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Fuentes Bibliográficas
Homenaje a Vicuña Mackenna Tomo 2º.
Capítulo LXIX.

Los años de guerra aminoraron la producción Literaria extraña a aquélla, pero, con todo, ésta alcanzó relieve, que se hizo mayor a partir del triunfo en 1881. El último período de su labor intelectual fué fecundo y puede decirse que la muerte lo sorprendió con la pluma en la mano, cuando vino a golpear su naturaleza extraordinaria en Enero de 1886.

Examinemos someramente la producción literaria de la postrera época, que abarca los años de 1879 a 81 y de 1881 a 86.

En el primer verano de la guerra, cuando las fuerzas de Chile habían ocupado Antofagasta, publicó el catálogo de la biblioteca del cónsul Beeche, su amigo, bajo el título de Bibliografía americana. Estudios y catálogo completo y razonado de la biblioteca americana coleccionada por el señor Gregorio Beeche. En el texto figura la biografía del erudito argentino y algunas apuntaciones bibliográficas de interés, Es «obra de grandísima utilidad y de singular atractivo por las sabrosas apostillas que Vicuña Mackenna consignó en muchas de sus páginas», dice Donoso.

Inició a poco su labor periodística de «El Mercurio» que abarca más de 550 títulos entre el 5 de Febrero de. 1880 y el 9 de Diciembre de 1885 en que aparece el postrer artículo.

La comarca de Aconcagua (362). Esa producción, incluyendo la relacionada con el conflicto exterior, encierra todos los temas imaginables, desde la industria frutícola en Chile hasta las más eruditas críticas de arte y bellas letras (363). Nada escapa a su mirada y a su pluma. Todo lo interesante del mundo, en relación a América, y a Chile, encuentra eco oportuno o análisis hondo. La gama es vasta y puede encontrarse allí desde la nota dramática y el grito épico hasta la sonrisa burlona y el chusco decir. La comprensión, el amor a la tierra, revestidos de hondo sentido humano, se conciertan y armonizan con la ironía más fina. El bataclán de la vida encuentra un intérprete filósofo que sabe valorar a los hombres y sus pasiones. En esas páginas incontables que habrán de llenar muchos volúmenes nada parece perdido. El espíritu domina.

Escuchemos a Donoso en una de las más acertadas páginas de su libro sobre él hombre genial: «Es difícil encontrar en la historia literaria de Chile una labor periodística más notable, en intensidad y belleza -intrínseca, que la de Vicuña Mackenna en El Mercurio en el último lustro de su vida. Ni justo Arteaga Alemparte, ni Isidoro Errázuriz, ni Zorobabel Rodríguez, laboraron a lo largo de sus fecundas y apasionadas vidas, páginas más sólidas y de más seductora y perdurable belleza que las del autor de Las dos Esmeraldas en el decano de los cotidianos chilenos. Cuanto asunto cae bajo los puntos de su pluma está empapado de amenidad, de sana agudeza y de gracia personalísima. Hasta cuando escribe de áridos tópicos bibliográficos es liviano y pintoresco. Tentativa ardua sería la de pretender encontrar una orientación determinada en la obra periodística de Vicuña Mackenna: espíritu amplio, de sólida cultura humanista, todo le interesa y emociona, las flores y los cuadros, los libros y las reliquias históricas, las víctimas de la guerra y los ferrocarriles. Recórrase la bibliografía de su labor periodística de ese mes de Mayo de 1882 y se verán junto a extensas glosas a libros recientes, Barros Arana y Mitre, extensas crónicas sobre los árboles del valle de Santiago y la galería de cuadros de Enrique Swinburn, las prendas personales (de O'Higgins y las víctimas de la ocupación del Perú. La publicación de las Comprobaciones históricas del escritor argentino le brinda magnífica ocasión para componer una serie de artículos en que desarrolla ternas gratos a su espíritu: el genio de don José Miguel Carrera, la gratitud de los chilenos por la obra libertadora de San Martín, el repaso de los Andes por las huestes cuyanas. Si hay una característica general en la obra periodística, que alcanza también a la literaria de Vicuña Mackenna, es su profunda, honda e inconfundible chilenidad. Chileno hasta la médula de los huesos, con un desbordante amor por todo cuanto digera relación con las cosas de su terruño, la obra del escritor santiaguino resuma todo el áspero y sano sabor de la tierra. Todo cuanto de cerca o de lejos diga relación con su entrañable tierruca cobra ante su espíritu amables contornos, que él es el primero en traducir en letras de molde. Por eso será siempre Vicuña Mackenna el escritor nacional que mejor hará vibrar nuestro espíritu, el que ha de hablar el lenguaje más emocionante a nuestro altivo e ingenuo corazón, y el que ha de mover las más íntimas fibras de nuestra ánima precaria. Por esa cálida chilenidad que circula a través de todos sus escritos, antes que por otros no menos justos títulos, vivirá el autor de la Historia de Santiago en la gratitud y en el corazón de los chilenos» (364).

