ACTAS DEL CABILDO DE SANTIAGO PERIODICOS EN TEXTO COMPLETO COLECCIONES DOCUMENTALES EN TEXTO COMPLETO INDICES DE ARCHIVOS COLECCIONES DOCUMENTALES

Fuentes Bibliográficas
Primera parte.
Capítulo I. Situación y límites de Chile, su aspecto exterior y desigualdades de su suelo.

Parece que todos los geógrafos modernos se complacen en no estar acordes entre sí, cuando se trata de asignar al territorio de la República chilena sus verdaderos límites. Unos lo han reducido hasta el punto de decir que, no está comprendido sino entre el desierto de Atacama y el río Biobío, olvidando enteramente las provincias de Valdivia y de Chiloé, cuyas costas solamente se extienden cien leguas marítimas al sur. Otros, más generosos, pero igualmente instruidos, pretenden que sus límites meridionales no pasan más allá de la grande isla del archipiélago de Ancud. Prefiero creer que estos últimos, al trazar semejantes límites, no han tenido en vista más que señalar la parte del territorio que se encuentra bajo el dominio de la civilización; porque no es posible suponer que hubiesen podido, de otro modo, caer en errores tan crasos. Si el territorio de una nación no fuese más que su parte civilizada, ¿qué serían de los derechos que pretenden tener sobre su territorio la mayor parte de las naciones del mundo?

Nuestra misma Constitución política ha contribuido a propagar el error de creer que Chile es sólo la pacte del continente americano comprendida, al oeste de los Andes, entre el desierto de Atacama y el Cabo de Hornos. Esta demarcación, hecha en tiempo de la guerra de la independencia, no ha tenido, seguramente, por objeto el abandono del territorio que perteneció siempre a la Capitanía General de Chile. La República se asignaba entonces los únicos límites que pudo defender contra las reacciones de las fuerzas españolas; pero no ha enajenado jamás sus derechos al resto de lo que le ha legítimamente pertenecido. Así, cuando la paz general, la población, el poder y la riqueza le permitieron prolongar su acción civilizadora sobre las poblaciones de la Patagonia, la hemos visto echar los cimientos de la colonia de Magallanes sobre las aguas del estrecho del mismo nombre, como la base principal de sus operaciones ulteriores(7).

La República no tiene otros límites marítimos al oriente que sus costas patagónicas, desde la embocadura del Río Negro hasta el Estrecho de Magallanes, y al occidente, el mar Pacífico, desde el Cabo de Hornos hasta el paralelo de Mejillones.

Se encuentra, como se ve por su configuración, dividida en dos secciones perfectamente caracterizadas; Chile oriental o transandino y Chile occidental o cisandino.

La primera sección, que se llama también Patagonia, está limitada al norte por el Río Negro en todo su curso, desde su nacimiento en las nieves eternas de la pendiente oriental de los Andes, por el 36° de lat. sur, hasta su desembocadero en el mar Atlántico; al este, por este mismo océano; al sur, por el Estrecho de Magallanes, y al oeste,por la línea culminante de los Andes, desde el cabo Froward situado por los 53°53'43" lat. sur y 73°38'39" long. O del meridiano de Greenwich, hasta las fuentes de Río Negro.

Chile occidental, que es el solo objeto de este ensayo, se encuentra comprendido entre el paralelo de Mejillones, en la frontera de Bolivia, el Cabo de Hornos, la línea culminante de los Andes y el mar Pacífico. Esta sección es a la que pertenecen las islas de Juan Fernández, de Masafuera, de Santa María, de la Mocha, y los archipiélagos de Ancud, de Guaitecas, de Chonos y las islas del Fuego.

Todos los cálculos que se han hecho hasta aquí sobre su extensión aproximativa en leguas cuadradas han sido tan defectuosos como la demarcación de sus límites. La posición geográfica de la línea culminante de los Andes es no sólo inexacta, sino textualmente indeterminada en casi toda la extensión de la cadena desde Atacama hasta el Cabo de Hornos. Comparando al nuevo mapa de la provincia de Santiago, cuyos principales puntos han sido levantados astronómicamente, los mejores mapas de Chile que poseíamos hasta entonces, es como puede apreciarse el estado de imperfección en que se encuentran los conocimientos geográficos sobre la América Meridional, aun entre los adeptos., Según el nuevo mapa, la línea de la pendiente occidental de los Andes está en Santiago en 72° de longitud O del meridiano de París, mientras que en el del profesor Gay enriquecido con todo lo que conocíamos hasta la época más reciente de su publicación, esta misma línea está colocada 36 minutos más al oeste(8). La posición de los puntos que diseñan la costa occidental de la América meridional acaba de ser encontrada igualmente defectuosa, porque según las observaciones hechas por el profesor Moesta en el Observatorio Astronómico de Santiago y publicadas en los Anales de la Universidad de Chile de 1856, esta demarcación se encuentra en todos los mapas del nuevo continente, más al oeste que lo que debía estar(*).

Aprovechamos esta ocasión para decir de una vez por todas, que las indicaciones geográficas que figuran en este trabajo, no son ni pueden ser otra cosa que la expresión exacta o errónea de los conocimientos actuales; no nos constituimos garantes de ella en modo alguno, dejando toda la responsabilidad a los autores de los cuales hemos tomado nuestros datos.

