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Fuentes Bibliográficas
Homenaje a Vicuña Mackenna Tomo 2º.
Capítulo LXXV.

Nos aproximamos al fin de nuestra tarea, en la cual si bien se advierte propósito apologético, ese propósito se encuentra contenido, depurado por el documento. En verdad hemos dado cita en las páginas de este ensayo a los críticos de mayor autoridad y acogido los más altos testimonios, desde Darío a Mitre y René-Moreno, desde Lastarria a Balmaceda y Barros Ararla. Hombres de todas las ideas, de todos los partidos, de todos los rincones de América han acudido. Y no contentos aún, quisimos seguir página a página los estudios magníficos del historiógrafo Donoso y del profesor Galdames. En suma, no ha habido opinión nuestra que no se afincase en alto e imparcial testimonio; no ha habido dato que no tuviese paciente comprobación. El documento habita cada capítulo y aún cada línea, domina el texto y llega hasta oprimir su forma. Era una tiranía inevitable e indispensable pues dados los lazos de sangre que nos vinculan a Vicuña Mackenna no había sino ceñirse al más severo control.

Si el tono, lírico a trechos, puede parecer apasionado, los juicios tienen recios cimientos. Acaso nuestro edificio literario sea poco elegante, pero creemos haberlo construido sobre base granítica.

Los testigos corroboran nuestras opiniones en unanimidad abrumadora. Con sólo ordenar sus juicios quizá bastaría para conocer a fondo la vida y la obra de Vicuña Mackenna.

Examinemos.

Dice Darío: «gran historiador».

Lastarria afirma: «Su obra es inmensa porque es la de un escritor verdaderamente nacional, que por primera vez aparece entre nosotros».

Y Mitre: «el escritor más fecundo, más brillante y ameno, a la par que más original que haya producido la América del Sur».

Y René Moreno: «Ninguno tan asistido de la musa de la historia como este autor» (399).

El «mas genial de nuestros escritores», «aquel que como ninguno supo penetrar en el ambiente del pasado y en el de sus días, el mas chileno de todos» afirma don José Toribio Medina (400).

Para Ricardo Donoso lo genial palpita en toda su obra.

Don Carlos Silva Vildósola, maestro de periodistas, cree que en Chile sólo Vicuña Mackenna se ha acercado a lo genial (401).

Galdames: «Y es tal la variedad de oportunidades en sus actuaciones, lo mismo que la multitud de matices en sus ideas, que sólo siguiendo paso a paso el curso primero de su vida, el curso superior de las grandes corrientes, es posible descubrir la riqueza de aquella organización mental hecha de selecciones ancestrales y la fuerza de aquel carácter que no conoció el reposo ni el silencio» (402).

«Es el que ha buceado más hondo en el alma nacional» dice Feliú (403).

Y Domingo Melfi, con aguda percepción que veremos en día no lejano dando relieve a una nueva Vida de Vicuña Mackenna: «Pasan en sus libros, hombres, paisajes, sucesos. El alma en su totalidad desnuda. Se echaba con todo el cuerpo encima de los acontecimientos y de las etapas. Y reía a veces con estrépito, o bien su burla era incisiva, mordiente, como el pincho de un espino. Parecía estar siempre de vuelta respecto de los episodios y de la calidad moral de los que en ellos intervenían. Era exuberante, tumultuoso como una fuerza que se desborda». «Y es un ejemplo no sólo por lo que significa como hombre entregado a un ideal si no por lo que representa como escritor. Fue siempre él. Y porque se dio entero con todas sus pasiones, es por lo que sus libros, al leerlos, evocan el tumulto de los pueblos que forcejean por abrirse paso. Es decir, son libros vivos, con vibración de médula espinal» (404).

Mariano Latorre, Joaquín Edwards Bello, R. A. Latcham y otros escritores de avanzada han dicho, en términos elocuentes, lo que pensaban del historiador, del prócer y del maestro. (405).