Paralelamente Vicuña escribe en «El Nuevo Ferrocarril» y más tarde en «La Nación» de Valparaíso y «El Veintiuno de Mayo» de Iquique.

Varios libros de texto e investigación nutridísima comenzaron a sucederse a partir de 1881. ¡A más de las obras de guerra! (365).

En Diciembre de aquel año apareció La edad del oro en Chile, o sea una demostración histórica de la maravillosa abundancia de oro que ha existido en el país, con una reseña de los grandes descubrimientos argentíferos que lo han enriquecido, principalmente en el presente siglo, y algunas recientes excursiones a las regiones auríferas de Catapilco y quebradas de Alvarado y Malcara.

Monografía erudita, en ella se investiga la explotación aurífera chilena a través de la conquista y del coloniaje. Las sombras de los aventureros ávidos que formaron en las huestes de Almagro y Valdivia parecen proyectar reflejos de romance. La heroicidad y la miseria se juntan, y tras de los pendones de aquel señor del mundo en cuyos dominios el sol no se ponía, va quedando un reguero de oro y de sangre que pesa como una maldición. Las razas perseguidas siembran con sus huesos los desiertos, los piques de mina, los campos yermos y aún en el atardecer de la vida colonial arden fuegos de tragedia. El dominio español no fue en América sino una expoliación continuada de las razas aborígenes. Inquisición para el espíritu, látigo para las carnes, hambre de todo. España habrá de reivindicarse con extenso apostolado intelectual en los tiempos del socialismo. ¡Qué los españoles tornen en espíritu lo que en oro y sangre se llevaron durante tres siglos de explotación!

Siguió El Tribuno de Caracas. Rasgos, noticias y documentos sobre la vida del ilustre prócer chileno don José Cortés y Madariaga, previamente publicado en las columnas de «El Mercurio». Acerca de esa figura, americana Vicuña pronunció ante la tumba de Bello, con ocasión del peregrinaje realizado por sus admiradores en el centenario del nacimiento de aquel hombre insigne, estas palabras: «treinta años justos hacia cuando él llegara a nuestras playas, desde que un chileno ilustre, tan grande y desdichado como poco conocido, náufrago como él, de la fortuna y de la guerra» peregrinando se detuviera en Caracas. «Y allí preparó, con más osadía y arrogancia que Carrera su sobrino, con una constancia que sólo puede compararse a la de O'Higgins, con un ardimiento que fué igual si no superior al de Bolívar, la emancipación de aquella parte cíe la vasta mazmorra intelectual que los reyes y las leyes de España forjaron en todos los lindes del Nuevo Mundo que les rindieran tributo de oro, y servidumbre, desde Venezuela a Chile». La obra revolucionaria de Cortés en la gran Colombia compensaba, a su entender, la ausencia de Bello, «maestro, legislador y prócer en Chiles».

El quinto y último volumen de la Historia General de la República de Chile apareció por esos días.

En Mayo de 1882 las vitrinas de los libreras mostraban otro nutrido volumen histórico: la Vida del Capitán General de Chile don Bernardo O'Higgins. Era una ampliación del Ostracismo, pues aquel se completaba con varios capítulos (366) acerca del exilio del director chileno en el Perú. Allí se narraban sus desencantos, sus esperanzas siempre renacidas, los nuevos e ilustres servicios que prestara a la causa de la independencia peruana, combatiendo bajo las banderas de Bolívar. Chile, la ilusión de Chile y de la reconquista del poder, constante miraje del ex-mandatario, pasa por las páginas de esa vida insigne. El O'Higgins de Vicuña Mackenna, magnificado por la lejanía, depurado por el sufrimiento, se presenta con el relieve de una, hermosa figura americana, en cuyo acervo el espíritu de, unificación no se halla distante de Bolívar, si bien no supo encontrar las elocuencias propias del genio que brillaban en el creador de la Gran Colombia. O'Higgins era un demócrata orientado por las circunstancias en el sentido de la fuerza. Bolívar fué un autócrata integral, un forjador de pueblos y de almas para quien las grandes construcciones, las supremas transformaciones requieren inevitablemente del dolor y de la fuerza.