La única cosa que puede decirse es que, como no existe base alguna segura, aun para asignar al territorio occidental de la República una extensión aproximativa, todas las opiniones emitidas hasta el presente sobre este objeto, son tan falsas como deberán serlo aquellas a que dé lugar en adelante, si no tienen un punto de partida de mejores antecedentes.

La forma de Chile se aproxima mucho a la de un paralelogramo estrecho y prolongado cuya parte occidental, bañada por el mar Pacífico desde Mejillones hasta el Cabo de Hornos, tiene una longitud de 32° 51' 34" de latitud; y la prolongación de una línea recta trazada entre estos dos extremos hace ver que su posición en el globo no se aparta mucho de la perpendicular sobre el ecuador.

Basta echar una mirada sobre el ángulo austral del continente americano para ver cuál es la importancia del rol que está llamado a desempeñar en los destinos políticos y comerciales del mar Pacífico. Como está situado en la región del sur de la zona templada de la América meridional, el largo de sus costas occidentales lo aproxima por el norte a la zona tórrida, y por el sur a los hielos del polo antártico. Si no tuviésemos otros datos para calcular la variedad de su clima, este simple hecho podría indicárnosla; pero no son éstos los únicos que tenemos, y como el más o menos grande calor atmosférico no depende únicamente de la más o menos aproximación a la línea equinoccial, sino de otras mil circunstancias, que se reúnen en Chile, se puede decir que este país presenta él solo todos los climas del universo.

Si la naturaleza ha dado a la República chilena límites calculados para su defensa, se ha mostrado aún más generosa en las ventajas que ha concedido a su situación con relación al resto del mundo, abriendo, a través de su territorio que toca a dos océanos y a los cuales Chile sirve de barrera, y que parecen hacer impotentes esfuerzos para confundir sus aguas desde los hielos de las regiones boreales hasta el Estrecho de Magallanes, ese hermoso pasaje que no hubiera podido ser hecho jamás por la mano del hombre, que acorta las distancias, facilita el comercio y libra a los buques y a la humanidad de los peligros y tormentas del cabo. Los intereses mercantiles reclamaban desde mucho tiempo este beneficio de que los armadores no se atrevían a gozar, por el temor que les inspiraban siempre las costas desconocidas. Así se ha visto a los grandes especuladores americanos volver repetidas veces a la idea de la canalización del Istmo y, desalentados por las dificultades de tamaña empresa, crear en fin la vía férrea que aproxima algo más los dos océanos pero que no los reúne del todo(9). El gobierno chileno mientras tanto, y en lugar de luchar con fuerzas desiguales con la naturaleza, ha sabido aprovechar las ventajas que ofrecía al hombre sin exigir de él el menor esfuerzo. Ordenó que se practicasen reconocimientos muy escrupulosos en el Estrecho de Magallanes y eligiendo en el continente el lugar más conveniente, fundó allí una colonia que, por su situación geográfica y por sus minas de carbón fósil, será la llave y quizá el depósito del mar Pacífico(10).

Cualesquiera que sean las facilidades que el ferrocarril del Istmo presenta al comercio, es incontestable que una vía de agua que permitiera conducir los objetos directamente del punto de donde se envían hasta su destino definitivo sin que estén sometidos a tres fletes sucesivos, a comisiones diversas y, sobre todo, a los embarazos de los desembarques y embarques, será siempre más económica y no ocasionará deterioro alguno a las mercaderías.

No se han escapado estos hechos a la penetración del gobierno de la República, y la colonia de Magallanes, no obstante los contratiempos que ha experimentado en el primer período de su existencia, se ha repuesto merced al aumento de la importancia que le da su posición como punto necesario en la configuración del continente. De colonia penitenciaria que era, se ha transformado en colonia agrícola e industrial. La inmigración extranjera llamada a su seno por los más generosos esfuerzos, comienza a ejercer sobre él su bienhechora influencia. Los buques del Estado cruzan el Estrecho en todas direcciones, lo que prueba que hay ausencia completa de peligros en esos parajes y esto debe inducir a los buques mercantes a seguir el ejemplo de los buques de guerra.