Con Vicuña Mackenna -en verdad- la grande, la auténtica intelectualidad de Chile y de nuestra América ha sabido ser glorificadora (406)

De estos y aquellos juicios, del homenaje exaltado de los unos, de la fuerza genial señalada por otros, se desprende una sensación de potencia extraordinaria. Vicuña Mackenna está fragmentariamente, a menudo, en esos juicios, con sus cualidades y sus defectos -que precisamente por tenerlos fué más grande (407)- y todo ello le da valor de montaña. Como en Dostoyewski, como en Balzac, como en los grandes constructores.. . Es la potencia de un río cuya masa de agua, rica en sustancia vital, con enorme fuerza fecundante, pasa arrastrando hombres, hechos e ideas. Del tumulto brota la creación. El tumulto no es torre de marfil ni laboratorio de gramática. La montaña no tiene contornos de filigrana ni en los paisajes enormes puede buscarse la corrección de un jardín inglés. Los hombres como Vicuña no sabían escribir para eunucos ni señoritas. «Se diría -dice René-Moreno- que escribe sobre y para una raza de titanes» (408).

Y Darío dice: «monstruo de la naturaleza».

Vicuña Mackenna era eso: lo enorme. Una fuerza en movimiento, un constructor sin reposo, un plasmador de mundos y de ideas, el hombre capaz de resumir un país y una época.

Por eso sus admiradores de 1886 tenían razón al decir que el XIX debía ser llamado, para los chilenos, el «Siglo de Vicuña Mackenna».

El estudio de la vida y de la obra de Vicuña afinca tal idea.

En Vicuña había un intuitivo formidable. Captaba las realidades económicas y sociales; solía en pocos trazos realizar una síntesis perfecta, describir de cuerpo entero un personaje, precisar un hecho a fondo, valorar de modo insuperable un acontecimiento o un país. No puede buscarse orden en su labor. Latorre ha dicho que tenía prisa en reunir sus materiales y en reconstituir con ellos el pasado, como si temiese que pudiera desaparecer sin dejar rastro. Vicuña construía sus libros alrededor de un personaje (O'Higgins, Carrera, Portales) o de un período (el decenio Montt, la Guerra a Muerte) o de un acontecimiento (El 20 de Abril) (409). Y ello llama a engaño a algunos críticos que, citando conceptos expresados por el propio Vicuña (410), lo clasifican, especializándolo en determinado género. En Vicuña Mackenna, el hombre, el héroe, servía de pretexto, a menudo de símbolo, y a su alrededor rehacía un período, una época, con sus clarooscuros, con certera medida de valores. El artista sumado al investigador daba en veces la nota precisa, lo que el hombre de exclusiva ciencia no sabe ni puede percibir cuando elucubra sólo ante el documento (411). Pudiera pensarse que no tuvo sistema, que faltó en su labor histórica una síntesis general. En efecto es menester buscar esa síntesis a través de sus obras principales, pues no tuvo tiempo de hacerla en un solo cuerpo, por sí mismo. Ella existe y buceando en sus escritos puede obtenérsela, con relieve insuperable. Yo no sé de otro historiador americano que haya logrado reconstrucciones mejores, más pletóricas de esa vida que no pasa, pues se plasmó en el fijador eterno del arte.

¿Defectos? Afirmamos que por tenerlos es más grande. Dicen relación con lo precipitado de ciertos trabajos, con sus rebeldías gramaticales que el propio Bello miró con simpatía (412), con determinada fuerza pasional que lo llevó en veces a ser injusto en tal o cual apreciación, a recargar la tinta de un retrato, a ampliar-con determinado propósito nacional o americano-las proporciones de hombres y de hechos. (Era preciso hacer la historia de un pueblo, de un continente. Y hasta inventarla si no cabía otro remedio). De su estilo, empero, ha dicho René-Moreno: «La gentileza de su habla castellana, que en los últimos años ha tocado, por fin, a un raro primor de vocabulario y de corrección a la moderna, no es gentileza elegante sino desenvuelta, que coloca a este prosador muy sobre encima de los puristas esmerados, faltos a menudo de calor, de espontaneidad y de brío» (413).

