ACTAS DEL CABILDO DE SANTIAGO PERIODICOS EN TEXTO COMPLETO COLECCIONES DOCUMENTALES EN TEXTO COMPLETO INDICES DE ARCHIVOS COLECCIONES DOCUMENTALES

Fuentes Bibliográficas
Homenaje a Vicuña Mackenna Tomo 2º.
Capítulo XLVII.

Después de examinada la labor literaria de Vicuña en esos años, veamos de paso algo de su vida íntima antes de subir con él las escalas del vapor que por cuarta vez había de conducirlo a tierras extranjeras.

«Desde el 4 de Marzo estoy casado con mi prima Victoria Subercaseaux», escribía a un amigo (201), y en carta a don Claudio Gay, que lo fuera muy dilecto, definía a su compañera como una «joven de 19 años, cuya belleza y virtud nada dejan que desear a mi ambición» (201). Esa era la verdad. La mujer que había de compartir la parte más trascendente de su vida pública y darle las casi, únicas dulzuras de tan trabajada existencia, reunía todos los requisitos que hubiera podido soñar la fantasía del grande hombre. Era mujer excepcional, fuerte en los días difíciles, trasunto de supremas delicadezas femeninas, inagotable fuente de solidaridad humana en las épocas críticas de su patria, plena de señorial belleza que las fotografías de juventud reflejan pálidamente en espera del pincel que sepa interpretarla. Sus razgos físicos y morales han sido ciertamente dignos del bronce.

En esa mujer que nada dejaba que desear a su ambición, había una cultura bien fundamentada y todos los atributos que la imaginación y el amor colocan en la mujer que hemos soñado y acaso no entrará nunca en nuestra vida, porque con haberla soñado tan alta y tan acabada pusimos llave en las puertas y clavando la mirada en los lejanos horizontes no supimos advertir que a, nuestra vera pasaban las mujeres humildes y sencillas, las que hubieran podido ofrecernos ese poco de ternura humana que no sobra ni aún en la vida de los felices.

Pero Vicuña Mackenna tuvo la compañera ideal y en su vida entró la mujer que sus sueños más ambiciosos habían forjado.

Era una compensación del destino. Era la más alta compensación que el destino podía darle.

La compañera le brindaría muchas veces el refugio de sus ternuras, bálsamo en las horas en que el dolor golpea y por la ancha puerta se van los seres que hemos amado, camino del país sin regreso. Y fueron desfilando. El 7 de Enero de 1869 moría su hermano Juan en la flor de su edad. El padre, más que padre hermano y camarada de los días más bellos de la juventud y de las más ardientes rebeldías de los años de fuego, -¿no había quemado con él y junto a él el oro de las locuras espléndidas y con él compartido las fiebres de las cárceles, los fríos de los campamentos, los heroísmos de los campos de batalla y las amargas zozobras del ostracismo?- envejecía. El supremo camarada envejecía y antes de que transcurriesen muchos otoños había de estrechar su mano la mano fraterna y el pecho palpitante, saliendo al oscuro camino sin orillas con la dulce sonrisa del hombre limpio de hieles y los cabellos nevados flotando al gran viento que viene del país de las sombras.

Y soplan vientos glaciales. El dolor es un gran lecho de nieve erizado de puntas de fuego. Y en el lecho del dolor hay millares de puñales invisibles que desgarran las entrañas.

Pero la compañera está próxima, inseparable hasta el último minuto. Dice una carta de la intimidad: «llevo una vida tranquila al lado de mi mujercita» (202). ¿Qué más agregar? El amor habita en él. Y el amor es juventud, es soplo mañanero, toque de alba que suele sonar en los espíritus aún en las horas del crepúsculo físico, porque el crepúsculo sólo penetra realmente en nuestra vida cuando ha huido de ella el amor.

 

__________

Notas

201

Archivo Vicuña Mackenna, tomo 173.
Por aquellos mismos días, su amigo Adolfo Ibáñez, que tan interesante papel desempeñara en muchas de las gestiones diplomáticas de Chile durante el pasado siglo, le es-cribía desde Valparaíso: « Prensadísimo he venido de tu amable e interesante esposa: quiera Dios que goces con ella por largo tiempo toda la dicha de que ambos son dignos».
volver

202

Archivo Vicuña Mackenna, volumen 173.
volver