El aspecto exterior de Chile en cada uno de los dos océanos que bañan sus costas, presenta caracteres bien distintos. Las costas orientales, en el mar Atlántico, no teniendo como las occidentales, el imponente aspecto de las cordilleras, cuyas gigantescas cumbres, cubiertas de nieve, parecen, a lo lejos, sostenidas por la más robusta vegetación, son tristes a la vista, áridas y monótonas. Una sucesión de colinas bajas entrecortadas, arenosas, y desprovistas de verdor, y algunos puertos silenciosos y desiertos, donde no se perciben más que arroyos salobres, aves marinas y focas que se precipitan espantadas desde lo alto de las rocas al aproximase una embarcación, son los únicos objetos que fatigan la vista del viajero sobre esta playa, desde la desembocadura del Río Negro, donde se da el adiós a la risueña naturaleza, hasta la bahía de San Gregorio. El aspecto inhospitalario del litoral marítimo de la Patagonia ha hecho emitir las más absurdas ideas sobre su importancia, ideas que no ha costado mucho generalizar hasta el punto que ciertas personas tienen un juicio temerario sobre el interior de un país que se ha encontrado más fácil calumniar que estudiar y conocer penetrando en él. Pero si una comarca, por la sola desventaja de tener costas áridas y agua salobre en sus puertos, aunque el agua sea excelente a corta distancia de la playa, merece el anatema del viajero que no busca más que frívolos goces y brillantes perspectivas, no está expuesta al mismo juicio a los ojos del naturalista, que sabe deducir las producciones por el aspecto del paisaje y por el conocimiento de las latitudes; ni a los del filósofo estadista que calcula el porvenir en presencia de la situación necesaria de las regiones que se presentan a su vista; ni a los del marino; ni menos aún a los del verdadero viajero que busca países lejanos para instruirse y para hacerlos conocer, y no para permitirse darles nombres aterrantes antes de haberlos estudiado. Jamás se le vendrá en mientes aplicar la palabra Desolación a los aspectos y contrastes imponentes que la naturaleza ostenta ante él. Si la triste perspectiva de las costas, bastara para alejarnos del país que está rodeado por ellas, ¿qué serían de las riquezas de la provincia de Copiapó, cuyas áridas colinas, arenosas y ardientes son designadas con los más pomposos nombres? ¿Qué sería de Bolivia, uno de los más bellos países de la América, y que tiene sin embargo que transformar en agua potable las aguas del mar, que se estrella con ruido contra las rocas de su único puerto, situado en medio del desierto? Y sin embargo, este desierto, que da también de tiempo en tiempo agua salobre, oculta bajo arenas movedizas las más ricas minas de salitre, cuya explotación colma de riquezas a sus empresarios y sostiene una activa colonia.

Hay por desgracia muy pocos viajeros que sepan prever el porvenir a la vista de los países que visitan. La Colonia de Magallanes es considerada inútil por muchas personas que no ven más que el presente, bien que su aspecto no carece de atractivos. Una roca, por árida que sea, es interesante y debe ser poblada, si es un punto necesario. Las orillas pantanosas e insalubres del Newa en las cuales fue preciso plantar estacas para que las casas no se hundieran en el fango, eran un punto necesario. El genio del zar Pedro le hizo prever el porvenir que le estaba reservado, y a pesar de la más tenaz oposición, San Petersburgo vino a ser la capital de un gran imperio. Pero sin ir hasta Rusia, encontramos muy cerca de Chile las islas Malvinas, que están al presente bajo la influencia del poder británico, y no tardaremos en ver a qué grado de importancia el genio previsor de la Inglaterra elevará este desierto cuya colonización han tentado débilmente dos poderosas naciones.

Cuando se llega a la bahía de San Gregorio, el aspecto de la costa patagónica se hace más risueño. Se observan ya algunas manchas de un hermoso verde en las pendientes de las colinas estériles y en descomposición que las rodean. A medida que se avanza en el estrecho, estos oasis se convierten en encantadores cercados y en valles cuyo verdor contrasta con el color obscuro de las rocas que los rodean. En Punta Negra la vegetación recobra todo su imperio. Aquí es donde la naturaleza comienza a desplegar sus más brillantes atractivos; aquí es donde comienza la vida. Montañas cubiertas hasta sus cumbres de magníficos bosques, valles siempre verdes, cascadas, manantiales de agua fresca y potable, ríos de fácil paso, cubiertos por la sombra de selvas que no se despojan jamás de su follaje, parecen estar colocadas aquí para hacer más chocante a los ojos del viajero, el aspecto que presenta, sobre todo hacia el oeste, la costa opuesta de las islas de fuego, cuyos terrenos estériles y casi inaccesibles elevan sus picos negruzcos y fantásticos sobre los bordes de innumerables canales praticados en las rocas por el mar del cabo. En medio de esta sombría naturaleza, formada por el extremo meridional de los Andes, se eleva el monte del Diablo, cuyo pico, cubierto de una eterna nieve azuleja, traspasa de cuando en cuando la espesa niebla que lo encapota.

Volviéndonos hacia el norte, donde se encuentra la colonia chilena del estrecho, vemos cambiar completamente la escena. Allí dejamos la naturaleza yerma, muerta con sus faces imponentes, sus entrañas destrozadas, sus misterios, su silencio, y quizá sus riquezas aún inexploradas; aquí, encontramos el movimiento, el encanto y la vida. Al ver este país fue cuando el capitán Byron dijo: "no puedo menos de creer que sin el extremo rigor de los inviernos, este país, vendría a ser con el cultivo, uno de los más bellos lugares del mundo(*11). Por otra parte, es cosa probada que el extremado rigor de los inviernos no existe y no ha existido jamás en las tierras del estrecho, como lo demostraremos más adelante. ¿Y, en efecto, puede concebirse ese extremado rigor de los inviernos, en presencia de flores que necesitan conservatorios para vivir en el norte de la Europa, viendo la casi desnudez de los habitantes y oyendo en los bosques la charla de las cotorras y el arrullo del colibrí? En todas las observaciones termométricas hechas por los oficiales de la marina chilena desde la fundación de la colonia penitenciaria de Magallanes, así como en todas aquellas que se han podido recoger de los diferentes viajeros que han atravesado el estrecho, no se encuentra una sola cifra que indique que el termómetro haya descendido a más de siete grados bajo cero, en el más fuerte invierno, desde Pigafeta hasta nuestros días(12).

