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Fuentes Bibliográficas
Homenaje a Vicuña Mackenna Tomo 2º.
Capítulo XLV.

De regreso a Chile Vicuña Mackenna reanudó de inmediato las labores de secretario de la Cámara de Diputados. Su posición era difícil. Ligado por lazos de amistad al Presidente de la República y a la mayoría de los hombres de gobierno, no estaba, empero, de acuerdo con las líneas generales de la política oficial. Encontraba qué en la Moneda había debilidad y acaso un poco de poltronería. El jefe del Estado, hombre ecuánime y de recto espíritu, no se atrevía a emprender reformas sólidas, modificaciones de carácter sustantivo. Era por excelencia un contemporizador y su ideal parecía expresarse en un acuerdo amigable de los partidos, en tregua de pasiones y de luchas, antes que en enfocar seriamente los problemas políticos y constitucionales que se iban atropellando sobre la vida del país.

Vicuña Mackenna, cuyo espíritu doctrinario reaccionaba de modo vigoroso ante la tibieza del ambiente, escribía a su primo Claudio Vicuña Guerrero el 29 de Agosto: «Todo cuanto me dices del gobierno es por desgracia ciertísimo. Yo me he penetrado de ello durante mi ausencia, en que me dejaron abandonado a mi suerte, y por esto desde que llegué, a pesar de las manifestaciones oficiales, me he encerrado en la concha y no sé ni pregunto nada». «En fin, hijo, añadía, como individuo tengo motivos para estar contento del gobierno, como patriota no. No hay iniciativa, como tú dices, no hay plan, no hay creación, no hay actividad en nada».

Su actitud quedaba definida: enfriamiento con el gobierno y cortesía con sus dirigentes.

La vida social en esos momentos esbozaba un compás frívolo. Las fiestas y reuniones se sucedían y nadie pensaba sino en divertirse. Saraos como aquél, histórico, de la quinta de don Enrique Meiggs, que fue una feerie recogida en crónica admirable de Vicuña, hablaba a los santiaguinos del refinamiento exquisito que suele hacer amable la vida de los poderosos. Su ardido democratismo le decía que esas puertas debían abrirse no sólo para los que allí estaban. Mas, cuantos continuarían esperando en vano a las puertas del banquete.

Cansado de agitaciones mundanas y de desencantos políticos (189) -la vida de los hombres de ideología recia en lucha con ambientes en que domina un egoísmo gregario es trágico acumularse de desencantos políticos- partió rumbo a la región austral en compañía de su hermano Juan, a quien la muerte acechaba ya Lebu, Valdivia, Osorno y las tierras de Chiloé le despertaron gratas impresiones, procurándole sedante descanso.

Meses mas tarde, en Marzo de 1867, se renovó el Congreso Nacional, siendo elegido diputado por dos pueblos a la vez, lo que era índice del rápido avance de su popularidad. Constituída la nueva Cámara de Diputados recibió otra vez nombramiento de secretario de la Corporación, en forma casi unánime.

En Abril de 1868 el gobierno le confió tarea de importancia. Se trataba de acumular informaciones sobre la costa austral de Chile, que permitieran, ocupando un punto entre Chiloé y Magallanes, tomar posesión de la Patagonia. Vicuña cumplió el cargo con el más celoso entusiasmo.

1868 fue para Vicuña Mackenna año de agrias polémicas, en cuyo decurso debía beber hasta las heces en el vaso de la ingratitud nacional y de la malevolencia criolla. Al clásico pago de Chile se juntaría el nativo espíritu de envidia, que es en estos terruños americanos, singularmente en el valle que riega el Mapocho, una de las más agudas fuerzas negativas. Con ella se han de estrellar los idealistas, los constructores, los que buscan luz en la sombra, esto es cuantos tuvieren la audacia de clavar la mirada más allá del límite aldeano.

