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Fuentes Bibliográficas
Homenaje a Vicuña Mackenna Tomo 2º.
Capítulo XXVII.

A poco de regresar del Perú, terminado su segundo ostracismo, Vicuña Mackenna cumplía treinta años: Era la edad en que al decir del profesor Galdames los hombres fijan en definitiva su orientación ideológica. El fruto alcanza madurez y la medida del propio valor queda dada de modo difícilmente superable. No en Vicuña. Cierto es que algunos de sus mejores libros están hechos; que su rebeldía ha alcanzado el tono mayor, si bien ideológicamente será sobrepasada con mucho en la campaña presidencial de 1876, y que la línea general de sus directivas políticas está fijada. Pero se superará. Su ascensión no hace sino comenzar. Y si la futura cosecha, con ser grande, no corresponde a la calidad de la siembra, es porque ésta no ha cesado y no cesará en toda su vida. Es una siembra de siglos. Una siembra hecha en el tiempo sin límites y en el campo sin horizontes demarcadores. América unida, toda América está allí. Y la humanidad socializada. ¿No lo dijo él mismo?: «la libertad no tiene patria, ni la causa de la humanidad reconoce fronteras».

Sus grandes condiciones están realmente fijadas. El espíritu creador, la imaginación creadora, el don de realizaciones creadoras. Feliú ha dicho (121) que es el primero que en América ha llevado la imaginación a la historia. De la historia americana ha hecho un arte. Es camino que muchos seguirán, tras de su huella, pero en que ninguno logrará superarlo.

El realista se muestra envuelto en la capa de amplios pliegues románticos. Esta no ha caído de sus hombros hasta entonces y ya no caerá jamás. Es otra cualidad suya. Ser romántico equivale a tener fe honda en el ideal, a tener un miraje alentador y una gran luz que guíe los pasos. Y esa es la suprema fuerza que empuja las realizaciones. También los hombres del materialismo histórico; sin ellos saberlo, vistieron su espíritu con la capa romántica, porque intentar la renovación integral de la sociedad fundándola sobre auténticas bases de fraternismo, de justicia y de paz es hacer carne del ideal. Y el romanticismo vivifica las cifras, los cálculos, las ecuaciones, creando la poesía de los puentes de hierro, de las líneas ferroviarias trascontinentales, de los tractores en marcha... El plan quinquenal ruso es un inmenso poema y lo romántico está infiltrado hasta la médula en el materialismo revolucionario. Mañana Lenin y Trotsky proyectarán sobre la historia una gran sombra romántica.

Los treinta años marcan en Vicuña Mackenna el comienzo de sus realizaciones políticas, materiales y sociales (122). El historiador está formado y corre impresa una parte sólida de su obra. Para el político existe un nuevo escenario y el americanista tendrá a su alcance oportunidades de acción trascendente.

Las etapas más señaladas de la vida de Vicuña y lo más definitivo de su labor comienzan a los treinta años. Los días ardientes de su adolescencia, la labor de las primeras rebeldías, los libros en que vuela el alma con ímpetus de amanecer y en que todo es afán superador, sed de sacrificarse, potencia sin fatiga, quedan en la primera época y sobre ella corren vientos de romance.

La capa está firme sobre las espaldas. La fisonomía fresca; los ojos, soñadores, imperiosos y grandes, huyen la sombra de las pestañas para clavarse en el horizonte ¡límite. Sobre la boca fuerte y bien modelada el bigote cae con negror de laca, acentuando la tez que fué alba y rojo y ahora han tostado los soles y los fríos de todos los climas. En la espaciosa frente cabe un mundo. El cuerpo se ha macizado, la musculatura es recia, el andar nervioso, el ademán pleno de señorío-quintaesencia de razas. Y el conjunto, agradable en extremo, reboza seducción y fuerza. Su machismo rinde la admiración de las mujeres y obliga el respeto de los hombres.

Un pueblo entero se sentirá pronto atraído por su acción, por el reflejo de su obra. Ello ha de constituir la mayor conquista de tan grande vida: el amor de su pueblo.

 

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Notas

121

Guillermo Feliú Cruz: Interpretación de Vicuña Mackenna.
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122

Don Luis Galdames (La Juventud de Vicuña Mackenna, Cap. XXIX), ha juzgado en frases felices los treinta años del grande hombre.
Cuanto había hecho, dice, «le daba la medida de lo que aún podía hacer. Había conocido de cerca las más prósperas naciones, sumido en ellas su espíritu y enriquecido su cultura; de ellas mismas había tomado cuantas sugestiones pudieron inspirarle, para vaciarlas, en un libro dedicado a sus compatriotas, como un breviario civilizador».
«Espíritu socializado el suyo, propiamente no había vivido hasta entonces para sí, sino para su pueblo. Quería servirlo, identificarse a la causa de su regeneración, ganar su confianza, aliviar sus dolores y ser desde luego como un heraldo de su porvenir. Bajo el influjo de tales pensamientos, lo que otros llaman la felicidad no era la suya; la suya estaba muy adentro de él mismo, en la propia conciencia, en la obra que iba realizando, en la persecución -del ideal que motivaba su vida y hasta en el sacrificio que soportaba para sostenerlo».
«Vicuña Mackenna fué uno de esos hombres que se dieron desde niños a un ideal, que lo vivieron plenamente en su juventud y lo conservaron incólume hasta la edad madura. El no conoció la vejez, aunque supiera del agotamiento; pero su carácter se mantuvo sin quebrar la línea marcada ya en la adolescencia. La patria simbolizó su ideal y a ella se consagró entero, porque la patria era joven como él y necesitaba constituirse en un reajustamiento de clases y valores.
«Su generación intelectual vibraba con emoción de lucha ante el relato de las gestas emancipadoras; y el pueblo gemía aún humillado y misérrimo. Realizar también en esta muchedumbre la patria, que a sus ojos era el imperio de la libertad y la justicia; expandir toda forma de cultura y vigorizar a la vez las fuerzas sociales; he aquí una misión digna de llenar una vida y muchas vidas».
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