ACTAS DEL CABILDO DE SANTIAGO PERIODICOS EN TEXTO COMPLETO COLECCIONES DOCUMENTALES EN TEXTO COMPLETO INDICES DE ARCHIVOS COLECCIONES DOCUMENTALES

Fuentes Bibliográficas
Segunda parte.
Capítulo XIV. Observaciones generales (3ª parte).

El estado de los caminos públicos es tan bueno como lo permite su extensión, la necesidad de abrir otros nuevos y los gastos que exigen su compostura con los pocos medios que lo reducido de nuestras rentas concede emplear en ella. Tres grandes caminos recorren el país longitudinalmente de norte a sur: el del valle central que une entre sí casi todas las capitales de provincias; el del valle de la costa, y otro que costea el litoral marítimo. El primero más importante y vigilado que los demás ha recibido mejoras de tal modo importantes que puede decirse se ha formado de nuevo. El que une a Santiago con Valparaíso no cede en nada a los buenos caminos europeos; otro tanto puede decirse del último que ha sido abierto en la cuesta de Chacabuco, entre

Santiago y Aconcagua. En la composición de estos caminos se sigue el sistema de Mac Adam. Otros caminos casi perpendiculares al eje de las cordilleras y que reúnen a cada paso entre sí cada una de las grandes arterias de la circulación, ponen en contacto las ciudades secundarias y los centros de agricultura con los medios de expedición que les son necesarios; pero estos últimos están lejos de llenar satisfactoriamente las necesidades de la población y de la industria. Se comienza ya a ver figurar sobre nuestros torrentes puentes magníficos, en lugar de puentes suspendidos en cables. Los que se han echado sobre el Maipo y Cachapoal excitan la admiración del viajero por su tamaño y solidez. En cuanto a los diferentes ferrocarriles, ya se ha hecho mención de ellos. Además del telégrafo eléctrico de Valparaíso a Santiago, que funciona desde algunos años atrás, dos líneas telegráficas destinadas a unir los extremos de la República a la capital, están en vía de ejecución. El servicio de correos marítimos y terrestres ha recibido mejoras inapreciables. Europa recibe al presente cada quince días comunicaciones de Chile, mientras que no hace mucho tiempo se necesitaban meses enteros para tener noticias de allí y siempre de un modo eventual y poco seguro. Se espera a cada instante el establecimiento de una línea directa entre Inglaterra y Chile. MM. Seymour y Peacock de Londres acaban de echar el primer buque a hélice que debe abrir a la humanidad esa nueva vía de comunicación tan largo tiempo exigida por el interés del comercio (93)

En cuanto a la fuerza armada, no tenemos sino el número de soldados estrictamente precisos para el servicio que no puede ser hecho por la guardia nacional y por los cuerpos que constituyen la policía urbana. No se cuentan sino 2.756 soldados de tropas de línea de los que

505 componen un regimiento de artillería,

1.600 componen 4 batallones de infantería,

572 componen 2 regimientos de caballería,

80 alumnos de la escuela militar.

Por insignificante que parezca el número de las tropas permanentes, la bella institución de la guardia nacional y los cuadros de oficiales que se tiene cuidado de conservar, ponen al Estado en aptitud de organizar, sin mucho trabajo y en poco tiempo, un cuerpo de ejército respetable para su defensa.

La inspección general de la guardia nacional, en 1855, después del licenciamiento de los individuos que tenían mas de 10 años de servicio, ha dado el siguiente resultado:

Artillería
886 hombres
Infantería
24.434 hombres
Caballería
15.430 hombres
Total
40.750 hombres

Los soldados de tropas de líneas están no sólo obligados a ejercitarse continuamente en las armas, sino que, cuando están fuera del servicio inmediato, son forzados a dedicarse al estudio en las escuelas primarias que se han establecido en los cuarteles.

El cuerpo de inválidos está formado de 127 sargentos, 73 cabos y 310 soldados.

