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Fuentes Bibliográficas
Homenaje a Vicuña Mackenna Tomo 2º.
Capítulo XXV.

Vicuña Mackenna se radicó en Lima, refugio de perseguidos políticos y de desterrados de Chile durante la administración Montt (106).

«Vicuña-escribe Donoso-que figuraba entre las más prominentes personalidades de la colectividad chilena, se vinculó estrechamente con lo más distinguido de la sociedad limeña, y muy particularmente con los elementos intelectuales». Y cuenta el propio Vicuña: Viví honrado con la amistad de los hombres más notables del Perú, en las armas, en la magistratura y en las letras. Centenares de respetables peruanos podría citar como un timbre de mi modesta, pero laboriosa posición de escritor en Lima, de cuyo fruto honradamente viví» (107).

El país era hermoso. La capital de una hospitalidad y un señorío que recordaba la época virreinal. Había sinceridad en la acogida y así el destierro no podía menos de endulzarse.

Vicuña Mackenna se había hecho el firme propósito de permanecer en tierra peruana mientras en su país subsistiese el estado de sitio.

Los primeros tiempos resultaron gratísimos, más el destino comenzó a golpear a los exilados y varios fueron desapareciendo por la puerta que conduce a aquel país de donde no se vuelve. De los que morían ninguno podía ser tan caro a Vicuña como su amigo José Miguel Carrera, con quien librara en estrecha camaradería, las ardientes batallas políticas de sus veinte años. Con él tomó las armas en 1851 y juntos corrieron los peligros de la guerra civil, los trabajos de efímero gobierno y los azares de la derrota. Y para más completa unión un mismo calabozo había encerrado los ímpetus de generosa adolescencia. Cuando el 9 de Septiembre recogió su postrer aliento, pues Carrera Fontecilla expiró en sus propios brazos, no pudo menos de experimentar doloroso sacudimiento de su alma. Con el joven revolucionario, a quien de nuevo uniera la adversidad en los días postreros, se iban muchas de las emociones más nobles de su juventud.

 

El trabajo consuela de todo mientras el espíritu domina. El trabajo reemplaza a los amigos que se alejan y alivia el dolor que nos hiere. La pluma de Vicuña no descansa en Lima. ¿Cuándo y en qué hora de su vida cayó de las manos febriles? «El Comercio» publicó en Agosto un estudio sobre Lord Cochranne y San Martín y las prensas no tardaron en entregar un nuevo volumen de historia con el título de La Revolución de la Independencia del Perú desde 1809 d 1819, en que aparecían, en animado cuadro y a la luz de documentos hasta entonces desconocidos, los hombres que iniciaron, animados por la recia voluntad y el apoyo incondicional de O'Higgins, Director Supremo de Chile; la tarea de libertar al Perú. Su obra, reimpresa más tarde numerosas veces, encontró la más entusiasta acogida.

Poco después redacta la biografía de Hipólito Unanué y publica un folleto de intención política -Don Juan Manuel Rosas delante de la posteridad y la confiscación política restablecida en la legislación de Sud América- en que se incluye una carta a su amigo Mitre, que acababa de subir a la presidencia de la República Argentina.

Lima le atrae. Sus relaciones aumentan y la simpatía general acompaña cada uno de sus pasos. ¿Quiénes son sus amigos de esos días? El general Miller, con quien habita un tiempo en el hotel Maury, y cuyos frescos recuerdos le serán de no poca utilidad; don Demetrio O'Higgins, hijo del héroe, que le hace entrega de todo el archivo de su padre y lo distingue con singular aprecio; el escritor Pedro Paz. Soldán, compañero de viaje vinculado a él por lazos de sincera simpatía. La lista es larga.

La vida limeña era en extremo simpática, más lo, solicitaban con imperioso llamado las voces que venían del terruño. Saudades minaban su ánimo como siempre que estaba ausente de Chile, y para suavizar resistencias de su firme propósito se le decía que próximo a terminar el gobierno de Montt, las medidas represivas y el estado de sitio habían cesado. Hizo sus maletas y se dispuso a partir, pero: «En el momento de subir la escala del vapor para marcharme a Valparaíso (108), que era mi rumbo, la noticia de la prórroga de las extraordinarias me obliga a cambiarlo para encaminarme, bastante desconsolado, como Ud. debe suponerlo., al valle de Cañete, donde escribiré el Ostracismo del General O'Higgins, que será sin disputa la obra más curiosa e interesante sobre historia que haya visto la luz en Chile, por los documentos que tengo».

Y en la estancia de San Juan de Arona, de su amigo Paz Soldán, cerca de la que viera deslizarse los últimos años de la vida del libertador chileno, se recoge para escribir uno de sus más célebres libros.

En la nueva historia trabaja sin descanso: «Estoy escribiendo una obra seria, imparcial y completa, cuenta a su amigo don Demetrio (109) Yo elogiaré lo justo, admiraré lo grande y censuraré las culpas. Todos mis hechos serán religiosamente documentados. No habrá contradicción posible. De esta obra la figura de su padre saldrá grande y gloriosa. Pero yo no lavaré las manchas secundarias que apoquen sus altos hechos, porque mi regla será mi conciencia y Ud. sabe, amigo mío, que un hombre que se respete algo a sí mismo jamás consentirá en falsear la verdad y en ocultarla» (110).