Según declarara Mauricio Cristi, secretario privado de Vicuña, en articulo que produjo sensación, el historiógrafo había realizado en tres días la labor complementaria de su obra, esto es los capítulos consagrados propiamente al ostracismo. Y ello es tanto más notable cuanto él apresuramiento supuesto no se advierte en el estilo llano y armonioso, épico a veces, ni en la cuidada ordenación de los hechos o en la crítica histórica que los interpreta.

El mismo año 82 apareció un folleto de notable interés: Chile. (Times Printing House, Philadelphia). Era la colaboración solicitada a Vicuña, tocante a Chile, para la Enciclopedia Británica editada en Filadelfia. En esta monografía se presenta a grandes rasgos la tierra que el autor engrandecía con su propio nombre y obra. Nada escapa a esa visión global en la que se advierten previsiones singulares, pues, a vía de ejemplo, dice que cuando todo el territorio nacional esté habitado podrá sostener una población de 17 a 20 millones de habitantes. «Hay en este jugoso folleto -escribe Ricardo Donoso- anotaciones y glosas que sorprenden por su aguda, penetración y su atinada certeza. Utilísimo para conocer lo que el senador por Coquimbo pensaba de los servicios públicos, costumbres y bondades de su entráñatele patria, nos ofrece un esquemático cuadro de sus ideas fundamentales». Y manifiesta que puesto al día prestaría hoy «señalada utilidad a la obra de difusión y propaganda de nuestro nombre en lejanas tierras».

Esto parece sintomático. Hemos tomado el caso de una obra circunstancial, que encuentra-al ser juzgada por críticos de alta cultura, medio siglo después de haber sido escrita- valor de cosa eterna. Ahí está la explicación de por qué las multitudes acogen con entusiasmo los escritos de Vicuña en 1932. Es otro aporte a la consagración de su genio, ya indiscutido como observa Galdames en el libro magistral que consagrara a estudiar la juventud del grande hombre. El genio de Vicuña 1Iachenna hará eterna, en verdad, su obra.

Cerrado el año 82 (367), el siguiente no acusa disminución alguna en sus actividades literarias. Un libro a la memoria de la hermana más amada, inaugura las tareas de 1883. Dolores es un poema literario. La emoción, la ternura, los afectos superadores que unen a las almas por encima de credos y de clases, encuentran allí su más bella expresión. Don Jorge Huneeus ha dicho: «Para los que no alcanzamos a conocer ni a escudriñar personalmente los delicados pliegues del alma del grande escritor, es el libro de Dolores prueba evidente del supremo brillo con que en su autor se maridaban el talento, la imaginación tan manifiestos siempre en el ingenio chispeante de sus páginas y en el calor brioso de sus frases, -con la inspiración poética de un hondo sentir y con los arranques espontáneos de un estro poderoso que así sabía encumbrarse al lirismo pindárico del canto heroico en las alas ardientes de la elocuencia artística, corno sabía discurrir, desnudo de los atavíos y retóricos ornamentos, por el campo naturalísimo de la sencillez clásica» (368).

A continuación aparecen, con corta distancia, dos volúmenes de no escaso interés: El Libro de la Plata y El Libro del Cobre y del Carbón de Piedra en Chile. Ambos tratan de la explotación minera nacional, de su historia, de sus realidades y de cuanto el porvenir podía encerrar para aquélla, de acuerdo con sus previsiones rara vez incumplidas.

