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Fuentes Bibliográficas
Homenaje a Vicuña Mackenna Tomo 2º.
Capítulo XXXIV.

Una semana después de declarada la guerra entre Chile y España, guerra que, según se ha dicho, tuvo su origen en el espíritu americanista con que Chile había manifestado sus simpatías al Perú después de la ocupación de las islas Chinchas y en la intransigencia con que Pareja sostuvo las reclamaciones españolas, Vicuña Mackenna recibió, estando en la Comisión de Subsidios de que formaba parte, una esquela en que el Ministro de Relaciones Exteriores lo llamaba urgentemente a su despacho (137).

«Me hizo presente el señor Ministro -cuenta Vicuña en su libro Diez meses de misión a los Estados Unidos de Norte América como agente confidencial de Chile (138)- que me llamaba para exigirme un sacrificio al que estaba seguro no sabría negarme. Le contesté que iría al fin del mundo por servir a mi patria en la guerra de honra y dignidad que acababa de declarar. Me explicó entonces su pensamiento. El gobierno deseaba enviarme a los Estados Unidos en una misión inusitada, pero de alto honor, en su concepto, la misión de agitadas». «Acepté en el acto, y sólo puse una condición para partir en pocas horas: la de que no se me ligase con ninguna traba diplomática ni de formalidad oficial, pues yo no quería títulos ni honores, sino servir eficazmente a mi país según mis` humildes facultades. Rehusé, pues, un nombramiento diplomático que el señor Covarrubias cortésmente me ofreció, y yo mismo le indiqué que sería suficiente el de agente confidencial. No hablamos de sueldo. El señor Ministro me dijo que me daría una «ración de guerra» (4,000 pesos). Yo, que conocía el país a dónde iba, comprendí que esa ración no era sólo de guerra sino de hambre, pero me resigné gustoso a ella, pues me garantizaba mi pan y mi techo, que era cuanto yo necesitaba en la capacidad en que iba a servir». «Yo era pobre y pedí al señor Ministro todas las libertades en el desempeño de mi comisión, excepto una sola, la de manejar los dineros del Estado. La historia íntima de mi país me había enseñado lo delicada que era esa libertad» (139).

Vicuña Mackenna estrechó la mano del Ministro, fue a conferenciar con el Presidente de la República, y en pocas horas arregló sus equipajes, bien exiguos, y se despidió de los amigos más íntimos, sin revelar el secreto de su partida.

¿Qué razones impulsaron al gobierno de Pérez a ofrecer a Vicuña misión tan delicada? Su americanismo probado; la influencia americanista ejercida por él sobre sus contemporáneos, especialmente en el seno del Congreso y entre los miembros mismos de 1a administración, y la trascendental labor realizada a partir de 1862 en la Sociedad de la Unión Americana de Santiago, de la cual fuera alma.

Esta labor y el espíritu americanista de Vicuña Mackenna tendremos oportunidad de analizarlos extensamente más adelante.

El agente confidencial de Chile, valorando la importancia de la tarea que le fuera encomendada, no perdió un minuto como hemos visto, y al día siguiente estaba a bordo de la nave que debía conducirlo al norte (140).

Ya en viaje, recordando acaso dulces emociones que lo habían tocado en el alma, redactó su «última voluntad.

La pluma del hombre que tan a menudo escribía entintando en su propio corazón, trazó esta página (141):

«El testamento del que no deja sino la memoria de su honor y de su desinterés es bien corto. Esta cuartilla de papel es demasiado larga para contenerlo. En primer lugar, deseo que mis restos, si se encontrasen, sean sepultados en el Cementerio de Santiago, bajo una losa modesta que no contenga sino mi nombre y esta inscripción: «Murió por la libertad de su patria».

«Lego todos mis manuscritos históricos, que comprenden más de cien volúmenes, a la Biblioteca Nacional de Santiago.

«Lego a mis padres y a cada uno de mis hermanos los libros de mi correspondencia privada, en que están las cartas que ellos mismos me han escrito, y algunos objetos de los pocos que poseo entre mis muebles.

«Deseo que mi hermano Nemesio distribuya todos mis libros entre mis amigos, haciendo lotes de ellos, y confiándolos a los que él crea conserven un grato recuerdo de mí. Le recomiendo a mis primos Claudio Mackenna y Claudio Vicuña, a Ruperto Ovalle, Alvaro Covarrubias, Marcial González, Moncayo, los Amunátegui, Domingo Santa María.

«Deseo que mis hermanos hagan cualquier demostración en mi nombré a mis primas Carmen Ovalle, Elena Undurraga, Mercedes Ignacia Iñiguez y Victoria Subercaseaux, a las cuales he creído deber alguna estimación entre las demás personas de la familia. A la última que le entreguen algunos cuadros que le había prometido, si ella los reclama. Igual manifestación desearía que hicieran a mis queridas amigas Dominga Serrano, Joaquina Concha y Mercedes García, cuya amistad ha sido siempre para mí de gran valor.

«En todo lo demás confío mi memoria a los que hayan conocido mi carácter y mi corazón, y sepan comprender los sacrificios que el amor de la patria impone a los espíritus elevados».

El romántico testamento, que lleva el hermoso sello de su juventud, está fechado en Chincha Alta el 20 de Octubre de 1865.

Fué escrito en horas en que Vicuña Mackenna pensó embarcarse, trocando su pluma por una espada.

 

 

 

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Notas

137

A la sazón desempeñaba ese cargo don Alvaro Covarrubias.
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138

Tomo Primero.
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139

De acuerdo con la petición de Vicuña Mackenna el manejo de los fondos necesarios al desempeño de su misión fue confiado al señor Asta-Buruaga, Encargado de Negocios de Chile en Estados Unidos.
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140

Fué nombrado con fecha 30 de Septiembre y partió secretamente de Santiago el 1° de Octubre. Ese mismo día le fueron extendidas las instrucciones oficiales a que debía someterse.
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141

Puede consultarse integra en el libro de Ricardo Donoso
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