El nombre de puerto Famine(**) fue el legado que la suerte de la desgraciada colonia de Sarmiento dejó a esta comarca tan desconocida como calumniada por los escritores que no estudiando los hechos, se limitan a deducir consecuencias de los simples nombres(13). Porque la colonia de Sarmiento pereció de hambre, ¿es cosa sentada que todas las demás que se funden en el mismo lugar tendrán la misma suerte? El Estrecho, en tiempo de Sarmiento ¿era acaso atravesado frecuentemente por buques balleneros y por vapores de los Estados Unidos y de Europa? ¿Tenía en su desembocadero oriental una colonia establecida y sostenida por la más poderosa nación marítima del mundo? ¿Chile hacía entonces, como al presente, estacionar sus buques de guerra en el Estrecho y prestar toda clase de auxilios a las embarcaciones que lo atravesaban? He aquí las cuestiones que deberían haberse hecho antes de calificar de imposible una realidad interesante. En el valle más fértil y bajo el cielo más privilegiado, se puede muy bien morir de hambre si las provisiones que allí se llevan no son suficientes para que se pueda aguardar la cosecha de los granos que se han sembrado; y a nadie se le ha ocurrido todavía llamar establecimientos de la Famine y de antropófagos las colonias inglesas de James Town, donde los colonos murieron de hambre después de haberse devorado los unos a los otros.

En el cabo Froward es donde comienza el continente occidental de Chile para terminar en Mejillones, sobre la frontera de Bolivia. Recorriendo la costa de norte a sur, se descubre un desierto árido, encajonado entre la extensa cordillera de los Andes y las colinas arenosas que baña el Pacífico. Este desierto es el de Atacama y ocupa todo el ancho del país hasta la base de esas colosales montañas, y debe considerarse como uno de los preciosos bienes que la naturaleza ha concedido a Chile, el establecer entre este país y las naciones limítrofes una barrera insuperable. El triste aspecto de las costas hasta la latitud de Coquimbo, sería aún más desolado que el de la Patagonia, sin la presencia de las cordilleras, cuyas cimas, cubiertas de una nieve resplandeciente, se dibujan sobre el azul de la más pura atmósfera. La idea de las riquezas incalculables que encierra esta comarca, y la navegación fácil y tranquila de sus costas, que no turban jamás las tempestades, han podido únicamente preservarlas de los nombres siniestros que se han prodigado a las regiones australes. En frente ya de Coquimbo, el reino vegetal parece luchar con las colinas metalizadas hasta su base: allí se ven valles con algún verdor y algunos arbolillos tortuosos, sosteniéndose apenas en un terreno ingrato; pero después de esta especie de vallado que rodea el mar. ¡cuántas riquezas vegetales, qué fertilidad de suelo! Al aproximarse a la latitud de Concepción, la vegetación parece invadirlo todo y más allá del paralelo 38, toma formas tan robustas, que se la ve lanzarse en las playas mismas del mar y subir a las cumbres de las montañas marítimas, elevándolas más de cien pies, tal es la masa compacta y tupida de su vigorosa constitución.

Aquí es donde comienza la región de los ríos navegables producida por el ensanchamiento del país y por el descenso de las cordilleras. La elevación de las llanuras sobre el nivel del mar disminuye a medida que se aproximan a Ancud, y llegando al canal de Chacao, se sumergen en el mar y no dejan ver encima del agua más que sus puntos culminantes que constituyen los numerosos archipiélagos del sur. Estas islas son, sin disputa, uno de los puntos más pintorescos de Chile. Costeándolas por el lado del oeste se las tomaría no tanto como islas, sino como el mismo continente que se acaba de dejar y que parece entrecortado por todas partes por ríos navegables que toman su origen en los Andes. En estos numerosos canales, los puertos más seguros y más caprichosamente formados se ofrecen a cada paso a los navegantes. Estas islas están cubiertas de espesas selvas que suministran excelentes maderas de construcción, y las mareas subiendo en dos épocas del mes a 22 pies de altura, cubren la playa de pescados.

Cada una de las regiones cuyos contornos hemos reconocido de lejos, está provista de ciertas ventajas naturales que les son indispensables y que la mano del hombre no puede suministrarle sino imperfectamente. Cada una tiene sus producciones particulares; todas se hallan unidas por la conveniencia y por el poco ancho del país; y la abundancia de puertos establece entre ellas la más estrecha comunicación, a pesar del largo de las costas.

La región de las minas careciendo de todo a causa de su aridez, pero rica en metales preciosos, atrae hacia ella las poblaciones y los artículos de primera necesidad, que las provincias agrícolas se apresuran a llevarle en cambio de los tesoros metálicos, que todavía no explotan en su propio territorio. Los habitantes de las provincias del sur, sin los ríos navegables y las islas, no podrían sacar beneficio de las selvas vírgenes cuyas raíces se sumergen muchas veces en las aguas, de modo que es fácil trasportar los árboles.

Magallanes, el único canal interoceánico del continente americano, necesitaba de puertos abundantes y seguros y sobre todo, de carbón mineral, al presente que la navegación por vapor tiende a combinarse con el sistema de velas; pues bien, tiene puertos, y las aguas de sus ríos presentan al viajero muestras de su excelente carbón.

No se puede conjeturar nada sobre la parte patagónica, sino que parece destinada hasta ahora, para la producción espontánea del ganado vacuno y de caballos salvajes, que sirven para volver a poblar todos los años los pastos artificiales de la región del oeste.

Pasemos ahora a las desigualdades del suelo chileno en su parte occidental.