«Fruto de una investigación paciente y prolija -se lee en la obra de nuestras principales citaciones- El Libro de la plata señala un nuevo y feliz esfuerzo en la genial labor histórica y literaria de Vicuña Mackenna». Arqueros, Chañarcillo, las Condes y todas las principales minas y mineros encuentran una pluma siempre fresca que anima el relato, recordando consejas fabulosas, leyendas, encuentros, trabajos. Es el poema de los hombres que persiguen duramente el miraje de la fortuna, que a veces logran aprisionarla y los más acaba ella por vencerlos. Como en La Atlántida de Benoit, la diosa atrae a quienes quiere perder y a su sortilegio, devorador de vidas y de sueños, resulta difícil escapar.

Otro tanto puede decirse de El Libro del Cobre y del Carbón de Piedra. Completan ellos con La Edad del Oro una trilogía que, siquiera se la considere en su solo aspecto folklórico, posee singular relieve. La historia del esfuerzo de un pueblo que quiere engrandecerse y busca la posibilidad de labrar su independencia económica, se encuentra en sus capítulos. El protagonista, como en los libros dé guerra, continúa siendo el roto, el pililo -creación suya según afirma Feliú Cruz -el hombre-pueblo en suma, héroe supremo en toda la obra del historiador como fuera su supremo sostén en la tarea política y en la labor administrativa. En verdad no existe página de Vicuña en que no se encuentre presente a su pueblo, por manera que siempre que se intente investigar el desenvolvimiento de éste, su psicología, su avance cultural y económico; será menester estudiar prolijamente a Vicuña Mackenna. Tan indestructible unión hay entre uno y otro.

El libro de Novo y Colson sobre la guerra de España con Chile y Perú, escrito sin pasiones, por todo lo alto, inspiró a Vicuña, luego, una colección de cuadros y episodios que se reunieron en volumen bajo el título de Historia de la guerra de Chile con España (1863-1866). Las eruditas y bien pergeñadas páginas del eminente escritor español atrajeron al historiador de Chile, pues a la vez que recogían la huella de su acción, rendían justiciero y merecido homenaje al país que había levantado el pendón americanista.

Don Pedro de Novo y Colson escribió a Vicuña Mackenna larga carta, expresándole su gratitud. «Mucho me enorgullece y honra, le decía, la atención y el interés que ha merecido mi obra al mejor y Inés fecundo de los historiadores americanos. No dudará usted que considero esos estudios críticos como el más rico laurel y el más hermoso premio que hasta ahora he obtenido en mi carrera literaria» (369).

Otro volumen macizo entregaron las prensas a fines del año 83: Juan Fernández. Historia verdadera de la isla de Robinsón Cruzoe. Maravilloso relato en que la historia y la fantasía se hermanan para evocar, junto a la figura legendaria creada por Daniel Defoe-imaginada o real, por humana más real que imaginada,-las sombras de los prisioneros que relegara la Capitanía de Chile durante la agonía del coloniaje. Los perseguidos de todos los tiempos se dan la mano, y el relato pleno de interés, coge al lector no soltándolo hasta la página postrera. Bien que ello ocurre, por lo general, con toda la obra de Vicuña.

En 1884 fué dado a la estampa El coronel don Tomás de Figueroa, estudio critico y biográfico en que se relataba la vida de aquel jefe militar que intentó entregar su patria al dominio del rey de España en aquel tristemente célebre «motín de Figueroa», ocurrido en la plaza de Santiago el 1.° de Abril de 1811. Obra generosa, en ella se analizan los méritos anteriores de Figueroa y se estudian con benevolencia los sucesos de marras.

En el curso del siguiente año vió la luz otro de sus trabajos de interés nacional: A través de los Andes. Estudio sobre la mejor ubicación del futuro ferrocarril inter-oceánico entre el Atlántico y el Pacífico en la América del Sur. Sus 366 páginas contienen un arsenal de previsiones, datos y advertencias. Vicuña fue en realidad no sólo el precursor del ferrocarril trasandino, sino su más decidido impulsor coma lo comprobaría esta obra si la propia correspondencia del eminente ingeniero Mateo Clark, que dirigió los trabajos y trazó los planos, no se encargase de evidenciarlo (370).

