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Fuentes Bibliográficas
Homenaje a Vicuña Mackenna Tomo 2º.
Capítulo XXXII.

Las elecciones de 1864 ofrecieron a Vicuña Mackenna oportunidad de entrar al Congreso. Desde el año anterior sus amigos liberales de La Ligua trabajaban en su favor y cuando el candidato visitó el departamento, pudieron testimoniarle, en numerosas demostraciones, las simpatías generales de que gozaba.

El 6 de Marzo le fué ofrecido un banquete a que asistieron los hombres de ideas más avanzadas, brindándole ocasión de afirmar mejor su plataforma electoral que contenía dos puntos fundamentales: lucha contra las actividades políticas del clero y reforma de la Constitución. «Por el carácter que, desde el principio ha asumido la, cuestión entre nosotros, dijo en su discurso de aquel día, sabéis ya con certeza, señores, que el adversario con quien vamos a luchar para vencerlo, es ese elemento nuevo y peligroso que pretende invadir el campo de la política y que no vacilo en llamarlo por su propio nombre, el elemento clerical».

La situación eleccionaria no se presentaba clara, pues, el Ministro del Interior don Manuel Antonio Tocornal, impulsaba semi oficialmente la candidatura conservadora de M. Irarrázabal. Sin embargo no hubo intervención y Vicuña obtuvo un triunfo completo, quedando electo diputado.

En cuanto se inauguró el nuevo Congreso Vicuña Mackenna fue elegido secretario de la Cámara de Diputados. Inmediatamente presentó una moción para que fuesen repatriados los restos de O'Higgins, rindiéndoseles los honores dispuestos en la ley de 13 de Julio de 1844. Fué aprobada con rapidez.

Dedicóse de lleno a sus tareas de legislador, dejando un poco de mano las de orden literario (136). Uno de sus discursos más importantes -y no fueron pocos los que pronunciara en el decurso de su mandato- es el que consagró en la sesión de 1.° de Septiembre a la defensa de los intereses indígenas, expoliados por todo el mundo y abandonados de la autoridad. Apoyó con su palabra, también, una moción en que solicitaba se autorizase al Ejecutivo para invertir 12,000 pesos en la preparación de un Código Rural.

Apenas iniciadas las labores parlamentarias, en 1864, la atención de los congresales se concentró en los acontecimientos gravísimos que provocaba España. La ocupación de las islas Chinchas por la escuadra del almirante Pinzón había excitado la opinión pública de toda América. La de Chile vibraba en honda cólera y voces venidas de todas partes reclamaban la intervención del gobierno. Este solicitó y obtuvo del Congreso autorización para invertir fondos en el fomento de la marina de guerra. Su actuación digna y levantada mereció desde luego aplauso unánime. La Cámara aprobó una moción condenando los actos de intervención en América a la que adhirió con entusiasmo Vicuña. Sin embargo, el interés general no tardó en decaer ante la actitud asumida en Lima por el general Pezet y sus consejeros, quienes se entendieron con España; actitud que podía apreciarse como de traición a los intereses nacionales del Perú.

Nombrado, a fines de Diciembre, miembro de la Comisión que debía proponer los medios adecuados para el fomento de la emigración extranjera, ésta le designó secretario y miembro de la sub-comisión que redactaría las bases de su labor. Vicuña trabajó intensamente, dando a la estampa, a mediados del año siguiente, un voluminoso estudio: Bases del informe presentado al Supremo Gobierno sobre la inmigración extranjera por la Comisión Especial nombrada con ese objeto y redactada por el secretario de ella. El informe, de notable. valor técnico, estaba dividido en dos partes, de las cuales la segunda contenía una' reseña histórica acerca de la inmigración en Chile desde la colonia hasta la ley de 1845. En la primera parte se analizaba prolijamente el problema, recomendándose de modo especial la colonización alemana. «La observación, escribía Vicuña, ha demostrado que el mejor colono posible es el alemán, considerado el hombre como carácter, como individuo de una raza especial, como ciudadano de una comunidad política, .como ser en fin, sujeto a ciertos hábitos y a ciertas necesidades». El análisis de la calidad de diversos tipos de inmigración resulta admirable al ser juzgado hoy, después de más de sesenta años de experiencia.