Planteada en el Congreso la acusación contra la Corte Suprema que presidía don Manuel Montt, por el diputado don Vicente Sanfuentes, Vicuña Mackenna pronunció en sesión de 29 de Agosto de 1868 largo discurso sobre el particular, recordando como él mismo había adherido moralmente a la acusación formulada por don Manuel Antonio Matta en 1859. Citó en esa oportunidad su artículo de La Asamblea Constituyente en que trazaba el ya famoso paralelo entre Portales y Montt.

Las palabras de Vicuña -aún cuando más tarde con elevado espíritu votara en contra de la formación de causa, esto es porque no se sometiera a los jueces acusados de la Corte Suprema al veredicto del Senado- despertaron «las envenenadas iras del Ferrocarril, el batallador órgano del Montt-varismo» (190). Este, en sus columnas editoriales atacó en forma indigna a Vicuña y no satisfecho, el 3 de Septiembre respondió a una larga carta de aquél, publicada el día anterior, con un «editorial de dos columnas ahíto de envenenado apasionamiento» (190).

El ex-Agente Confidencial de Chile «ante la sostenida campaña de calumnias del diario carrilado» (190) pronunció en la Cámara de Diputados, en sesión de 5 de Septiembre, un discurso que impresionó al país. «Si hay vidas, dijo, que están más arriba de toda sospecha, esa vida es la mía, que ha rodado por más de treinta años en medio de vosotros, limpia, laboriosa, consagrada siempre a las más altas y desinteresadas tareas de la República». «Recordó, comenta Donoso, cómo la pasión política ofuscaba los espíritus, los servicios que en la adquisición de buques le prestara el capitán Wilson, y leyó una serie de documentos probatorios de cómo su regreso de Estados Unidos lo hizo gracias a la ayuda pecuniaria de sus amigos. Llevó su prolijidad y delicadeza hasta dar detalles de los dos únicos negocios particulares que había hecho en su vida, «porque hoy día, en Chile, en Santiago principalmente, decía, donde todos vivimos como en una gran familia, las fortunas, como las costumbres, los caracteres, los vicios, las virtudes, todo es transparente».

La campaña de «El Ferrocarril» fue secundada por dos periódicos de caricaturas que vivían del escándalo y de la procaz explotación de chismes y pasioncillas. Eran «La Linterna del Diablo» y «Charivari». Caricaturas groseras, e insolentes versainas debidas a la pluma de un hijo del doctor Rodríguez Aldea, ocupaban las páginas del último.

Vicuña arrastró a los tribunales a todos sus difamadores, en sucesivos juicios de imprenta que apasionaron a la opinión pública.

Acusados los números 4,008, 4,012 y 4,015 de «El Ferrocarril» se declaró el 10 de Septiembre que había lugar a la formación de causa. Dos días más tarde se constituyó un jurado ante el cual denostó con brillo a sus perseguidores, mostrando como ante su actitud en la acusación a la Corte Suprema y para «aplacar los furores sagrados» se le había escogido en calidad de víctima. «Esta es, señores, dijo, la escondida, pero profunda explicación del escándalo que váis a castigar». Y analizando su vida pública, mostró que era « un hombre que todo lo había sacrificado a su patria desde su más temprana niñez y que personalmente puede ostentar todavía la santa pobreza en que como hombre de pensamiento, en un país en donde todavía el pensamiento es una especie de castigo, ha vivido y vivirá siempre orgulloso». Terminaba su discurso solicitando se condenara al «Ferrocarril» a mil pesos de multa y al editor a cuatro años de prisión.

El jurado absolvió a Francisco Godoy, el redactor culpable, luego que éste se dispuso a consignar en un acta «que no había tenido el propósito de hacer ningún cargo» que afectase a Vicuña en «su dignidad como hombre público y privado».

Otro jurado se reunió el 14 de Septiembre para juzgar la acusación de Vicuña Mackenna a ciertas versainas publicadas anónimamente por Fanor Velasco en «La Linterna, del Diablo»; número del 5 de aquel mes. La sentencia condenó al editor del pasquín a cuatrocientos pesos de multa y pago de costas.