La marina de guerra no es comparativamente más numerosa que el ejército permanente, sobre todo después de la pérdida de dos vapores y un trasporte, que dos naufragios y un incendio accidental arrebataron en menos de un año. Está reducida al presente a dos corbetas, de la cual una es de hélice de la fuerza de 200 caballos, a un vapor remolcador de la fuerza de 100 caballos, y a tres bergantines de vela, llevando en todo 66 cañones. El personal de estos buques, desde el grado de maestre cañonero hasta el de grumete, no llega más que a la cifra de 289 marineros. El de los marineros para el servicio de las chalupas de los gobernadores marítimos en los puertos, de los vigías y de los arsenales, es de 106. La brigada de marina, casi destruida por la pérdida desgraciada de los tres buques que acabamos de indicar, no se compone al presente más que de 178 hombres.

La necesidad de vigilar nuestras costas; de proteger los ciudadanos de la República en algunos de los desgraciados Estados del litoral del mar Pacífico; de unir, por comunicaciones más frecuentes, las provincias aisladas del sur a las del centro, y ante todo, de emprender nuevas exploraciones sobre nuestras costas desconocidas, a fin de abrir nuevos puertos al comercio, reclama el pronto aumento de nuestra marina de guerra. Así, el Gobierno, que ha pedido para ello la autorización a las cámaras, se ha ocupado, durante este último tiempo, en formar depósitos de maderas de construcción en Maule y Curanipe, erigir arsenales y mejorar las escuelas náuticas, de las cuales, una, para la marina militar, está instalada a bordo del pontón Chile, anclado delante de Valparaíso, la otra que se encuentra en San Carlos de Chiloé, está destinada a formar pilotos para la marina mercante.

Felizmente, Chile no necesita como otros países de un gran acopio de aprestos de guerra para atender a su defensa. No es vulnerable sino por sus costas; y aun para arribar a ellas es preciso emprender una larga navegación y arrostrar los peligros del cabo. Un desierto inaccesible lo separa al Norte del resto de la América, y la formidable cadena de los Andes, una vez que el reducido número de gargantas que permite el paso del hombre está ocupado por pequeños destacamentos, cierra herméticamente por la parte oriental al acceso de la parte civilizada de Chile.

El estado relativo de la instrucción pública merece ciertamente el aprecio no sólo de los que saben lo que era hace algunos años, sino aun de todos los que se complacen en ver a la humanidad elevarse, por el saber, al nivel de las grandes concepciones que parece llamada a realizar. Difundir la instrucción por todos los medios que han sido puestos a su disposición, ha sido una de las tareas principales de la administración actual.

Cuando en 1830, un propietario chileno podía obtener para la dirección de los trabajos de su propiedad un mayordomo que supiese leer y escribir, creía haber hecho un precioso descubrimiento y se jactaba de su adquisición; en 1854, deduciendo los niños menores de 7 años, se encontró ya, sobre 7,47 individuos, una persona que supiese leer y escribir. Esta proporción es sin duda satisfactoria si se considera que la educación pública no se regenera sino por los niños.