La vecindad de Montalván inspira su pluma en evocaciones cuyo ardiente lirismo sabe captar la verdad americana ¿le O'Higgins como no pudiera hacerlo la documentación de todos los eruditos que en vano han procurado desentrañarla. «Y en verdad,-escribe Vicuña Mackenna -hoy mismo en nuestros solitarios paseos -de la tarde, cuando desde lo alto de las colinas que baña la tibia luz del poniente, divisamos diseñarse en el crepúsculo los senderos que cruzan la amena pampa de Montalván, parécenos descubrir a lo lejos la sombra de su antiguo dueño, del viejo guerrero del Roble y Chacabuco que vuelve ahora de sus rústicas faenas, y que al ver como nosotros el ocaso del sol, allende del mar que sus armas conquistaron un día a Chile y a la América, detiene su caballo y descubre a la brisa y a los reflejos su venerable frente.. . Y entonces, como en un sueño, se agolpan a su memoria los años de su belicosa juventud, cuando vadeaba todos los ríos de la patria batiéndose brazo a brazo, como general o guerrillero, con, los godos invasores; cuando descendía de los Andes para echarlos fuera de sus lares con las bayonetas de Chacabuco; cuando desataba a los vientos del Pacífico, henchidas de mil triunfos, las velas y las banderas de la fraternidad, para rescatar la última familia americana todavía entre cadenas; y cuando, caído en la plaza de Santiago, se levantaba más grande que antes de caer y escalaba la meseta de Junín' para divisar las polvaredas de las últimas huestes enemigas, ya para siempre vencidas.. . Y recordando ahora sus lustros de pobreza y abandono, su soledad y su destierro, sus canas y su ausencia, sentía que su corazón se abatía dentro de su pecho con angustiosas pulsaciones; y daba vuelta a la brida, y entraba a su desierta mansión, y pensaba todavía, al pisar sus umbrales, que aquel techo de su vejez era el don de una extraña caridad».

El libro o'higginiano -que irá publicando «El Mercurio» de Valparaíso antes de salir en volumen-cumple los propósitos anunciados. En él se estudia la vida toda del ilustre chileno y su figura surge con vigoroso relieve, singularmente en los capítulos emocionales consagrados al ostracismo.(111) Los acontecimientos de su gobierno hallan en Vicuña un historiador severo pero que sabe -como en su obra toda- encontrar las perspectivas y escudriñar el factor humano en los hechos y en los pensamientos de los hombres. Nuevos documentos le permitieron rehacer estudios ajenos (112) y dejar sobre el organizador de la Expedición Libertadora del Perú, un retrato que no podrá ser retocado.

A la postre de las fecundas veladas de San Juan de Arona, y de regreso a Lima, sintiendo que el ardiente sol de los valles peruanos estaba minando su salud, comprometida por enfermedad violenta, hubo de resolverse a decir adiós a sus amigos. El día 5 de Enero de 1861 zarpó el barco que lo conducía a las playas de Chile.

 

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Notas

106

Instalándose en compañía de sus amigos José Miguel Carrera y Pedro Ugarte en una modestísima casa de la calle de Queipo, en el barrio de San Lázaro.
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107

Mi respuesta a don José Antonio de Irisarri y don Manuel Bilbao.
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108

Carta a don Manuel Guillermo Carmona, fechada en Lima el 26 de Octubre de1860.
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109

Carta de 5 de Noviembre de 1860.
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110

¿Por qué le puso el nombre de Ostracismo de O'Higgins? Vicuña Mackenna explica en la Advertencia: «Como ensayo histórico y original esta obra comprende, pues, la vida completa del general O'Higgins, y si lleva por título el de su ostracismo, es sólo porque aquélla está escrita bajo el punto de vista de su largo destierro, con materiales acopiados principalmente durante esa época, en los sitios mismos en que aquél se deslizó, y porque una gran parte de la existencia de aquel ilustre chileno fue consumida en países extranjeros, donde murió y donde descansan todavía sus cenizas ».
Más tarde, en su Vida del Capitán General Don Bernardo O'Higgins, estudiaría con minuciosa atención la vida del prócer durante su exilio en el Perú.
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111

Dice Galdames: «Es un romance heroico, luminosamente trazado en la pers-pectiva del tiempo ». «Cuando Vicuña Mackenna-observa-conduce a O'Higgins, muchacho estudiante en Inglaterra, a la presencia de Francisco Miranda, que el acaso le depara como maestro, su pluma no narra y describe únicamente; pinta y burila dos figuras inolvidables, hasta lanzar la una en brazos de la otra, confundiendo sus ansias de libertad para todo un continente y sus votos de redención humana». Y del paralelo que traza el historiador entre San Martín y Bolívar estima que es el « más elocuente y admi-rable», declarándolo.una de las joyas de la literatura nacional ».
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112

«Para la composición de su obra-dice-Donoso-tuvo Vicuña que examina -más de tres mil documentos, lo que supone un esfuerzo y una laboriosidad extraordi-narios».
Sobre esa documentación formidable el historiador analiza el pasado chileno y ame-ricano en sus grandes líneas. Posee el supremo don de la síntesis y sabe, como ningún otro historiógrafo de América, interpretar sus realidades. Véase este retrato de su país, reproducido por Ricardo A. Latcham en su interesante Vida de Manuel Rodríguez: «En una cama de pellones, -escribe Vicuña Mackenna---con un burdo rebozo de bayeta echado a la cabeza, que le tapaba la vista, el alma remojada en agua bendita y los labios húmedos en vaporoso chacolí, dormía Chile, joven gigante, manso y gordo, huaso, semi bárbaro y beato su siesta de colono, tendido entre viñas y sandiales, el vientre repleto de trigo para no sentir el hambre, la almohada repleta de novenas para no tener miedo al diablo en su oscura noche de reposo. No había por toda la tierra una sola voz ni señal de vida, y sí sólo hartura y pereza. En ninguna parte se sentía el presagio de aquella maternidad sublime de que la América venia sintiéndose inquieta con el germen de catorce naciones y de que Chile, como una de sus extremidades, no percibía sino síntomas lejanos.
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