«El juicio contra el Charivari, cuenta el señor Donoso, despertó enorme interés y apasionó a la opinión pública. El mismo Ferrocarril reconoció que se congregaron más de cuatro mil personas en los alrededores del local donde debía reunirse el jurado. «El gran espectáculo de ayer, escribe en su editorial de 17 de Septiembre, será de eterna recordación en los anales de la prensa. De diez años a esta parte, jamás se vio una agitación pública, un movimiento popular más compacto y pronunciado».

La audiencia se inició a las tres de la tarde del 16 de Septiembre con un elocuente discurso de don Bernardino Opazo, vicepresidente de la Cámara de Diputados, quien disertó sobre la parte legal, defendiendo a Vicuña. Este pronunció, luego, extensa oración en la cual analizaba los móviles que impulsaban a don Luis Rodríguez Velasco, autor de venenosos versos, recordando tristes episodios de otro juicio en que, acusado Vicuña, la ley y la razón le habían dado el lauro. El veredicto, emitido después de media hora de deliberación, condenó a Rodríguez a pagar una multa de ciento-treinta pesos a más de las costas judiciales. Conocido el fallo Vicuña fué acompañado hasta su casa por «una poblada» que lo vitoreaba entusiastamente.

«Tal fué el epílogo de los famosos jurados de Septiembre, escribe Donoso. Vicuña logró en ellos el más espléndido triunfo: sus calumniadores recibieron la condigna sanción y él recibió el homenaje debido a su inmaculada honradez»(191).

Es oportuno recordar que en esos lances ingratos, el ilustre hombre público se vio acompañado por las personalidades más selectas del país y por toda la opinión popular. En la prensa seria contó con el apoyo decidido de «El Mercurio» y «La República» (192).

Su labor parlamentaria de esos años fué intensa. La acusación a la Corte, de que ya hemos hablado, y más tarde la cuestión de Arauco, la llenaron en parte. En esta última terció de modo decisivo, pronunciando en sesión de 10 de Julio de 1868 un discurso memorable (193). «Por su familiaridad con las cuestiones históricas,-escribe, a propósito, el distinguido y ya tantas veces citado biógrafo -Vicuña estaba particularmente capacitado para hablar con lucimiento sobre ese aspecto del asunto, y de ahí el interés y justificada trascendencia de su discurso». En sesión de 14 de Agosto hizo otra disertación que completó su tesis, determinando rumbo definitivo en la política indígena del gobierno.

El día 3 del mismo mes presentó otro proyecto, renovatorio de su moción de 1864, con el fin de autorizar los fondos necesarios para repatriar los restos de O'Higgins. El proyecto fue aprobado y al año siguiente se le dio definitivo cumplimiento, tributándose un homenaje nacional al ilustre guerrero de la independencia. Nombrado miembro de la comisión que debía encargarse de eregir la estatua del prócer, trabajó en ella durante los meses finales del 68.

Ese mismo año, llamado a integrar la comisión organizadora de la Exposición Nacional de Agricultura, redactó, con tal fin, un programa en compañía de don Domingo Bezanilla y colaboró en el respectivo reglamento. De aquellos trabajos salió, a más de la Exposición agrícola, otra de útiles de labranza que sé fijó para 1869. El 5 de Mayo fué inaugurada la principal por Vicuña Mackenna, quien pronunció largo discurso en el que vertía su pensamiento en el sentido de propiciar una nueva Sociedad de Agricultura y un Código Rural, cuya necesidad se hacía cada día más evidente. El éxito de la empresa era completo. «La firme y resuelta voluntad de Vicuña escribe Ricardo Donoso-había sacado triunfante en gran manera esta iniciativa, la primera de su especie que-se realizaba en el país. El más franco éxito coronó sus esfuerzos, y con justificados motivos pudo quedar satisfecho de los resultados de su obra.» «Uno de los votos formulados por Vicuña Mackenna en la inauguración de la exposición logró también el más lisonjero éxito: de allí, la instalación, bajo nuevas bases, de la Sociedad Nacional de Agricultura a cuya existencia están actualmente vinculados los más vitales intereses agrícolas del país» (194).