El gobierno, al que se recomendaba una inteligente y previsora. política de inmigración, dejó dormir el proyecto en el vasto cementerio de sus archivos.

El año 65 fué de gran actividad parlamentaria para nuestro diputado. En julio tomó parte en el debate abierto sobre derogación de la ley de responsabilidad civil proveniente de delitos políticos, y en Agosto presentó una moción sobre organización de casas de prendas, destinada a defender los intereses de las clases trabajadoras, pues pondría coto al irritante expolio de los prenderos. En su proyecto, que no alcanzó a convertirse en ley como tantos otros suyos que tendieron a proteger al mundo obrero, se entrega a las municipalidades el control de las agencias o montepíos, reglamentándolos en forma escrupulosa.

La reforma constitucional subió a la arena al comenzar el período ordinario del año 65, destinándose sesiones especiales para su discusión. Don Pedro Félix Vicuña, apóstol incansable de esas ideas, presentó un proyecto de ley, cuyo artículo único decía: «Siendo la opinión como el. sentimiento más general de la gran mayoría del país de reforma de la Constitución de 1833, la Cámara de Diputados nombrará una comisión que investigue y organice un proyecto por el que aquélla pueda realizarse, satisfaciendo las aspiraciones y derechos de la nación. La comisión se pronunció en favor de la tesis sustentada por el tenaz caudillo.

El 12 de Junio se iniciaron las sesiones especiales consagradas a materia de tanta trascendencia y junto con abrirse los debates se rechazaron las indicaciones que declaraban reformables los artículos 1: °, 2. °, 3. ° y 4. ° de la carta en vigencia. Los ejércitos del liberalismo retrocedían asustados de su propia audacia, dejando solos a los jefes.

El artículo 5.°, según el cual la religión del Estado es la católica, apostólica, romana «con exclusión del ejercicio público de cualquier otra» fue puesto en discusión el mismo día 12.

En sesión de 16 de junio intervino Vicuña Mackenna, concentrando la atención de todo el país en su levantada actitud doctrinaria que condensaba las aspiraciones de los hombres progresistas.

Su discurso de aquel día fue un canto elevado en homenaje a la tolerancia. Dijo cómo en la gran lección de los viajes había visto que Roma misma la practicaba y. cómo en la constitución chilena de 1811 se concedía libertad de cultos.

En la subsiguiente sesión el presbístero Larraín Gandarillas, diputado por Rere, replicó a Vicuña, negando sus afirmaciones, lo que permitió a éste dar un golpe de gracia a los adversarios de la reforma, pues deshizo uno a uno, en el terreno de la historia, de la filosofía y de la lógica los argumentos que aquellos esgrimían. El discurso de Vicuña Mackenna, en esa memorable tarde del 26 de Junio; fue uno de los mejores que pronunciara en el parlamento. Habló con elocuencia extraordinaria desde las siete hasta las diez de la noche. Recordó que en Estados Unidos la práctica de tolerancia confesional había fructificado magníficamente. Allí cada credo tenía su templo y cada hombre el derecho de tener su dios. Y expresó que deseaba para su patria la libertad de todos los cultos, el respeto a todas las ideas. Elogió la tolerancia que palpita en los Evangelios y que el Maestro de Galilea predicó por el mundo. Y aún, para poner sello a sus argumentos, leyó una carta en que el almirante Blanco Encalada hablaba de cómo negociara en Roma, en 1856, un concordato con la Santa Sede, manifestándose ésta dispuesta a reconocer en Chile una política tolerante en materia de religiones. Concretó sus ideas sobre la materia en estos términos: «Yo suprimiría completamente el artículo 5.° de la Constitución, y dándole nueva forma a la, materia que él abraza, lo colocaría en el capítulo del derecho público» ; «yo propondría que se dictase tina ley orgánica de cultos, que reglamentase su ejercicio. Con largos aplausos fueron saludadas sus últimas palabras.

