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Fuentes Bibliográficas
Homenaje a Vicuña Mackenna Tomo 2º.
Capítulo XIX.

Había sonado la hora en que el historiador comenzaría a consagrar gran parte de desvelos a su género predilecto. Los primeros trabajos de aliento correrían a escape por los puntos de la pluma y se vaciarían en las letras de imprenta, pues era advenido el tiempo de cosechar, en las carillas de su mesa de trabajo, los frutos de largos estudios y de pacientes investigaciones.

Esas empresas de justicia histórica se inician con la publicación de un estudio destinado a cooperar a la erección de la estatua del vencedor de Maipo (92), iniciativa también suya, aún cuando el monumento proyectado alcanzase diversa ubicación. Dicho estudio era el primer ensayo de revisión de la personalidad de San Martín, desconocida por sus propios compatriotas y mal juzgada por los cronistas, que no historiadores, que escribieran hasta esos días. De estos trabajos y de los que más adelante consagra al insigne argentino arrancó el estudio de su vida y la reposición de su figura en el sitio que se tenía ganado. Otro tanto ocurriría con Sucre y O'Higgins. Vicuña Mackenna, con visión certera y admirable espíritu de justicia, rehacía la historia casi contemporánea de América y daba a todos sus valores, con perspectiva de que la mayoría de los historiógrafos de su tiempo carecieron, las verdaderas proporciones.

Y en el mismo « Ferrocarril », tribuna de sus primeras arengas y trabajos de enjundia, publicó, a partir del 11 de Diciembre, su Vida del General don Juan Mackenna, recogida después en edición de sólo cincuenta ejemplares. Estudio sólido y bien documentado, disimula el amor que tenía a la memoria de aquel hombre ilustre, repuesto hoy en su sitio por el historiador Gonzalo Bulnes. Llevado de comprensible pudor espiritual al tratar de quien tan de cerca le tocaba, no agotó el tema, en contrario de lo que tuvo siempre por costumbre, y se dejó en el tintero juicios y observaciones que habrían puesto al personaje en su verdadera luz. Con todo ello, la Vida de Mackenna es libro de grata lectura, escrito en aquel seductor estilo que lleva el sello de todas las páginas salidas de su pluma.

Año de intensa actividad intelectual fue el de 1857. A petición de la Junta Directiva de la Sociedad de Instrucción Primaria, a cuyo seno había pasado, dejando el cargo de secretario, compuso-para obreros y estudiantes-biografías de los escritores coloniales Molina, Olivares, Lacunza y Ovalle. Sostuvo polémicas históricas con Mitre y el coronel argentino Manuel Olazabal. Escribió numerosos. artículos en «El Ferrocarril», de los cuales uno a la memoria de su amigo Paulino del Barrio, compañero en la secretaría de la Sociedad de Instrucción, por el que sintiera especial afecto.

El año 57 no debía terminar sin que viese la luz una de las mejores producciones de su juventud: El Ostracismo de los Carrera. Comenzóse su publicación en « El Ferrocarril» el 12 de Agosto y el 10 de Diciembre aparecía en volumen, ilustrado con láminas y dibujos mandados hacer a Europa por el editor, que lo era también del diario en que escribía habitualmente. Laborado durante las veladas de aquel largo invierno, su autor había tenido riquísimos materiales para componerlo. Desde luego, la documentación recogida por él mismo, los informes de testigos examinados personalmente; los papeles de Carrera proporcionados por su hijo don José Miguel, de quien fuera grande amigo, entre los cuales papeles se encontraban la correspondencia del malogrado general y sus apuntes autobiográficos. A todo ello era menester añadir las memorias y relaciones de Paz, Iriarte, Yates y otros (93).

Vicuña en aquella obra maestra estudia a fondo la figura del ilustre caudillo; presenta el cuadro de su vida y de su tiempo, reconstituyendo de manera admirable todo aquel dramático período de las luchas de la Independencia. El autor va siguiendo la ruta del dictador de la Patria Vieja, sus andanzas y conspiraciones, su viaje a Estados Unidos y la proyección que alcanzó a tener, el proceso y muerte de sus malaventurados hermanos a quienes sobró en heroísmo lo que faltara en inteligencia y discreción. Reciamente se destaca la figura de doña Javiera, animada por soplo helénico, caminando con ánimo de gran mujer-por una sola línea-desde las cumbres del poderío en los saraos de la Moneda, que fueran brillantes en la lejana primavera de 1812, hasta las pobrezas y duros sufrimientos tan estoicamente soportados en Buenos Aires durante los años de su largo exilio. Las campañas militares de Carrera, de las cuales arrancara el movimiento federalista que culminó con Rozas y dió su estructura política a Argentina, están referidos con animación y colorido singulares. Vemos en las páginas del Ostracismo, que se leen con el interés de la más apasionante novela, a Carrera poniendo cerco con los ejércitos federados a Buenos Aires y ungiendo gobernador al general Alvear. Lo seguimos en sus marchas por las pampas, proclamado pichirrey de las indiadas. Y a la postre de infortunados combates y estériles sacrificios continuamos acompañando al guerrillero-que un sueño de venganza y de libertad para su patria animaba-en su postrera visita a los suyos en aquel rancho pajizo de la Bajada donde estrechara por última vez a su compañera y a sus hijos. Y lo seguimos aún en el torpe proceso de Mendoza, farsa encubridora de repugnante crimen político. Las escenas de la celda, a que de la mano nos conduce el poeta del Ostracismo, pudieran recordar las de una tragedia shakespereana. Nada sobra en ese libro perfecto, por cuyas hojas pasa el soplo de la fatalidad. Del discurso de Carrera, reconstituido por Vicuña, ha dicho don Gonzalo Bulnes que está escrito a lo Tácito.

 

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Notas

92

Estatua sudamericana del general don José de San Martín, eregida en la vecindad del campo de batalla de Maipo, publicado en «El Ferrocarril» el 9 de Diciembre de 1856.
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93

«Desde la publicación del Ostracismo de los Carreras-dice Donoso en su Vida de Vicuña Mackenna-muchos documentos han sido dados a la estampa; entre ellos el Diario Militar del general Carrera y la correspondencia de su altiva hermana doña Javier», y es satisfactorio constatar que las investigaciones posteriores no han movido en un solo punto las informaciones de Vicuña Mackenna ».
Galdames señala el «poder sorprendente de descripción y análisis» y dice que el libro sobre Carrera subsistirá «sin perder su valor, tanto por la magia del estilo, cuanto por la sólida base de investigación en que se funda». (Obra citada, Cap. XVIII).
«Exaltando la personalidad de aquellos próceres,-expresa el señor Galdames- Vicuña Mackenna ponderaba el sentido de sus pensamientos de adolescente, cuando tanteaba aptitudes para dar sus pasos de escritor; hacía. de la historia un proceso de reparaciones justicieras; ennoblecía los sentimientos en que descansaba la nacionalidad; fortalecía sus raíces; favorecía sus expansiones; proporcionaba temple y vibración al alma colectiva, y la llevaba por los senderos del pasado, envuelta en el ropaje de su emoción poética. Le hablaba as (un lenguaje que repercutía en el presente y daba la sensación del porvenir».
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