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Fuentes Bibliográficas
Homenaje a Vicuña Mackenna Tomo 2º.
Capítulo LIII.

Cuando Vicuña Mackenna asumió la Intendencia de Santiago uno de sus proyectos principales fue transformar en jardín el cerro Huelen, situado en el corazón de la ciudad confiada a su mando. Era de seguro un viejo sueño concebido en los días de la primera juventud o en las fantasías ardorosas de su adolescencia, muchas de las cuales pudo y supo realizar en el camino de la vida. Imaginación de artista, sensibilidad de poeta, dinamismo de constructor eran necesarios para hacer del Huelen un jardín.

Más los sueños se realizan a veces.

En 1872 el cerro Huelen -que en lenguaje araucano significa dolor, como símbolo, acaso, de su visión árida y desolada-era refugio de maleantes y cementerio de heréticos, a quienes la intransigencia y el fanatismo criollos expulsaban de la comunidad aún después de muertos. Entre sus piedras encontraban, también, reposo los suicidas. Los chicos de las escuelas iban a hacer la cimarra y las gentes del pueblo practicaban el amor, el amor que no sabe o no puede cubrirse de lujos.

Los españoles habían construído una defensa y una prisión bajo el nombre de Castillo de Hidalgo.

Si contempláis las viejas fotografías de Santiago; anteriores a la transformación, veréis una hosca masa de piedras y tierra. Incitación a -las consejas medrosas que espantan a los niños o a la melancolía de los hombres sin hartura. Masa inquietante no invitaba a la esperanza ni era adorno en una ciudad que alcanzaba por entonces los honores de ser la primera capital sudamericana.

¿Era posible hacer de todo ello un jardín? Vicuña Mackenna había traído a la Intendencia la varilla de los cuentos. Y el milagro se hizo.

Uno de los primeros actos del Intendente, recién instalado, fue suspender los trabajos de demolición que se realizaban en el Santa Lucía, nombre puesto por los españoles al Cerro, y entre sus primeros decretos figuró el nombramiento de una comisión encargada de iniciar trabajos para transformarlo. Esta actuó, colaborando con el mandatario, y sus planos y presupuestos sirvieron de base para el nombramiento de la Comisión Directiva del paseo de Santa Lucía, compuesta de cincuenta vecinos de la capital, que se hizo con fecha de 20 de Mayo. Se necesitaban cincuenta mil pesos para las obras gruesas y el primer día reunió Vicuña cuatro mil, por suscripción.

Los trabajos se iniciaron el 5 de Junio con sesenta detenidos del presidio, transformados en obreros meritantes y pagados. Su número subió presto a ciento cincuenta, llegando a más de quinientos el total de hombres ocupados en 1a magna empresa. Se trabajaba de día y aún de noche. Los dinamitazos que abrían las piedras o hendían rocas despertaban al vecindario, las carretas que llevaban tierra vegetal o transportaban escombros se sucedían en procesión ininterrumpida. Era una fiebre de laborar, un inaudito quererlo todo y tornarlo todo realidad. La fantasía de un gran poeta cristalizaba en rocas y jardines, en estatuas, en terrazas aéreas, en plazas, en miradores, en lagos, en avenidas, en plantaciones que un día cubrirían con su sombra a los trabajadores en descanso y a las parejas de amor.

El 17 de Septiembre de 1872, cuatro meses después de iniciadas las obras y casi terminado ya el camino de circunvalación, se inauguraba oficialmente el cerro de Santa Lucía, ante el estupor de los vecinos de Santiago que habían sindicado de locura al Intendente, durante todo ese lapso. «Vicuña Mackenna está loco, decían los pacatos habitantes de la metrópoli. ¿Pues no se le ha ocurrido transformar en parque un basural?» Y a ese estupor se añadía, en muchos, el desencanto de no poder acusarlo de despilfarro de los dineros municipales. ¿Cómo hacerlo si el dinero que se gastaba era, en manera, casi exclusiva, producto de erogaciones privadas hechas para aquel preciso objeto? (219). El Presidente de la República presenció, en ese mismo acto solemne, la colocación de la primera piedra de la Ermita en que un día reposaría su jornada enorme el loco de 1872.

Llevadas a término las obras principales; por decreto de 21 de Septiembre Vicuña dispuso el inmediato trabajo de las accesorias. En pocas semanas comenzaron a surgir jardines, bosquecillos, lagunas, barandas, monumentos, como por arte de magia. «Pocas veces se ha trabajado en una obra pública con más ardor» decía el Intendente. Ese ardor, que puso en todas las empresas que acometiera, era su varilla de brujo.

Quería Vicuña Mackenna dar al Santa Lucía aspecto de construcción medioeval, en que lo risueño y lo severo se alternasen. La sonrisa del Renacimiento asomando entre las almenas y las rocas de un gigantesco castillo. «Ya hemos dicho -escribe en su Segunda Memoria sobre el Cerro- que el paseo está concebido en su conjunto y en sus detalles bajo el punto de vista de una colosal construcción feudal». Las portadas coloniales, la gran plaza central, la entrada magna así lo evidenciaban. Más tarde manos indoctas profanaron la obra maestra, llevando la osadía de su barroco mal gusto a extremos increíbles. Deber de las administraciones del futuro será la restauración total del Santa Lucía en la forma en que Vicuña Mackenna lo dejara en los días de su Intendencia.

Y no se olvidó a los niños en esa obra. Vicuña estableció recreos infantiles, sitios de juegos, carruseles. Los niños eran para el transformador lo primero en que debía pensarse, el número uno de todo programa social o nacional. No en balde estaba puesto en la infancia su corazón v clavada su garra en el tiempo, en el tiempo eterno.