Había en Vicuña activismo incontenible, atropellamiento de ideas que pugnaban por vivir, gestándose sin tregua, día y noche, en un laboratorio del que se había desterrado perpetuamente el concepto del reposo. Como en Balzac. Sólo que el creador de la Comedia Humana dividía sus jornadas en dos partes. En la noche escribía al volar de la pluma y en el día sometía la labor hecha al tormento de las correcciones. (¿Cabe mesurar cuánto perdía en fuerza, en potencia, lo que ganaba en lenguaje y en belleza de forma?) Vicuña Mackenna no podía actuar en otro sentido que el propio, el de su realidad personal.

Faltábale tiempo para corregir. A más la multiplicidad de su acción se lo hubiera estorbado. No sabemos si Balzac incorrecto resultaría menos grande. En todo caso siempre sería Balzac.

Tal Vicuña Mackenna, considerado como escritor.

Pero hay tantos otros aspectos en Vicuña Mackenna. Si hiciéramos el balance, si intentáramos resumirlo en apretada síntesis, nos encontraríamos ante complejas interrogaciones. ¿En qué terreno fue más grande? ¿Dominó el historiador al artista o el político al escritor, o el constructor a aquellos y a todos el americanista? No sabríamos decirlo (414).

A través de estas páginas hemos procurado señalar lo fundamental y lo accesorio, presentarlo en la más variada forma. Y lo intentamos, acumulando antecedentes, hechos, citaciones; compulsando el documento a cada paso, con temor en veces de exceder del límite de lo permitido a un deudo-por mas que este no se aparte del marco de lo real, de lo verdadero-, y con miedo, en otras, de haber sido parco en demasía tocando tal o cual punto. ¿Cómo olvidar que escribíamos en Chile y para los chilenos? En todo caso, si razones de admiración honda, de irresistible afecto, han podido oscurecer nuestro juicio, haciéndonos caer en puerilidad, en conceptos demasiado cálidos, en vestido lírico capaz de restar brillo al estudio, válganos el haber incurrido en ello acompañados por los más altos espíritus de nuestra América, por los valores máximos de la intelectualidad que actuó con el historiado y de aquélla que hoy labora con su biógrafo.

¿Logramos fijar exactamente la posición de Vicuña Mackenna? ¿Junto a Bolívar, junto a Bello? ¿Más que Bolívar o Bello? Las grandes figuras pueden permanecer solitarias, pueden complementarse o no. En unas el genio fue mayor, la visión más certera; en otras la labor tuvo más plenitud, mayor repercusión; en alguna el brillo externo supo ejercer atracción más grande; en otra el éxito supervaloró, destacando sobre labores que se desenvolvieron en terreno menos propicio. Comparar, buscar exclusividades, exaltar con desdén de otros valores parece ingrato y a menudo resulta injusto.

Todos los grandes hombres tienen su sitio y hay en el ancho mundo, bajo la luz de los soles que se debaten en el cosmos, bastante espacio para los que fueron y para los que serán.. . El cosmos, con una infinita potencia de justicias humanas y divinas, nos enseña que a la postre todo, las miradas incontables de hombres y de estrellas, de gusanos y de rocas, irá a confundirse en la gran armonía.

En último término, en definitiva, lo igual.

Pero, si con nuestras grandezas y miserias hemos de alcanzar la igualdad cósmica, ¿dónde estaría el estímulo, qué justificación habría, cuál lección será posible exhibir? Pudiéramos ahondar en Marx, aplicar rigurosamente las doctrinas del materialismo histórico... No obstante, detengámosnos en el umbral, junto al amplio panorama que inquieta y desconcierta. ¿Por qué? ¿Para qué? Los grandes espíritus actúan en obedecimiento alas secretas leyes que los han formado. Se producen externa e internamente con la naturalidad de un hermoso paisaje. Cumplen los principios que presiden la evolución de los mundos y el destino de los hombres. Integran la total armonía.