El Instituto Nacional, cuyas cátedras están ocupadas por profesores nacionales y extranjeros de una elevada capacidad; los colegios, y a falta de ellos, los liceos de cada provincia; las dos escuelas normales donde se forman preceptores de los dos sexos para las escuelas primarias establecidas en los conventos, en los cuarteles, a bordo de los buques de guerra, en lo más retirado de los campos, en todas partes, en fin, donde las rentas que les son afectadas permiten fundarlas; los establecimientos científicos, tales como el Museo de Historia Natural, el jardín de plantas, el Observatorio Astronómico; las instituciones especiales para formar religiosos, marinos y militares, la escuela de agricultura, la de artes y oficios, cuyas ramificaciones se han extendido hasta Talca, y que, lo mismo que la escuela de escultura, presentó ya, en 1856, hermosos productos en la exposición de Santiago; las escuelas de sordomudos para ambos sexos; la academia de pintura y el conservatorio de música, etc., rivalizan en celo y ardor para difundir por todas partes la instrucción y las luces. Se han hecho numerosas ediciones de obras elementales que se distribuyen a bajo precio a los que tienen los medios de adquirirlas y gratis a los que carecen de ellos. Cada cabecera de departamento tiene su biblioteca pública, cuyas obras que existen duplicadas, pueden ser llevadas a domicilio mediante un recibo, si la persona que las toma prestadas merece la confianza del bibliotecario, o, en caso contrario, contra el depósito de su valor; de este modo la biblioteca pública de los departamentos es la biblioteca privada de cada individuo. Se conceden premios anuales al trabajo, a la virtud y al saber; y agentes del ministerio de instrucción pública recorren incesantemente el país, bajo el nombre de visitadores de escuelas, a fin de vigilar a los profesores, escuchar sus observaciones y transmitir al Gobierno el resultado de las investigaciones de que están encargados, para que pueda dar a la educación de las masas un desarrollo más amplio y más conforme a sus necesidades.

Nuestras relaciones exteriores son satisfactorias. La lealtad y la buena fe, inseparables de la dignidad, habiendo presidido siempre los actos diplomáticos del Gobierno chileno, le han valido el respeto, la consideración, la amistad y la benevolencia de todos los demás gobiernos con quienes está en relación; la paz y el comercio han dado a la República más influencia y poder entre los Estados de origen español.

El asunto de las demarcaciones territoriales con el Estado argentino que amenazaba turbar nuestra tranquilidad ha sido postergado por el más liberal de los tratados de amistad y de comercio, para ser zanjado amigablemente o sometido a un arbitraje, sin que haya que recurrirse a las armas. Los tratados concluidos con el Perú, la Nueva Granada, México, la América del Norte, las provincias argentinas, España, Francia, el Reino Unido de la Gran Bretaña y la Cerdeña, hacen honor a las partes contratantes, por su liberalidad y por las mutuas franquicias que conceden al individuo, a la industria, al comercio y a la marina (94). La República adhiriéndose a todos los grandes principios de la economía política y del derecho internacional, ha seguido no sólo paso a paso las reformas que el espíritu del siglo ha creado, sino que las ha anticipado; porque antes que el Congreso de París hubiese pensado en discutir los cuatro puntos del derecho marítimo que ha sancionado, Chile los había ya estipulado con corta diferencia, en dos tratados, y los había propuesto, como base de este derecho, a la aceptación de todas las Repúblicas americanas.

Al principio de la igualdad de banderas y a sus ventajas recíprocas, se han adherido hacia Chile las Ciudades Libres y Hanseáticas, Suecia, Noruega, Dinamarca, Oldemburgo, Hanover, Austria, Inglaterra, Bélgica, los Paíse Bajos, Francia, Cerdeña, los Estados Unidos de América, el Brasil y algunas de las Repúblicas hispanoamericanas. Esta convención tan ventajosa no existe muy completa con España, porque el real decreto de 3 de enero de 1852 no concede la reciprocidad sino en los derechos de tonelaje, y deja en vigor los derechos diferenciales de internación.

Para cuidar del mantenimiento de las relaciones internacionales y de los intereses del comercio, Chile mantiene dos ministros plenipotenciarios, uno en Francia, y otro en el Perú; cinco cónsules generales, de los cuales tres están en Europa y dos en América, y cincuenta cónsules ordinarios, distribuidos en las plazas principales del mundo mercantil.

Llegamos al término de la tarea que nos hemos impuesto, cual es la de trazar un bosquejo bastante general de Chile para que pueda dar una idea de su conjunto como país y como Estado, y bien poco voluminosa para que esté al alcance de los negociantes y emigrados a quienes principalmente está destinada. Se nos podrá tachar de escasez de conocimientos científicos en las diferentes materias que abraza, pero no de falta de verdad. Consideraremos logrado nuestro objeto, si consigue llamar sobre Chile la atención del europeo, cuyo pensamiento pasa superficialmente sobre el nuevo mundo y no se detiene sino ante los nombres tradicionales del Perú y México, con los cuales Chile no tiene otra analogía que la comunidad de origen.

