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Fuentes Bibliográficas
Homenaje a Vicuña Mackenna Tomo 2º.
Capítulo LII

El 30 de Octubre desembarcaba Vicuña Mackenna en Valparaíso, y meses más tarde, no sin resistencia de su parte, era nombrado Intendente de Santiago por el Presidente Errázuriz, su antiguo compañero de luchas políticas, junto al cual se había batido en más de una trinchera. Asumió su alto cargo, en medio de la expectación general, el 20 de Abril de 1872.

¿Cuál era la fisonomía de la capital de Chile, que por aquellos años contaba alrededor de ciento treinta mil habitantes? Vicuña Mackenna la ha descrito en una de sus obras más atrayentes:

«En los días a cuya tumultuosa memoria está consagrado este libro (214), la buena ciudad de Santiago entregábase al reposo de la noche en harto más blando lecho que al presenté. Ni la charla bulliciosa de los clubs, ni los boletines profusos de la prensa, ni la acerada lengua del telégrafo, venían a crispar los nervios del tranquilo vecindario, ni a disputarle en su silenciosa almohada; y así, después del toque de ánimas, que había sucedido a la lóbrega queda de los antiguos castellanos, la población, alumbrada a trechos por unas cuantas soñolientas lámparas de aceite, asemejábase a un campo de blancas tiendas cuyos fuegos hubiesen apagado los prevostes de la ronda. Sólo el día era consagrado al bullicio, a los encuentros, al trasiego de la ponzoña de los odios, a las deliberaciones y a los golpes recíprocos de la autoridad y de la resistencia».

Este retrato que correspondía al Santiago de 1851 podía virtualmente aplicarse al de 1872. El gas había reemplazado al aceite. Unos pocos edificios nuevos y nada más.

Animación sólo podía encontrarse en los períodos de agitación política que sólo eran, a menudo, los electorales. El resto del tiempo, salvo en los grandes trastornos públicos, Santiago vivía vida colonial y dormía con sueño de marmota: Cierto es que una falanje selecta de hombres de acción y de pensamiento desarrollaban las influencias no escasas de sus espíritus y cierto es, también, que dominaban virtudes de sobriedad. Pero sólo una élite vivía realmente. La inmensa masa, sin distinción de clases, vegetaba.

Era una ciudad simpática en que los huertos de las casas aromaban el ambiente en primavera y en estío ofrecían la paz de su sombra. Todo se movía en ritmo lentísimo y los servicios públicos, deficientes y mal atendidos, eran apenas remedo de urbanismo. Por las calles transitaban carretas, coches de cajón alto tirados por jamelgos mestizos y los chicos ponían fa nota familiar y bulliciosa de sus juegos. En los atardeceres, después de la temprana cena, los señores de cierta edad sacaban a la puerta sus silletas de paja y comenzaban a devanar la madeja suculenta de los chismes. En las casas señoriales solía congregarse de tertulia la gente moza, con cuidada vigilancia de sexos, y algunas boticas o librerías reunían pequeños círculos de políticos atareados a deshora, en intrigas del oficio.

Una larga voz de queda, un toque de ánimas eran todavía el símbolo de la capital, corrido ya más de medio siglo desde el afianzamiento de la independencia.

Esa ciudad, sumida aún en resabios y vaguedades coloniales, iba a transformarse bajo la vara mágica de un fuerte constructor, de un incomparable animador de almas y de obras.

Vicuña Mackenna se puso inmediatamente a la tarea y el 22 de Abril esbozó, ante la Municipalidad, sus ideas en relación con un plan general de mejoras. Comentándolo editorialmente, en su edición del día 25, decía El Ferrocarril: «Su discurso es un gran puñado de proyectos en bosquejo, que abarcan nada menos que la transformación de Santiago. Ahí se piensa en su seguridad, se piensa en su embellecimiento, se piensa en todo cuanto pueda hacer cómoda y alegre la vida de sus habitantes. Es verdaderamente colosal el campo de trabajo que abarca la mirada del nuevo presidente de nuestra edilidad. Aquí proyecta una plaza y una estatua, más allá un soberbio paseo, un poco más allá la reconstrucción de nuestros barrios pobres: Se propone maravillas. Casi es para creerse en pleno sueño de las Mil y una Noches».