La oración de Vicuña impresionó fuertemente al país. Se sintieron conmovidos todos los círculos e indignados muchos en la sociedad fanática de aquella época, en que según dijera él mismo se hacía ir a los niños a las procesiones a escupir los judíos de yeso y se les enseñaba a esconderse en el último patio de sus casas cuando pasaba por la calle algún protestante. La prensa clerical lo atacó- con rudeza, como era de prever, pero «El Ferrocarril» recogió el efecto general en estas palabras editoriales: «No cabe vacilación en el terreno de la práctica después del discurso del señor Vicuña Mackenna».

Chile es país de transacciones y por transacciones se llegó a la reforma. En sesión de 22 de Julio se votó la ley interpretativa del artículo 5.°, apoyada por el gobierno: El artículo 1.° de ésa ley declaraba que el 5.° de la Constitución permitía a los no católicos el ejercicio de sus cultos en «capillas o edificios de propiedad particular». Vicuña Mackenna insistía en suprimir simplemente dicho artículo y por ello emitió voto en contra. El segundo de la ley interpretativa, según el cual los disidentes podían «fundar y sostener escuelas privadas para la enseñanza de sus propios hijos en la doctrina de sus religiones», tuvo el apoyo del representante de La Ligua, quien, fundándolo, dijo: «No siendo este artículo relativo, al culto no militan, a mi juicio, contra él, las consideraciones que me inclinaron a dar mi voto contra el artículo 1.° del proyecto. Me parece que esta nueva disposición encierra una garantía liberal»

Vicuña Mackenna, en sesión de 5 de Agosto, y seguido de muy pocos compañeros, votó en contra la declaración de que no era reformable el artículo 5.°, declaración que había dado origen, transaccionalmente, a la ley interpretativa de ese artículo.

Las actividades parlamentarias de Vicuña no tardaron en verse interrumpidas por la misión a Estados Unidos, que le confiara el gobierno durante la guerra con España a que Chile se viera arrastrado en razón de la política de solidaridad continental seguida por sus prohombres. El conflicto se generó con rapidez. A consecuencia de cierta reclamación española la cancillería había llegado a un acuerdo amistoso con el ministro de España, señor Salvador Tavira, pero desautorizólo Isabel II, designando representante oficial en Chile al general Pareja. Y éste, en cumplimiento de sus instrucciones, provocó el estado de guerra, que era lo deseado por el gabinete de Madrid.

El 13 de Septiembre, enardecidos los ánimos al rojo blanco, se celebró enorme manifestación popular al pie del monumento a San Martín y en ella Vicuña arengó a los ciudadanos con palabras de vibrante americanismo. Poco después; en sesión del día 24, hubo de leer a la Cámara de Diputados las comunicaciones oficiales que determinaban la declaratoria de guerra.

América ha sido ofendida y Chile debe sostener la causa americana, tal es la voz nacional de Vicuña Mackenna. A esa voz responden sus propios e infatigables entusiasmos pues no vacila en trabajar-en el seno de. la comisión de subsidios encargada de recolectar los fondos necesarios a la defensa del país-con sus propios enemigos de ayer. Y labora «febril y asiduamente junto a don Manuel Montt y a don Antonio Varas.

¿No se justifica así el lema de su vida? América y Chile están por encima de todo interés, de toda pasión.

 

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Nota

136

Entre sus publicaciones del año 64 se destacan La defensa de Puebla por el general Jesús González Ortega, en que se vaticina la futura alianza con el Perú; Los últimos días del Capitán General don Bernardo O'Higgins; una crítica a la «Historia del General Belgrano» de Bartolomé Mitre y la defensa del capitán José Manuel González. Y el año 65: Breve exposición de los antecedentes del ferrocarril urbano de Santiago que se propone construir don Enrique Meiggs y una biografía del presidente Lincoln, «digna de recordarse entre las más emocionantes biografías de cuantas esbozó la pluma de Vicuña Mackenna», según dice Donoso.
Con ocasión de inaugurarse la estatua de José Miguel Carrera, el 17 de Septiembre de 1864, pronunció vibrante discurso que fue publicado en la prensa de esos días.
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