Para comprenderlas mejor, es preciso figurarse un paralelogramo prolongado, dividido longitudinalmente por una línea central. Cada uno de estos tres paralelogramos sería una cadena de montañas con más o menos irregularidades e interrupciones, y las partes que se encontrasen comprendidas entre ellos, serían dos valles, de los que, el de la cordillera ocuparía las dos terceras partes del ancho del paralelogramo. Tal es, a primera vista, la idea general a que da lugar el aspecto de un mapa geográfico de esta región de Chile.

Chile occidental puede ser considerado como la pendiente de los Andes que desciende escalonándose hacia el mar Pacífico. La primera paralela representa esta poderosa cadena; la segunda, las montañas conocidas bajo el nombre de Cordillera del medio, y la tercera, las cordilleras de la costa, que se llaman también Cordillera de la Costa. Los valles longitudinales comprendidos entre la primera y segunda cadena toman el nombre de Valles de la Cordillera o Andinos y los que se extienden entre las montañas del centro y las de la costa, el de Valles de la Costa. Sentado esto, veamos cuáles son las modificaciones que la naturaleza imprime a esta regularidad hipotética.

El ancho del país desde 23° hasta 33° lat. S es juzgado menos que el que se encuentra comprendido entre el 33° y el 40°. Los Andes de la primera sección siendo en general más elevados que los de la segunda, dan a las comarcas que dominan, un aspecto montañoso, y las profundas quebradas que los torrentes cavan con fuerza en sus flancos inclinados, cuando el derretimiento de las nieves, obligando a las aguas, por la dureza de las rocas, a dar vueltas sinuosas, reparten la irregularidad por todas partes. Mientras que en el sur se ven llanuras verdes, en el norte no se encuentran más que valles estrechos, superados por montañas y por laderas en general áridas. Los valles aquí son raros, hendidos y secos, porque la línea de las nieves perpetuas ascendiendo en estas latitudes a 4.800 metros de elevación, término medio, no corona los Andes de esos inmensos ventisqueros que alimentan los ríos del sur. Pero por confusa que parezca la posición de las montañas centrales, y cualesquiera que sea la perspectiva irregular que ofrecen sus valles, se reconoce aún allí y sin trabajo macizos, puntos culminantes y llanuras que tienden a probar la exactitud de las tres divisiones primordiales que he indicado. Ya en Aconcagua se las ve distintamente en las ramificaciones del Campanario, aunque esta región sea la más estrecha del país y que se encuentra respaldada por la más alta montaña del sistema andino. Partiendo de las montañas de Chacabuco, el país tiende insensiblemente a ensancharse. La cadena de los Andes, cuya dirección SSO parece buscar en estas latitudes la línea de la costa marítima, que se inclina por su parte al SSE, toma la dirección opuesta y, después de un trascurso de 40 millas, va derecho al sur, mientras que la línea de la costa se aleja desviándose hacia el SSO, hasta el paralelo de Arauco.

De los flancos meridionales de la cuesta de Chacabuco, 33° lat. S, es de donde parte perfectamente caracterizado, el valle de la cordillera, cerrado al oeste, por la alta montaña de la Dormida, que es también el punto de partida de la cadena central hacia las regiones australes. La cordillera de la costa es más regular y más fuertemente pronunciada que la del centro, desde las arenas del desierto de Atacama, que levanta para mostrarlas de lejos a los navegantes, hasta el Cabo de Hornos, no obstante los esfuerzos del mar para destruirla, como se ve en los trozos del continente que constituyen los archipiélagos de Chiloé, de Chonos y de Tierra del Fuego, cuyas eminencias no cesan por este lado de atestiguar su continuidad.

El mismo fenómeno se observa relativamente a los valles.

El descenso gradual y continuo de la línea culminante de los Andes chilenos, desde el pico de Aconcagua hasta el Cabo de Hornos, está en proporción directa del allanamiento de su base; es muy sensible en las provincias de Concepción y Arauco, y más aún en la de Valdivia, donde el valle, tan elevado en Chacabuco, se encuentra casi al nivel del mar. En la provincia de Ancud(***) desaparece en el océano, como acabamos de decir, y no deja a descubierto más que las cumbres de las montañas centrales de que está rodeada al oeste.

Los dos extremos de los Andes chilenos, el del norte, en el Alta Atacama, y el del sur, en la roca del Cabo, parecen estar en el mismo grado de longitud.

La unidad del tronco principal de esta vasta cadena en su transcurso de 660 leguas, ha sido comprobada por viajeros fidedignos, desde el 25° hasta el 39° lat. S, y osaría añadir mi propio testimonio al suyo por haber pasado once veces las cordilleras en las distintas gargantas, comprendidas en esas latitudes, sin encontrar jamás otra cosa que un mismo y único cuerpo macizo y unido a su poderosa base(14).

La configuración de la cadena comienza a ser tan irregular y confusa al sur del 39° lat. S que no se sabría, con los pocos datos que se tiene, cómo atribuirle la inalterable unidad que muestra al sur.