Ese programa comprendía la transformación total de Santiago, la canalización del río Mapocho, la renovación de los servicios de policía, de agua potable, el fomento real de la instrucción primaria en favor de las clases proletarias.

Su actividad es única, múltiple, inverosímil. Nombra comisiones, inaugura monumentos, pavimenta calles, abre avenidas, crea museos, planta jardines, inventa parques. « El señor Vicuña Mackenna -dice El Ferrocarril del 9 de Agosto de 1872- ha traído a la administración local una actividad que levanta asombros, pues raya en maravilla. Ha hecho de su gabinete de Intendente una verdadera tienda de campaña. Ahí se saluda a la aurora y se está en el trabajo hasta la media noche. Aquello tiene mucho de febril, y los actos van de prisa como los muertos de la balada alemana. En unos cuantos meses se han emprendido obras que aguardaban su hora de largos años atrás. El presidente de nuestra edilidad convierte en hecho cada idea que le visita, sin detenerse a medir las dificultades. ¿No hay recursos? ¡Se les encontrará! Santiago es bastante rico para cubrir el presupuesto de su embellecimiento. Y eso- es cierto. Nada sé ha escapado a la mirada de nuestro primer edil, ni nada ha sido descuidado por él. Se ha ocupado de nuestras fiestas y de nuestros dolores, organizando lazaretos, organizando exposiciones de arte e industria, delineando y construyendo plazas, avenidas, paseos. Aguardemos un poco y Santiago se ostentará joven, hermoso, regenerado».

En tres años Vicuña Mackenna realizó el milagro.

Nada lo detenía. Ninguna consideración, ningún obstáculo, ninguna protesta eran suficientemente fuertes para desviarlo de su camino. ¿Faltaba dinero? Vicuña golpeaba a las puertas de -los ricos, pedía, exigía; su elocuencia y su artificio eran ganzúa que sabía penetrar hasta las bóvedas de los avaros. Hacía competencia de filantropía y generosidad entre los pudientes, abría suscripciones públicas y privadas y como si esto fuera poco puso a saco su propia casa y a contribución de guerra el patrimonio de los suyos. ¿Sobrevenían protestas o se interponía la tozudez de algún magnate intransigente? Pues si no querían avenirse a razones se investía con todo el peso de una autoridad que era ya indiscutible. Cuéntase, por ejemplo, de cierto personaje riquísimo cuya casa cortaba por mitad el Camino de Cintura (215), en plena realización. El dueño se negaba a venderla y no existía posibilidad de expropiársela. ¿Qué hacer? Aprovechando el veraneo de su recalcitrante propietario, ordenó el Intendente que se demoliera la casa de marras. Y entre gallos y media noche fue retirado todo el menaje y suprimido el obstáculo a golpes de barreta. Horas después pudo ser inaugurada la nueva avenida.

Un libro suyo recogió todos los proyectos que más tarde fueron realizándose: La transformación de Santiago. En sus páginas, notas y observaciones está en potencia ya, la magna obra.

El 15 de Septiembre de 1872 se inauguró oficialmente la Exposición nacional de Artes e Industrias.

El 17 del mismo mes se inauguraron los primeros trabajos del Cerro Santa Lucía, que debía ser su mejor obra edilicia.

En 1873, después de corto descanso veraniego, reanudó sus trabajos con tres documentos que causaron sensación. Un decreto organizador de la Exposición del Coloniaje, una carta a Monseñor Ignacio Eyzaguirre sobre dicho proyecto y sus Apuntes e instrucciones para la explotación y reconocimiento de las lagunas Negra y del Encañado.

El día 6 de Marzo, acompañado de reducida comitiva, parte a la cordillera y la exploración se efectúa, abriéndose nuevos rumbos y reservas a la vida de la capital.