Con fecha 17 de Mayo del 69 presentó por tercera vez renuncia del cargo de Secretario de la Cámara, que le fué rechazada en forma unánime. Su labor burocrática era compartida con actividades parlamentarias de interés. En Agosto se opuso al envío de obispos al Consejo Ecuménico de Roma por cuenta del Estado y en sesión de 30 de dicho mes analizó la misión de Muzzi en Chile.

Mociones benéficas, ayuda a sus propios enemigos a quienes soplasen vientos de adversidad, labor de comisiones y fiscalización levantada, tal fué su aporte cívico en el Congreso chileno hasta su partida a Europa en 1870. Las reformas habían sido batidas pero mientras en ,su cuerpo alentaran fuerzas sabría sostenerlas y bregar por ellas desde la tribuna o en el llano, al lado del pueblo.

 

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Notas

189

En 1866 se vió obligado a defender sus adquisiciones navales en Estados Uni-dos. Puestas en tela de juicio las condiciones de una de las naves -el Ne Shaw Nock-- Vicuña hubo de salir a la palestra, publicando en «El Ferrocarril» de 16 de Agosto una exposición «a todos los marinos chilenos de tierra firme». «La chispa de las pasiones-decía en ella-ha incendiado nuestro campamento y los soldados de la prensa, perdida la magnánima disciplina de la primera hora se entregan a una cruel algazara de censura y de difamación en que todo parece olvidarse, el peligro, el insulto no vengado, la suerte precaria de la patria».
A propósito de las difamaciones que sufriera Vicuña Mackenna-de las cuales el órgano Montt-varista, irritado por la acusación a la Corte Suprema, se hiciera eco-el digno capitán Guillermo Willson, sintiendo toda la abominable injusticia que entrañaban, le escribía desde Valparaíso, con fecha 6 de Enero de 1868:
«Me ha sido muy sensible el ser testigo de todas las molestias que Ud. ha sufrido; pero al fin Ud. ha conseguido desvanecerlas. A la verdad que Ud. ha pasado por una época de prueba y obtenido sólo una triste recompensa por los innumerables sacrificios porque Ud. pasó en los Estados Unidos a fin de servir a su país. Sólo Dios lo sabe ahora, pero luego sabrán todos que Ud. merecía mejor y diferente correspondencia... Cuando reuno mis recuerdos y contemplo todo lo que Ud. trabajó de día y de noche, sin descanso alguno, en los Estados Unidos y pienso cuán anal ha sido Ud. pagado, me estremezco de indignación». El texto inglés está firmado: W. S. Willson.
Véase: La calumnia y El castigo de la calumnia.
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190

Donoso, obra citada.
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191

Un folleto de 124 páginas a dos columnas reunió la documentación de aquellos jurados. Véase El castigo de la calumnia. Compilación de las principales piezas de los procesos de imprenta promovidos contra el diario El Ferrocarril y los periódicos La Linterna del Diablo y El Charivari (1868).
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192

La República publicó dos extensos editoriales: El Jurado (13 de Septiembre) y La Calumnia Reprimida (17 de Septiembre). El discurso de Vicuña Mackenna pronun-ciado en la Cámara de Diputados en sesión de 2 de Noviembre de 1867, mereció a aquel diario el calificativo de genial.
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193

Ese discurso y los otros pronunciados por Vicuña Mackenna sobre la materia están recogidos en su folleto La Conquista de Arauco.
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194

Dos escritos de Vicuña dicen relación con aquellas labores: Informe General presentado a S. E. el Presidente de la República sobre los trabajos de la Comisión Directiva de la Exposición Nacional de Agricultura celebrada en Santiago de Chile en Mayo de 1869 y Memorias presentadas a la Comisión Directiva de la Exposición Nacional de Agricultura en el certamen de 1869.
(La principal, contenida en este último folleto, es una de Vicuña sobre Bosques y maderas).
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