El profesor Domeyko, en sus importantes estudios geológicos sobre las montañas de Chile, aunque todavía no hubiese dirigido sus profundas investigaciones hacia el sur, dice hablando de las irregularidades y de las transformaciones de la cadena, que un estudio reflexivo hace prever, al sur de 33° lat. S, por la aparición de nuevas rocas y de nuevas formaciones, un gran cambio en la naturaleza de estas montañas y a un punto de transición que presagia todavía otras variaciones en su continuación hacia el sur. Helms había ya indicado que las huellas de las más grandes revoluciones que la naturaleza haya operado en el mundo, existen por todas partes, en las cordillera de los Andes, y agregaré por mi parte, que particularmente en los derrumbamientos y en las misteriosas gargantas de los Andes patagónicos es donde se encuentra el gran libro de la naturaleza cuyas páginas se vuelven por sí solas para que se pueda leer en ellas los secretos de la creación(15).

El Estrecho de Magallanes es la única interrupción que experimenta en sus alturas esta formidable cadena, después de un transcurso de 3.700 leguas de 25 al grado. Llegando allí es donde se rompe por primera vez, se desploma, se sumerge en el océano, y no reaparece en medio de los escombros de la Tierra del Fuego, sino para sepultarse para siempre en los abismos del mar del cabo. La isla de Diego Ramírez podría ser llamada su último adiós, porque sin duda alguna es su última fracción.

La medida de las alturas de los puntos culminantes de los Andes chilenos, en sus diferentes latitudes, no puede presentarse como infalible, a pesar de los esfuerzos que se han hecho para precisarla. Algunos dan al pico de Aconcagua una elevación de 7.076 metros(****); el geógrafo Pissis no le concede más que 6.797. La punta del Tupungato, que según este último llega a 6.710 metros, no se eleva, según Miers, sino a la altura de las líneas de las nieves perpetuas, es decir 15.000 pies, mientras que el doctor Gillis pretende, que el pasaje del Portillo, el cual está infinitamente más abajo, tiene una elevación de 14.365 pies. La garganta del camino de Uspallata tendría, según Gillis, 12.530 pies y según Miers 11.930. No estando llamado a juzgar de la exactitud de estos cálculos, me limito a indicarlos, y dejo a la ciencia el cuidado de hacer rectificaciones en ellos(16).

Ved el mapa de las alturas, en el cual he procurado reunir el resultado de los cálculos más generalmente adoptado.

La región culminante de los Andes del continente americano se encuentra pues en Chile, por los 32°50' lat. S en el pico de Aconcagua, cuya gigantesca cima se muestra al mismo tiempo al habitante de las pampas y a los navegantes del mar Pacífico, a más de 200 millas de distancia. Esas montañas, sin embargo, por elevadas que sean, no extienden al occidente ramificación alguna que pueda merecer ese nombre. Las desigualdades que se notan son más bien el allanamiento de su base escalonada y cavada por los torrentes, que verdaderas cadenas secundarias. Esas masas, que guardan entre sí un cierto paralelismo, forman con sus ángulos entrantes otros tantos valles de una admirable fertilidad y se elevan gradualmente hasta el límite de las nieves perpetuas. Los ángulos salientes (que, internándose en los terrenos de aluvión determinan siempre la confluencia de los ríos cuyas orillas circundan) se muestran de nuevo en la cadena central, donde se agrupan, se prolongan y ramifican y no desaparecen en los Valles de la Corta sino para formar, volviéndose a alzar todavía, la tercera cadena que constituye el baluarte marítimo.

La elevada cadena de los Andes es la fuente de todos los ríos de Chile y de nuestras riquezas en los tres reinos de la naturaleza; determina la admirable variedad de nuestros climas y sirve al país, al noreste de barrera internacional insuperable.

He aquí la altura de algunos puntos principales de su base.

PROVINCIAS
NOMBRES
LATITUD
ALTURA m.
AUTORIDADES(17)
Atacama
El Pau, gruta que sirve de alojamiento a los viajeros
--
3.697 Domeyko
Portezuelo de Manflas, abundante en conchas fósiles marinas
--
1.995 Domeyko
Fuerte de Manflas
--
1.432 Domeyko
Las juntas
--
1.202 Domeyko
Cordillera de Doña Ana, conchas fósiles
--
4.094 Domeyko
Coquimbo
La Laguna
--
3.187 Domeyko
Chapilca
--
1.001 Domeyko
Rivadavia
--
873 Domeyko
Aconcagua
Cuesta de Chacabuco
--
759 Poeppig
Cuesta de Chacabuco
--
822 Mier
Cerro de la Viscacha
--
2.031 Pissis
Cerro de Garfias
--
1.962 Pissis
Cerro Azul
--
3.391 Pissis
Cerro de los Maitenes
--
3.257 Pissis
Santiago
Cerro San Pedro Nolasco
--
3.339 Pissis
Cerro Peñalolén
--
3.245 Pissis
Cerro Chada
--
1.283 Pissis
Cerro Colina
--
1.018 Pissis
San José
--
1.000 Pissis
Colchagua
Rincón de los Mineros
--
2.695 Domeyko
Casas Pintadas
--
1.752 Domeyko
Cuesta de las Cruces
--
2.569 Domeyko
Talca
Vegas de San Juan
--
1.541 Domeyko
Plan de Chacay
--
1.136 Domeyko
Concepción
Fuerte de Vallenar
--
825 Domeyko
Punta de Pichi Juan
41°8'
1.080 Philippi
División de las aguas sobre la pendiente boreal del volcán de Osorno
--
803
Philippi
Pie de Huelonco
--
609
Philippi
Llanquihue
Confluencia del Manso y del Huelonco
--
374
Philippi
Esmeralda (lago)
--
159 Philippi
Osorno volcán
41°8'
2.302 Fitz-Roy
Calbuco
--
2.163 Fitz-Roy