El 4 de Mayo inaugura el monumento de los escritores de la Independencia, obra de su iniciativa, como todo.

El 5 de Mayo lee ante la Municipalidad su memoria: Un año en la Intendencia de Santiago. Lo que es la capital y lo que debería ser. En esa memoria, recogida en volumen, se encuentra el índice de la magna. labor cumplida en ese primer período de su mandato. EL Ferrocarril, que sigue paso a paso la labor ciclópea, no puede menos de decir en su editorial del 13 de Julio: «La vida administrativa del señor Vicuña Mackenna bien puede llamarse un prodigio de actividad, de trabajo, de iniciativa inteligentes». «Ninguna cuestión grande o pequeña le ha tomado desprevenido. Se ha acordado de los felices y de los desgraciados. Ha pedido a aquellos sus escudos y ha dado a estos los escudos de aquellos. Mientras improvisaba un espléndido paseo sobre el lomo bravío de un montón de rocas, pensaba en procurar a los desheredados de la fortuna albergues cómodos, sanos, alegres, visitados por la luz, el sol, el aire, la vida. Ha llamado a la puerta de la generosidad, y la generosidad le ha abierto a su llamado».

El 17 de Septiembre de 1873 inauguróse la Exposición del Coloniaje, fruto de especiales esfuerzos combatidos por la desconfianza criolla. En sus salones se concentró cuanto de algún valor o mérito había sobrevivido a la Colonia, desde los cuadros y obras de arte a los muebles, carruajes, monedas, ropas, manuscritos. Todo un mundo muerto volvía a renacer ante el asombro de un pueblo. Y tal era el ingenio de Vicuña que hasta el Catálogo, redactado por su pluma, tenía sabor singularísimo. De las anotaciones que sobre personajes históricos se hacen en él, dice Donoso (216) que son «biografías hechas de cuatro pinceladas, conservando los razgos más salientes, que dan a esa publicación, por encima de su interés ocasional, un valor de epitome de diccionario biográfico chileno».

Ese mismo año 73 propuso y obtuvo del Ministerio del Interior la aprobación de una nueva subdivisión política y administrativa del departamento de Santiago.

En el otoño de 1874 emprende la visita de la Provincia, que entonces abarcaba más de 24,000 kilómetros cuadrados, comprendiéndose la actual provincia de O'Higgins, departamento de Rancagua a la sazón. El 10 de Abril, escoltado por comitiva de funcionarios y periodistas, la inició, dividiéndola en dos etapas. La primera terminó el día 27. «Atendió durante ella Vicuña Mackenna todos los servicios públicos,-escribe Donoso en su libro-recorrió las escuelas, los hospitales, constató el estado de los puentes y -los caminos, fomentó el establecimiento de escuelas de primeras letras en locales adecuados y encareció la creación de otras nuevas, secundó las iniciativas o las lanzó él mismo, para tender líneas férreas, mejorar las vías públicas y dotar de agua potable a las poblaciones más destacadas. Prestó oído a toda queja, atendió toda petición, oyó al humilde y al poderoso, y sostuvo eficazmente toda iniciativa de bien público. Como él mismo lo reconocía, fué una palanca poderosa que removía los obstáculos, alentaba las voluntades vacilantes y movía todos los recursos. Hombre de acción rápida y decisiva, puso inmediatamente por obra sus proyectos, cambió los funcionarios ineptos, interpuso su influencia ante los jefes de los servicios que no eran de su resorte, y toda la vida pública recibió un poderoso impulso de renovación, de actividad, de vida».

El día 4 de Mayo inició la segunda etapa de su visita, dándole remate, con igual fruto y trabajo, el día 10 de dicho mes. Semanas más tarde un nuevo volumen recogería tal labor: La visita de la provincia de Santiago practicada. por el Intendente don Benjamín Vicuña Mackenna.