Aparte los libros de guerra, un último volumen aparece en 1885 coronando la obra literaria dé Vicuña Mackenna. Es un canto de cisne, un admirable canto de cisne en que todas las cualidades del gran escritor-ingenio, poesía de romántica estructura, erudición, magia de estilo-se agudizan. Al galope se titula y al galope va el interés de los que leen, con el espíritu a la grupa de los caballos de Colmo. Relato de excursiones científicas y alegres paseos en que los días de la juventud van renaciendo. Cada paisaje, cada árbol, cada piedra del camino habla al autor con esa elocuencia inexpresable de las voces que llegan desde más allá del tiempo y de la vida. Y una pátina de dulce tristeza vela la alegría del sol. Comienza a atardecer y las primeras sombras caen sobre la enhiesta figura del prócer.

En esos años finales deben anotarse algunos folletos de no escaso interés: La cuna del cuerpo de bomberos de Santiago y su tercera compañía (1883) (371); Elisa Bravo o sea el misterio de su vida, de su cautividad y de su muerte (1884), en que se relata la historia de aquella infortunada mujer que naufragara en el Joven Daniel en 1849 y sobre la cual se tejió 'romántica y extraña leyenda; Blaine (1884), estudio acerca de aquel político norteamericano en relación con Chile (372); El último de los cuarenta asesinatos de doña Catalina de los Ríos (1884); La contabilidad del cadalso de los Carreras en Mendoza (1885) (373); Recuerdos íntimos. «A la grata memoria de Januario Ovalle Vicuña (1885), hermosa página saturada de dolor en que se evoca con ternura la silueta de un amigo muy amado, muerto en la primavera de ese año. Y para cerrar la lista este título: Una excursión a través de la Inmortalidad o sed reminiscencias de los grandes hombres que era el curso de mi vida he conocido en el nuevo y viejo mundo (374).

Cabe mencionar, en esta última cuenta literaria, su conferencia sobre los primeros británicos en Valparaíso, dada con éxito notable en la Young Mens Cristian Association el 20 de Marzo de 1884. Escrita con aquel notable homour que se revela en muchos de sus escritos, muestra las actividades de los ciudadanos del Reino Unido en tierras de Chile. Fué impresa, en inglés con el título de The first britons in Valparaiso (375). Una traducción española fue publicada en 1910 (376).

Años después de su muerte debían imprimirse otros volúmenes inéditos: Don Diego de Almagro (1889), del cual ya nos ocupamos, y El Washington del Sur -Cuadros de la vida militar del general Antonio José de Sucre-(1893). Con ocasión del primer centenario de su nacimiento aparecerían, también reunidos por primera vez en volumen, Terra Ignota (1930) (377); Algunos proverbios, refranes, motes y dichos nacionales; Crónicas de Valparaíso y Crónicas Viñamarinas (1931).

Los tiempos postreros no vieron decaer un minuto su actividad periodística. Hemos visto la asombrosa labor realizada en «El Mercurio» y que Donoso ha sabido juzgar en forma tan feliz. Otros diarios y publicaciones, especialmente «La Lectura» y la «Revista de Artes y Letras», se honraron con ensayos acerca de los más variados temas, en los que se incluían criticas de bellas letras y de pintura (378). Todos los grandes diarios de América reproducían sus principales escritos, los comentaban con alto elogio o daban detallada cuenta de sus trabajos literarios y políticos. Vicuña Mackenna era ya, sin disputa alguna, la más alta figura intelectual de nuestra América y así habría de recordarlo Rubén Darío al desembarcar en tierra chilena en 1886.

Diversas corporaciones extranjeras de nombradía mundial le habían acogido en su seno. En 1883 la Real Academia de la Historia lo nombró por unanimidad miembro correspondiente, a insinuación de don Antonio Canovas el Castillo. La Sociedad de Escritores y Artistas de Madrid y la Sociedad Universitaria de Montevideo, entre otras instituciones americanas, hicieron otro tanto. La Academia Española dé la Lengua, en sesión de 17 de Abril de 1884, resolvió, por acuerdo unánime, nombrarlo miembro correspondiente. Firmaron la proposición don Manuel Cañete, don Aureliano. Fernández Guerra y don Gaspar Núñez de Arce.