En los años 73 y 74 se continuaron las obras, instalándose agua potable y luz. En ese período se vaciaron 18,000 carretadas de tierra vegetal para los jardines. Se terminó la Ermita. Se instaló un restaurant. Se fundaron una Biblioteca y un Museo Histórico Colonial. Estas dos últimas empresas, que no fueron por cierto de las menos interesantes, han desaparecido a manos de consejales torpes o inescrupulosos. Todo eso deberá ser restaurado. En el Museo tuvieron colocación numerosas reliquias de la dominación española, no pocas obras de arte y una curiosa galería de retratos de los gobernadores de Chile, ejecutados por pintores nacionales bajo la dirección inmediata de Vicuña, quien reconstruía, de acuerdo con indicaciones de antiguos cronistas, aquellas fisonomías de que no quedaba otra memoria.

La Biblioteca, que llevó el nombre de Carrasco Albano, y el Museo se inauguraron oficialmente en Septiembre de 1874. Y luego lo fueron las obras de agua potable, la estatua a la ciudad de Caracas, las cascadas, las grutas, entre las cuales la pintoresca llamada de la Cimarra.

Finalmente el Cerro fue entregado a la Municipalidad de Santiago. En dos años y pico consumóse la magna obra; la que más amaba, al decir del gran Intendente, y la única que le enorgullecía. Durante su gestación se dieron a la estampa diversas publicaciones (220) que llevan su firma. Y el «pago de Chile» debía, finalmente, servirle de premio (221).

Pero constituía harto grata compensación para su espíritu el haber plasmado en árboles, en flores, en mármol y en piedra el más hermoso de todos sus sueños.

Años más tarde, cuando la vegetación había crecido, en el reventar de muchas primaveras, y era su sombra amable y propicia, Rubén Darío, paseando una mañana de sol por las avenidas del Cerro, en compañía de Pedro Balmaceda y otros amigos de aquella época, dijo que el Santa Lucía cuya Ermita guardaba ya las cenizas de Vicuña Mackenna-podía considerarse como el más grandioso monumento que jamás pueblo alguno había eregido a la memoria del más grande de sus hombres.

 

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Notas

219

Pero el Santa Lucía -escribe Vicuña Mackenna- ha sido atacado, desconocido y hasta maldito, olvidados que hasta Abril de 1872 ese lugar era una madriguera de malhechores y un sitio infecto y nauseabundo, se declaró desde el primer día que su adaptación para un paseo público era un delirio. Y después que el delirio fue un hecho, se aseguró que esto mismo, es decir el éxito, era una falta, casi un delito, porque allí se invertían con las dos manos todos los recursos de da ciudad».
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220

He aquí la lista de esas publicaciones: Un año en la Intendencia de Santiago. (1873). -La transformación de Santiago. (1872). -El Paseo de Santa Lucía. Memoria de los trabajos ejecutados desde el l.° de Junio al 10 de Septiembre, leída a la Comisión Directiva del Paseo por el Intendente de Santiago. (1872). -El Paseo de Santa Lucía. Lo que es y lo que debería ser. Segunda Memoria de los trabajos ejecutados desde el 10 de Septiembre de 1872 al 15 de Marzo del presente año. Presentada a la Comisión Directiva del Paseo por el Intendente de Santiago. (1873). -Album del Santa Lucía. Colección de las principales vistas, jardines, estatuas y obras de arte de este paseo, dedicado a la Municipalidad de Santiago por su actual presidente. (1874). (Una tirada aparte de la introducción de esta última obra fué publicada con el siguiente título: El Santa Lucía. Guía popular y breve descripción de este paseo para el uso de las personas que lo visiten). La verdadera situación de la ciudad de Santiago. Carta familiar y breve exposición que et intendente de Santiago dirige a los miembros de la Honorable Municipalidad del departamento. (1874). - Catálogo del Museo Histórico del Santa Lucía. (1875). -Breve exposición documentada de los trabajos emprendidos y ejecutados bajo la administración Vicuña. Mackenna en la provincia de Santiago y en la capital de la República (20 de Abril de 1872, 20 de Abril de 1875). Discurso de despedida leído a la Municipalidad en su sesión de 19 de Abril de 1875.
Acerca del Album del Santa Lucía escribe Donoso: «Tal publicación es el mejor documento para apreciar, en toda su vasta magnitud, la genial acción del autor de la Historia de Santiago al transformar el sombrío peñasco en una rumorosa y floreciente floresta.

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221

Después de haber renunciado Vicuña Mackenna a la Intendencia de Santiago, la Municipalidad tomó a su cargo la deuda de 50,000 pesos, contraída para integrar los gastos de transformación del Santa Lucia, con garantía personal del Intendente. Pero más tarde, durante la campaña presidencial de 1875-76, fue obligado Vicuña a tomar sobre si el monto total de la deuda. «Don Federico Errázuriz -escribe Ricardo Donoso- con una mezquindad y plebeyez de espíritu que no le perdonará la posteridad, ejerció ante el nuevo Municipio su poderosa influencia para que revocara el acuerdo mediante el cual se hizo cargo de la deuda que pesaba sobre el Santa Lucía. Y como se pensó se hizo: la Municipalidad revocó su acuerdo anterior y dispuso se entregara la administración del Cerro a su genial creador, debiendo hacerse cargo de sus deudas. Vicuña Mackenna tuvo que hipotecar su haber personal para hacer frente a los cuantiosos compromisos que pesaban sobre la obra que era todo su orgullo y ponerse al frente de su administración». Vicuña, pagó, pues, de su bolsillo las deudas del principal paseo de Chile y por consecuencia de ello perdió todo su escaso peculio personal y comprometió los bienes de su esposa.
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