Las únicas ramificaciones de alguna consideración que conozco en la cadena que recorremos, se encuentran en el territorio de la colonia de Llanquihue por los 41°8' lat. S. Estas son las ramificaciones de Osorno y Calbuco que encierran entre sí el lago Esmeralda. La primera se prolonga al oeste en una línea casi vertical al eje de la cadena central, se detiene de súbito sobre la costa oriental del lago de Llanquihue, donde llega en el pico del volcán de Osorno a la altura de 2.300 metros y va disminuyendo hacia el NNO hasta que se confunde con las llanuras del lago de Llanquihue. La segunda, que forma la costa meridional del lago Esmeralda, después de dirigirse al oeste con una ligera inclinación al sur, se detiene en el volcán de Calbuco, llega en su cima a la altura de 2.250 metros y tomando en línea recta hacia el sur, se termina bruscamente en el canal Astillero de Reloncaví, después de haber recorrido 9 leguas en esta última dirección.

El cambio de formas que se hace notar en la cadena desde el lago Villarrica, por los 36°40' de latitud austral, hacia el sur, se manifiesta aquí de más en más sensible. Las alturas son menos notables, los lagos han reemplazado las llanuras de pendiente menguante en sus ángulos entrantes: la línea culminante pierde su uniformidad y la altura del valle central tiende a nivelarse con el océano. Más al sur, desde los 40°50' lat. S, el mar ocupa el lugar de los valles. Canales profundos y estrechos penetran en la cordillera, que encajona sus aguas en imponentes masas de rocas cortadas a pico. El canal Astillero de Reloncaví, en el que espantosas ráfagas de vientos periódicos barren todo lo que se encuentra sobre sus aguas, marca 80 brazas de profundidad a 10 millas de su embocadura, y todos los puntos culminantes hasta Magallanes están apartados al este y al oeste del eje atribuido hasta ahora a la cadena.

Los fenómenos que se observan al sur del canal de Chacao, por el cual parece que el océano ha entrado para invadir todos los valles meridionales de la parte occidental de la República, y para disputar aun a los Andes su dominio minándoles sus bases, son dignos de llamar la atención del filósofo naturalista, que desea estudiar los cambios que experimenta la superficie del globo, ya sea por el efecto de violentos cataclismos, ya por la acción lenta de la disminución de las alturas de formación antigua, las cuales, arrastradas por los aluviones y los ríos, estrechan el espacio de las aguas, o ya por las invasiones del océano, en el interior de las tierras por efecto de su hundimiento occidental.

Echando una mirada sobre los archipiélagos de Ancud, de Guaitecas, de Chonos y de las tierras magallánicas, se nota que las islas situadas más al oeste siguen la misma dirección que la costa septentrional. Si se examina después la forma y el curso de los valles longitudinales, que atraviesan el país de norte a sur, se ve que en los archipiélagos las aguas ocupan precisamente el lugar de los valles en su prolongación hasta el estrecho, y que las islas marcan las cumbres de la cadena intermediaria. O el continente se ha hundido súbitamente en estos lugares, o, lo que es más probable, lo estaba antes, y tiende al presente a recobrar su unidad, a consecuencia de las modificaciones que experimenta el fondo de las aguas en el trascurso de los siglos.

Se atribuye generalmente a los terremotos los fenómenos del levantamiento del suelo chileno con relación al antiguo nivel del mar, aunque las fuerzas que originan estos espantosos sacudimientos de la corteza del globo no sean sino una de las causas que contribuyen a operar los cambios que se observan en ella. Conocido es el efecto opuesto del calor interno cuando obra sobre una capa de arenisca o sobre una de arcilla y el de tantas otras causas que concurren al mismo resultado. Sin embargo he aquí las observaciones que se han recogido sobre diversos puntos de la costa de Chile en la época de algunos terremotos.

Según Mayen y Darwin, el terremoto de 1822 produjo en toda la costa central de la República un levantamiento de 4 pies encima del antiguo nivel del mar. Según Fitz-Roy, el de 1835 levantó de 2 a 3 pies la tierra firme de Talcahuano, de 6 la de Tubal, de 2 de la de la isla de la Mocha, de 8 la de Santa María en su extremo meridional, y de 10 en su extremo septentrional. El capitán Coste habiendo anclado cerca de la isla de Lemus, en el archipiélago de Chonos, reconoció en el mismo lugar donde había echado el ancla dos años antes, que el fondo del mar se había levantado de más de 8 pies; atribuye este cambio a la conmoción de 1837. Sea cual fuere la causa a que se atribuye este levantamiento casi general, el hecho es que existe(18).