Nuestra pluma se desliza sobre el papel y en nuestro pensamiento dos figuras se agitan, dos nombres viven y se imponen: Bolívar y Vicuña Mackenna. Mas no pretendemos establecer parangones... El gran capitán de Venezuela llenó su siglo con la fama de sus hazañas, de sus caídas y sus triunfos. Vicuña Mackenna-escritor, constructor, americanista, caudillo de grandes masas, conductor en la paz y en la guerra-encarnó como ningún otro hombre de América a su pueblo, y ese pueblo, esa nacionalidad fue a mi entender la más compleja, la más rica, la que poseyó mayor contenido civilizador en la América del siglo XIX. Vicuña encarnó a la tierra chilena en la hora máxima de su grandeza, y la impuso-como un modelo-a todo el continente. Y esa imposición, que para algunos pudo tener relieve de exclusivo basamento nacionalista, significó en verdad un enorme esfuerzo de americanismo.

Ignoro lo que pueda decirse en contrario. No me interesa saberlo, tampoco. A cada cual el derecho de sentar su propio juicio, de buscar libremente su verdad. A lo largo de este ensayo sólo he pretendido decir lo que yo pienso de un grande hombre americano, de su vida y de la repercusión de su obra. Nada más.

 

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Notas

399

Bolivia y Argentina. Notas Biográficas y Bibliográficas.
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400

Don Domingo Amunátegui Solar, dice por su parte: «No es raro, pues, que los que hemos conocido a Vicuña Mackenna nos forgemos la ilusión de que el eminente geógrafo francés (Eliseo Reclús) le tuvo de parte de sí al fijar en líneas generales el espíritu genial del pueblo de Irlanda».
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401

Estudio preliminar de Páginas Olvidadas. Vicuña Mackenna en El Mercurio.
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402

La Juventud de Vicuña Mackenna.
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403

Y añade estas justas palabras: «Desde el pililo-creación suya--pasando por el roto, deteniéndose en e: siútico hasta llegar al buen burgués rural de nuestra aristocracia, las cuatro escalas de la estructura social chilena, Vicuña Mackenna las ha comprendido todas, las ha sentido en el rol de sus singulares manifestaciones, reuniendo un considerable aporte para hacer con estas observaciones un libro que hace falta entre los suyos: el Idearium de un pueblo»
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404

Vicuña Mackenna (En Atenea, número del centenario de V. M.).
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405

Entre ellos Armando Donoso, Leonardo Pena, Fernando Santivan, Carlos Acuña, Manuel Rojas, Alberto Romero, I. Echegaray, Sady Zañartu, Schneider, etc. Pudieran también citarse a los representantes de otras tiendas políticas, entre las cuales en primer término al eminente escritor don Juan A. Barriga cuyo discurso sobre Vicuña Mackenna, en la Velada con que la Municipalidad de Santiago conmemoró el Centenario, es digno de ser señalado como una pieza de oratoria clásica; a Manuel Vega, etc.
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406

No sólo la intelectualidad. En Chile la glorificación de Vicuña Mackenna ha tenido carácter nacional. El pueblo por suscripción de centavos le erigió tres monumentos. Todas las ciudades y aún aldeas del país han puesto su nombre a alguna calle o plaza y en la capital reposan sus cenizas en lo alto del Santa Lucía, como presidiendo siempre la vida de sus conciudadanos. En diversas. ciudades de América está honrada su memoria y la prensa argentina ha hablado-en más de una oportunidad-de levantar un monumento que en las calles de Buenos Aires recuerde a los viandantes la obra del pacificador.. .
El pueblo ha hecho de su memoria un verdadero culto,
El valor nacional de su obra y de su vida qued5 evidenciado en 1931 pues su Cen-tenario provocó ediciones extraordinarias de los principales diarios y publicaciones del país.--El Mercurio, El Diario Ilustrado, Atenea la Revista Chilena de Historio y Geografía y-singularmente-los Anales de la Universidad de Chile.
Acerca de ningún otro chileno se ha escrito más, con mayor entusiasmo y por gentes más calificadas, dentro y fuera de las fronteras políticas de la nación.
¿Sería supérfluo añadir que a todos los homenajes tributados en Chile a la memoria de Vicuña Mackenna-excepción hecha de las fiestas nacionales con que se conmemoró el primer centenario de su nacimiento y alguna otra-ha sido ajeno el gobierno, originándose popularmente siempre?
Cabe, también, destacar con especial relieve el homenaje rendido por nuestra Universidad central en acuerdo unánime de sus autoridades.
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407