Lo repetimos, Chile es el único asilo de la paz, del orden y del progreso en la antigua América española; allí, las garantías individuales son un hecho consumado; la agricultura no está agobiada como antes con el peso del diezmo; los mayorazgos han sido abolidos; la internación de máquinas e instrumentos que tienen por objeto el cultivo de la tierra, es libre, así como la de los animales, plantas y nuevas semillas; las minas han dejado de ser gravadas para siempre con sus antiguos impuestos; el hierro, el acero, la pólvora de cañón, los ladrillos refractarios, el combustible, las máquinas e instrumentos destinados a facilitar su explotación, lo mismo que los específicos para el tratamiento de los minerales, están exentos de derechos. El amor al trabajo es estimulado por remuneraciones generosas, por la instrucción pública, por las nuevas necesidades que se han sabido crear y por el deseo de satisfacerlas inmediatamente. La industria extranjera es llamada, protegida y subvencionada. Las vías de comunicación terrestres y marítimas, esas arterias del comercio y de la civilización, casi impracticables antes por los esfuerzos combinados de las leyes prohibitivas y de la naturaleza, se han multiplicado, mejorado y puesto a la disposición del hombre. Establecimientos de beneficencia pública, cajas de ahorro, asociaciones industriales y comerciales, bancos de descuentos, de crédito hipotecario, vías férreas, gas, en fin, se encuentran proporcionalmente entre nosotros, en perfecto estado de ejecución o en vía de realización tantas mejoras como pueden encontrarse en los estados más civilizados de la vieja Europa. La humanidad debe a Chile un nuevo código de leyes civiles, confeccionado por uno de los jurisconsultos más distinguidos de nuestra época; las ciencias naturales, la gran obra publicada, bajo los auspicios del Gobierno, por el profesor Gay; y la astronomía, las rectificaciones resultantes de las observaciones hechas a domicilio en el hemisferio austral.

¿Quiere saberse lo que era Chile en 1823? En esa época, el Director Supremo Freire, en su mensaje al Congreso Constituyente, se expresaba así: "Mis predecesores han hecho ver a la nación que, a cualquier parte donde se dirija la vista, no se encontrará más que instituciones que formar y obras que emprender y que un nuevo gobierno tendría precisamente que crearlo todo. He sentido el peso de esta verdad"(95)

En 1827, el Congreso -que acababa de aceptar la dimisión de este jefe y obligar al vicepresidente a tomar el puesto poco ambicionado de Director del Estado- preguntaba con ansiedad a los pueblos asombrados de su propia libertad, de la que no sabían que hacerse, por cuál forma de gobierno querían en fin decidirse"(*).

 

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Notas

93

Los dos primeros barcos a vapor que navegaron desde Chile por aguas del Pacífico, el Chile y el Perú, fueron de la Pacific Stream Navigation Company y lo hicieron desde 1840. Véase, Arthur C. Wardle, El Vapor conquista el Pacífico. Anales de las hazañas marítimas 1840-1940. Valparaíso, 1940.
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94

Estos tratados fueron impresos en el Tomo 1 de la Colección de tratados celebrados por la República de Chile con los Estados Extranjeros. Santiago, 1857.
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95

No hay que confundir este Mensaje, dirigido al Congreso Constituyente, con otro, más conocido, impreso en una hoja con el título, El Director Supremo los pueblos de la República. Santiago, 1823. El que cita Vicente Pérez Rosales, por otra parte, no se registra en el Redactor de las Sesiones del Soberano Congreso, correspondiente a ese año.
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Decreto de 22 de julio de 1827.
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