 

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Notas

362

Véase en el Vicuña Mackenna de Donoso (páginas 605 a 648) la Bibliografía periodística de Vicuña en el viejo rotativo chileno, durante aquel período.
Puede consultársela también en el libro de Feliú Cruz: Las Obras de Vicuña Mackenna, (Santiago, Prensas de la Universidad de Chile, 1932).
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363

Agradeciéndole el juicio que emitiera acerca de un libro sobre Monteagudo, el escritor argentino Clemente L. Fregueiro le decía (Buenos Aires, Febrero 17 del 81): «Por lo que respecta a mí, no tengo expresiones con qué manifestarle mi agradecimiento pues en la prensa extranjera es Ud. mi padrino de letras, como lo es Mitre en la del Río de la Plata. Con semejantes padrinos Ud. comprenderá los apuros del ahijado para salir airoso...»
Adolfo Saldías, en larga carta fechada el 3 de Diciembre de 1880: «Me complazco en reconocer que ese -mi libro está de hoy en más honrado, por el mero hecho de que se haya ocupado. de él uno de los talentos más fecundos y más brillantes de nuestra América».
El notable literato colombiano José M. Samper, que después tendría en Chile grata amistad con Vicuña Mackenna, le escribía desde Bogotá (Enero 17 de 1882): «He sido siempre y soy muy chileno, es decir, adicto a esa República hermana con viva simpatía, y desde que leí la primera obra de Ud. que vino a mis manos (muchos años ha) de na-rración de su viaje por Méjico, empecé a ser admirador de Ud. Mía ideas, que son de un conservantismo liberal, son garantía para mí mismo de la realidad de la admiración que tengo por Ud., puesto que, siendo Ud. radical, no puede obsecarme la prevención pro-veniente de la comunidad de ideas políticas».
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364

Donoso: obra citada, capítulo XXXVII (La vida es una faena).
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365

En el curso del año anterior apareció un nutrido volumen: la Patagonia. «(Estudios geográficos y políticos dirigidos a esclarecer la «Cuestión Patagonia», con motivo de las amenazas recíprocas de guerra entre Chile y la República Argentina)». Santiago, Imprenta del Centro. Editorial, 1880.
Acerca de esta obra, muy importante para el estudio de Vicuña Mackenna, pues en ella se encuentran notables datos acerca de su actuación como pacificador entre Chile y Argentina, nos hemos ocupado en el capitulo LXII del presente trabajo.
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366

La Vida de O'Higgins fué publicada simultáneamente con La dictadura de O'Higgins de Miguel Luis Amunátegui. Los 13 capítulos que se relacionan propiamente con la vida de exilio del director chileno, complementarias al libro publicado en1860, fueron tiradas, también, en edición aparte, con el titulo de: El ostracismo del General don Bernardo O'Higgins. Escrito sobre documentos inéditos y noticias auténticas. Tomo II, Santiago, Jover, editor, 1882. Según Feliú Cruz esta edición es rarísima.
En la Vida de O'Higgins debe mencionarse el capítulo adicional en que se trata de la repatriación de sus restos en 1869 e inauguración de su estatua en 1872, siendo Vicuña -inspirador de la última-Intendente de Santiago.
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367

Acerca de la labor periodística desarrollada en 1882, dice Donoso: «En-cara Vicuña Mackenna en sus artículos del gran diario porteño los más variados y pintorescos tópicos, que bajo su mágica pluma, cobran contornos de amenidad y seducción. Recuerda el biógrafo uno de sus más bellos artículos, Los grandes cometas históricos de Chile, reproducido y saboreado con placer en nuestros días» .. .
Y a propósito dé otro articulo-La previsión es el porvenir-apunta el señor Donoso: «La vigorosa acción de su potente espíritu llegaba hasta la lejana y rica provincia, siempre eficaz, despierta y empapada del más vehemente patriotismo. Señala las ventajas de la asociación; hace un resumen de reveladores datos estadísticos sobre el desarrollo industrial y económico del país; estudia los recursos de Tarapacá, su población y sus industrias; y adelanta algunas de las páginas de su nuevo libro, cuya impresión hace crugir y rechinar las prensas en esos momentos».
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368

El mejor poema de un gran poeta. (Véase: Corona Fúnebre de Vicuña Mackenna).
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369

Esa interesante carta, fechada en Madrid el 23 de Agosto de 1883, puede consultarse íntegra en la obra de Donoso. El historiógrafo español agrega en ella: «He recibido, mi ilustre amigo, siete grandes volúmenes de diversas obras de usted; me propongo leerlos todos, seguro de hallar en ellos nuevos motivos de aplausos hacia Chile, nación que yo conocía poco y cuyo estudio me inclina a profetizarle un porvenir de envidiable prosperidad y grandeza. Hallo en la raza chilena toda la altivez, valor y sufrimiento de la raza española, y al mismo tiempo las más apreciadas condiciones de la raza anglosajona».
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370