Dice el profesor Gustavo Labatut: «Son esos también los momentos en que el observador imparcial no sabe qué admirar más, si las cualidades que adornan a esa existencia privilegiada o los defectos que la oscurecen. ¡Tan rica en contrastes era la personalidad de quien supo revelarse como el más chileno de nuestros historiadores!» (Vicuña, Mackenna y Sarmiento.-Anales de la Universidad de Chile. Homenaje a Vicuña Mackenna. Tomo 1).
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408

«Bajo la pluma magnífica de este escritor todo toma dimensiones abultadas y grandiosas. Se diría que escribe sobre y para una raza de titanes». Gabriel René-Moreno, obra citada.
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409

Para un estudio bibliográfico detenido de la producción intelectual de Vicuña Mackenna, señalamos, como principales fuentes: Ricardo Donoso (Don Benjamín Vicuña Mackenna); Guillermo Feliú Cruz (Las Obras de Vicuña Mackenna) ; Ramón Briseño (Catálogo, por el orden alfabético de sus títulos, de las publicaciones que por la prensa hizo don Benjamín Vicuña Mackenna desde que comenzó su fecunda carrera de escritor público hasta que falleció); P. Moliné (Obras completas de don Benjamín Vicuña Mackenna) ; V. M. (auto-bibliografía, reproducida en la Corona Fúnebre) y Carlos T. Vicuña (en «Revista de Bibliografía Chilena y Extranjera»). A mas puede consultarse: G. Feliú Cruz. (Ensayo de una Bibliografía de las obras de don Benjamín Vicuña Mackenna) y Pedro Pablo Figueroa (Apuntes Históricos sobre la vida y las obras de don Benjamín Vicuña Mackenna).
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410

«Por eso también buscar al hombre, desenterrar sus cenizas sin profanarlas, exhumar su pensamiento y su corazón sin lisonja ni calumnia, estudiarlo en todas sus fases, excepto la única que hay vedada para el escritor honrado y de conciencia: la del hogar, es trazar la existencia misma de una época con todas sus sombras y sus espacios luminosos y hacer revivir como en un cuadro animado la sociedad, el pueblo y los gobiernos». «Tal manera de concebir la historia, no hace de ésta sólo una enseñanza, constituye casi una resurrección».
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411

«Vicuña Mackenna fué un espíritu tan investigador como el de Barros Arana. Amó tanto el papel documentario como Amunátegui. Eso sí que al pasar por su inteligencia esos materiales de construcción, se transformaban en una cosa viva». (Las Obras de Vicuña Mackenna).
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412

«Lo que para tantos constituye la parte débil de Vicuña Mackenna, para mí representa la expresión de su vigor como escritor: la espontaneidad ». (Armando Donoso).
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413

«No se debe confundir la exuberancia con la riqueza -expresa René Moreno- -y nada iguala a la riqueza de su estilo, preñado de intuiciones, evocaciones y remembranzas de toda especie, que de paso prorrumpen en un reguero de luces de mil colores sin ofuscar jamás ni apagar la lámpara central de la unidad. Sus pensamientos alientan y discurren en ambiente tan puro y si decimos tan vibrante que hasta los más fútiles y falsos alientan al contacto y se incorporan animosos en las ondas que se suceden a las ondas y a las ondas como raudal circulatorio en el organismo del escrito». (Bolivia y Argentina).
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414

