiarla por los caminos de la política liberal. El aporte de Vicuña Mackenna a la obra de su generación, como escritor y servidor público, como periodista y como representante nacional, como funcionario de la edilidad y miembro de la Universidad, es excepcional, de singular eficacia cívica y acierto casi genial.

Estos hombres murieron en la creencia de haber dejado asentados sobre firmes bases los cimientos de nuestra organización republicana. En Chile han pasado para siempre los estados de sitio, la clausura de imprentas, los procesos políticos, los golpes de autoridad, escribía Barros Arana en 1880. Medio siglo después, por una de esas amargas ironías del destino, la república se hallaba amordazada por una de las más siniestras dictaduras que recuerdan nuestros anales nacionales, y al conmemorar hoy el centenario del nacimiento del historiador de Santiago, en medio de la alegría de la libertad reconquistada, no olvidemos cuánto el país debe a sus generosos esfuerzos en favor de la libertad de conciencia, de la difusión de la enseñanza, de la organización de las instituciones fundamentales de la República, de la libertad de imprenta, a lo que contribuyó con un desinterés ejemplar y con un patriotismo ardoroso y exaltado. Nada amó más Vicuña Mackenna que su patria chilena, pero para él la patria no eran sólo las montañas y los valles, los árboles y las flores, el cielo azul y la silenciosa floresta; también la constituían la tradición de civismo de los antepasados, el culto de los mayores, el espíritu de sacrificio, el respeto de la ley, la libertad, la tolerancia, la bondad!

¡Veneremos y exaltemos, señores, la memoria de Vicuña Mackenna, gran escritor, gran patriota, gran servidor público, gran chileno por sobre todas las cosas, cuya vida es orgullo del pasado, ejemplo del presente, lección para el porvenir!