En Septiembre da a la estampa, a manera de historia íntima de sus trabajos, una Carta familiar que lleva el título de La verdadera situación de la ciudad de Santiago. Dice Donoso de ella que está escrita «con esa risueña liviandad y regocijado espíritu que dan a sus páginas tan profunda seducción». (216). El distinguido biógrafo del transformador de Santiago, añade aún: «La lectura de esta breve y amenísima Carta familiar es el mejor medio para apreciar, en toda su magnitud, la admirable labor edilicia de Vicuña Mackenna, que de un aldeón triste y monótono, hizo una hermosa ciudad moderna, con paseos admirables, calles anchas y bien pavimentadas, en la que la vida podía correr amablemente».

Las labores del Intendente no se dan tregua, Cada día se inicia o se inaugura una nueva obra o aparece un informe luminoso o se nombra una comisión escogida. El dinamismo reina. Se trabaja no sólo para la época. Las transformaciones futuras quedan proyectadas, los planos hechos, las necesidades previstas con visión de genio. Cincuenta años más tarde, cuando los recursos económicos obtenidos por une, dictadura militar, de triste recordación, permitieron iniciar trabajos de importancia, estos hubieron de seguir el camino trazado por Vicuña Mackenna. Es privilegio exclusivo de los grandes hombres vivir más allá de su vida, actuar más allá de su tiempo.. .

El Ferrocarril, que no cesaba de tributar justicia al Intendente, decía en su editorial del 24 de Septiembre de 1874: «Nada o bien poco habría podido hacerse en los últimos años sin la actividad, la inteligencia, la invectiva creadora del señor Vicuña Mackenna. Las obras más- considerables de la edilidad santiaguina se deben a los recursos extraordinarios procurados por su presidente. Ahí están atestiguándolo Santa Lucía, el Camino de Cintura, las avenidas que han facilitado las comunicaciones, embellecido la ciudad, aumentado los barrios cómodos y los barrios elegantes» (217).

Hasta el último momento trabajó. Una nueva ordenanza de patentes aparece en su folleto Las finanzas de la ciudad de Santiago en 1875 y sus reformas en la policía capitalina dan oportunidad a otro estudio: La policía de seguridad en las grandes ciudades modernas.

El último año (74-75) vio renovadas actividades del mandatario (218). Casi todo estaba ya hecho. El Parque Cousiño era una realidad. Matadero, Vega, edificios públicos, nuevos barrios, calles, plazas, avenidas.. . La transformación de Santiago se había consumado.

Y la ciudad nueva, la capital que dejaba su gastado manto de harapos coloniales, rejuvenecida, renovada, espléndida, podía ostentar como su joya más alta el cerro de Santa Lucia.

 

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Notas

214

Historia de la Jornada del 20 de Abril de 1851.
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215

Hoy Avenida Vicuña Mackenna.
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216

Obra citada.
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217

Entre las innumerables actividades de Vicuña Mackenna en la Intendencia de Santiago conviene mencionar la creación de una escuela de sordo-mudos, la fundación de la Sociedad Protectora de Animales, la creación del servicio médico nocturno, el levantamiento del censo, la reglamentación de las casas de prendas, la nueva organización de las subdelegaciones.

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218

Vicuña Mackenna fué reelegido el 10 de Abril de 1875 para desempeñar la Intendencia de Santiago por un nuevo período constitucional, pero la proximidad de su campaña presidencial lo movió a renunciar definitivamente el día 20 de aquel mes.
Una de las postreras actividades en la Intendencia fué su aporte final al estudio de las propuestas relacionadas con la canalización del Mapocho, obra que constituyó punto principal de su programa.
El 19 de Abril presidió por última vez la Municipalidad de Santiago y dio lectura ante ella, reunida en sesión especial, a una interesantísima memoria que vió luego la luz pública con el titulo de Breve exposición documentada de los trabajos emprendidos y ejecutados bajo la administración Vicuña Mackenna en la provincia de Santiago y en la capital de la República. 20 de Abril de 1872-20 de Abril de 1875.
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