En un artículo nuestro intentamos esa síntesis, recibiendo valiosos testimonios de aprobación por ella.
Vamos a transcribirla:
CONSTRUCTOR.-Transformó a la ciudad de Santiago, convirtiendo la antigua aldea colonial en una ciudad de primer orden. (Obras suyas son el Cerro Santa Lucía, el Parque Cousiño, la actual Avenida Vicuña, docenas de calles, plazas, avenidas, edi-ficios y monumentos públicos. Labor realizada desde la Intendencia de Santiago entre los años de 1872 a 1875).
POLITICO.-Fué el primer chileno que se preocupó seria y eficazmente del bienestar del proletariado, que luchó en pro de la obtención de su mejoramiento, defendiendo sus reivindicaciones económicas y políticas con el más grande ardor de que haya memoria. Su campaña presidencial de 1875-76 señaló el primer gran movimiento obrero en la historia de Chile y el pueblo lo rodeó acaso con amor no igualado hasta hoy, escogiéndolo supremo caudillo. Como diputado y senador impulsó leyes y pronunció discursos que significan el principal aporte chileno en el terreno social durante el siglo XIX. Y esa posi-ción ideológica y política fué la de su vida toda. Elaboró leyes, proyectó códigos nuevos, fué el verdadero fundador de la Sociedad Nacional de Agricultura, luchó incansablemente en favor de la instrucción pública y en especial de la primaria. ¡Etc., etc.!
CONDUCTOR.-En 1879-81, agredido el país por imperialismos extranjeros, desde su asiento del Senado y desde las columnas de «El Mercurio», «El Nuevo Ferrocarril y otras numerosas publicaciones, fué el principal impulsor de la defensa nacional, y sus opiniones y directivas lograron imponerse a un Gobierno que le era adverso. Se le ha reconocido como el organizador de la victoria. Y no se limitó a ello, pues cantó a los héroes y fué el principal apologista de la nación y de sus triunfos.
PACIFISTA.-Evitó la guerra entre Chile y Argentina, en 1878. Cuando el conflicto de la Patagonia entró en su fase más aguda, Mitre solicitó desde Buenos Aires la intervención
y caudillo moral de esta última, que fué-en sus finalidades y en sus medios un movimiento netamente civil. (Véanse: Historia de la Revolución Constituyente e Historia de Vicuña Mackenna, por Pedro Pablo Figueroa).
PERIODISTA.-Colaboró en la prensa chilena y americana, escribió millares de artículos; de todo se ocupó, ningún problema le fué jamás indiferente. Esa labor periodística, acaso sin parangón, ha sido valorada en forma altísima. Entre innúmeros juicios pudieran mencionarse los de justo Arteaga Alemparte y Bartolomé Mitre, contemporáneos suyos, y los de Silva Vildósola y Ricardo Donoso en este siglo.
HISTORIADOR.-¿Qué decir al respecto? ¿Qué chileno no conoce la Historia de Santiago, la de Valparaíso, los libros acerca de O'Higgins, Carrera o Portales? Fué el primero en señalar la ubicación histórica de San Martín. Escribió más de cien libros, entre los cuales numerosas obras maestras que vivirán lo que viva la literatura de nuestra América.
Su labor literaria-historiógrafo, investigador, periodista, orador, polemista, crítico, ensayista-llenará doscientos o más volúmenes cuando se haga la edición oficial de sus obras completas. (X)
Y aún quedan otros aspectos, entre los cuales el filántropo.. .
Véase: Vicuña Mackenna como máxima figura nacional. («El Mercurio» de Santiago, Diciembre 11 de 1932).
(X) En 1886 se constituyó una comisión para realizar tal proyecto, impidiendo su logro la falta de ayuda oficial. De ella formaron parte José Victorino Lastarria, Diego Barros Arana, Miguel Luis Amunátegui, José Manuel Balmaceda, Eduardo de la Barra. Manuel Blanco Cuartín, Guillermo Blest Gana, Isidoro Errázuriz, Adolfo Ibáñez, Eusebio Lillo, Augusto Orrego Luco, Zorobabel Rodríguez, Adolfo Valderrama, Abelardo Nú-ñez, etc. La mencionada comisión designó un comité ejecutivo que fué presidido por Barros Arana.

Las erratas del presente trabajo se encuentran subsanadas en su tirada aparte, que puede considerarse, en cierto modo, como texto definitivo.
Véase: EUGENIO ORREGO VICUÑA: VICUÑA MACKENNA. VIDA Y TRABAJOS. Prensas de la Universidad de Chile, 1932.
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