Dice Donoso, a propósito de este libro: «Con la originalidad y brillo propios de su admirable talento, con abundante acopio de datos nuevos, con rara sagacidad de investigación y con penetración de espíritu e imparcialidad que señalan su pasión por el progreso americano, Vicuña Mackenna nos ha dejado un estudio que vivirá vinculado a aquella notable obra. Su prematura muerte no le permitió ver realizados sus ardientes deseos, y hoy que éstos son' espléndida realidad inexcusable injusticia es que ni una humilde estación recuerde su nombre, ni los esfuerzos de su potente espíritu, que peleó tan rudas batallas por dotar a su patria de ese notable camino internacional».
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371

«(Homenaje de un antiguo compañero)». En sus 24 páginas se muestra el interés que Vicuña Mackenna sintió siempre por los bomberos, a cuya tercera compañía perteneció. Ellos y ésta le deben no escasos servicios, mal conocidos hoy. Justo es recordar que tanto la noble institución como los tercerinos han tomado parte en muchos homenajes a la memoria del gran ciudadano, singularmente en los de carácter nacional.
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372

El problema de la política intervencionista de Estados Unidos aparece previsto en este notable estudio, en toda su extensión. Hay una-frase suya que tiene valla; notable, pues establece la línea, política defensiva que Chile habrá de adoptar, indiscutiblemente, llegado el caso: «Mas, sea de ello lo que quiera-dice Vicuña Mackenna-lo que nos importa a los chilenos es saber nosotros mismos, y que lo sepa el noble pueblo americano, que aunque comparativamente pequeños, relativamente débiles y lejanos de los4uertes, por la cuenta de los grados geográficos de la tierra, estamos siempre listos, sin jactancia ni vanagloria, para ocurrir a la orilla del océano que circunda nuestras playas, para defen-derlas heroicamente de pie sobre su última roca, sosteniendo nuestro pabellón hasta su última astilla».
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373

Vicuña al escribir su Ostracismo de los Carreras ignoró aquel triste y vergonzoso rasgo de O'Higgins cuando envió al padre de José Miguel Carrera la cuenta del cadalzo de sus propios hijos.
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374

Existe otra edición hecha en Curazao en 1889 por la «Biblioteca Hispano Americana» de A. Bethencourt e hijos.
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375

The Firtst Briton In Valparaíso (1817-1827). Lecture delivered by Benjamín Vicuña Mackenna, esq. inaugurating the second annual course of public lectures under the auspices of the Young Men's Cristian Association. Valparaíso en the evening of March 20 JH., 1884. Valparaíso. Gordon Henderson y Cía., 1884.
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376

Valparaíso y los ingleses en tres siglos. Conferencia leída en inglés por don benjamín Vicuña Mackenna, ante la Young Men's Cristian Association de Valparaíso el año 1884. Santiago de Chile, Imp. Cervantes, 1910. (Segunda Edición).
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377

Véase el cap. LXI, de esta obra.
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378

Vicuña Mackenna fué gran protector de las bellas artes y de la pintura y escultura en especial. Siendo Intendente de Santiago dió especial impulso al desarrollo del arte chileno.
En tocante a bellas letras, ya se sabe cuanto hizo en favor de los escritores jóvenes y de qué noble y generoso modo estimulaba a todos aquellos en quienes vela la chispa inicial. Don José Toribio Medina, vg., lo reconoció por su maestro y cuando la Universidad de Chile celebró el 500 aniversario de la publicación de su primer trabajo, en inolvidable y solemne sesión, quiso el ilustre polígrafo recordar a Vicuña, rindiéndole su más alto homenaje. Juicios críticos varios honraron a escritores de diversos países americanos, entre los cuales a José María Samper, Gonzalo Bulnes, Adolfo Saldías, Clemente Fregueiro, Juan María Gutiérrez, Bartolomé Mitre y tantos otros. Entre los prólogos para libros de autores noveles, escritos en la etapa final, puede recordarse el de las Poesías de Pablo Garriga (1882) y el de «Viaje en torno al mundo por un chileno de Pedro del Río (1884).
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