Los informes de los habitantes de las islas que se ocupan en el corte de maderas de construcción en las cordilleras enfrente de Chonchi, por los 42°30' lat. S induce a creer que los Andes pierden en muchos lugares la continuidad de sus alturas en estas localidades, y que se podría pasarlas por valles profundos sin tener necesidad de hacer la menor ascensión hasta los llanos de las pampas. El gobierno de la República determinó, pues, a enviar en 1849, bajo las órdenes de Muñoz Gamero, oficial de la marina chilena, una expedición para explorar el pasaje andino que conduce de Chiloé a la antigua misión de Nahuelhuapi situada en la pendiente oriental de las cordilleras. El resultado, aunque interesante respecto a la luz que arroja sobre los lugares tan poco conocidos del sur de Valdivia, no consiguió el objeto principal que se tenía en vista, cual fue el de encontrar el pasaje cuya existencia se suponía al este del lago Esmeralda o de Todos los Santos(19). El éxito de muchas otras expediciones tentadas por particulares a pesar de inauditas dificultades, hacía ya colocar este camino en el número de las fábulas tradicionales, cuando, honrado por mi gobierno con el mando civil y militar del territorio de Llanquihue, tuve la dicha de encontrar al anciano Olavarría que, en su juventud, había acompañado a los sacerdotes españoles cuando la fundación de la misión de Nahuelhuapi en 1795. Aprovechando este feliz hallazgo hice partir una nueva expedición, bajo las órdenes de M. Geisse. El resultado correspondió a mis esperanzas; la cordillera fue atravesada a una altura de 5 a 800 metros, y se encontró el lago. No es posible calcular por ahora toda la importancia que esa vía continental tan fácil en estas latitudes, y cuya existencia ha sido comprobada por la expedición de 1856(*****), tendrá para los intereses del comercio y de la civilización.

La cadena central o Cordillera del Medio ocupa como ya lo hemos indicado, el centro del país entre la cadena de los Andes y la de la costa.

La grande elevación de los Andes y el poco ancho del país hacen tomar naturalmente al suelo la forma de un plano inclinado hacia el occidente. Esta pendiente precipita la marcha de los ríos; éstos se lanzan en líneas casi perpendiculares a la cadena que les da origen, y se abren, sin dar rodeos, un pasaje al través de la Cordillera del Medio y la de la Costa. Por esta disposición de las aguas, las dos últimas se encuentran divididas en tantas secciones cuántos ríos hay.

Las cordilleras del Medio y las de la costa, dependencias inmediatas del sistema andino en sus propias latitudes, no son más que una sucesión de grupos más o menos ramificados que siguen en general, en sus posiciones geográficas, la misma dirección NS que sigue la gran cadena. Veremos luego cual ha sido su influencia en el nivelamiento de los llanos y en la modificación del curso precipitado de los ríos de la cordillera.

Entre el río de Copiapó y el del Huasco la cadena se halla casi confundida con los Andes. Entre las del Huasco y Coquimbo reina aún más confusión, y el valle de la costa se encuentra allí extremadamente reducido. Los dos grandes valles, partiendo de este punto, comienzan a ser muy determinados, aunque interrumpidos por las ramificaciones salientes de los Andes, hasta la latitud de la provincia de Santiago, donde ellas toman formas más regulares hasta el sur.

La cadena de la costa comienza en Mejillones y se extiende a lo largo del mar Pacífico, entreabriéndose para dar paso a los ríos, hasta el canal de Chacao, donde desaparece bajo las aguas para reaparecer todavía en la grande isla de Chiloé y en las demás islas, cuya posición exterior indica su presencia hasta las tierras magallánicas.

El mapa de las alturas muestra las elevaciones calculadas hasta el presente sobre esta última línea de montañas.

He aquí, en general, las partes más salientes del suelo chileno en su región occidental; bajemos ahora al fondo de sus valles, para echar sobre él una rápida ojeada.

Los dos valles longitudinales que se presentan por de pronto a nuestra vista, son el de la Cordillera y el de la Costa; y como debemos considerar la parte occidental de Chile como la continuación de la base de los Andes hasta el mar Pacífico, se sigue de esto que la elevación respectiva de cada uno de estos valles, encima del nivel del mar, se encuentran en razón directa de su proximidad al eje de la cadena. Por el allanamiento de su fondo primitivo, terraplenado por los aluviones en el trascurso de los siglos, se han formado dos vastos escalones que caracterizan el aspecto general de la pendiente de los Andes hacia el océano. El geógrafo Pissis, al hablar de su formación dice así: "La situación de estos valles rodeados de montañas, las materias de que están compuestos, y en las cuales se reconocen los restos de las rocas que los rodean, así como su disposición por capas horizontales, hacen creer que no eran antes más que lagos en cuyo fondo se han depositado esas materias"(20). En efecto, mientras más se examina esos valles comprendidos entre las dos primeras cadenas, más inclinado se encuentra uno a adoptar esta opinión. La posición de la cordillera del centro y sus prolongaciones al oriente, que parecen interrumpir la continuidad de los valles aproximándose a los ángulos salientes de la base de los Andes, dan a cada uno de ellos el carácter de un valle sin salida. No tenemos hasta aquí indicio alguno que nos permita calcular el espesor de las capas aluviales de los valles; porque las excavaciones hechas en Santiago no llegan más que a la profundidad de 64 metros. El lecho de los ríos, mucho más abajo que el nivel de los llanos, descansa sobre las mismas capas aluviales, las que parece han rellenado por largo tiempo la base de las montañas que dan paso a los ríos.

El lago de Tahuatahua(******) ha sido desecado por la mano del hombre, los demás lagos que se han transformado en valles parecen haberlo sido por la naturaleza.

La configuración de los valles desde la provincia de Aconcagua hacia el sur es bastante regular hasta los 39° las. S, donde la cadena del centro, inclinándose al oeste, va a confundirse con la de la costa y da a las llanuras de Valdivia el ancho notable que conservan hasta el canal de Chacao y el golfo de Reloncaví.

Cada uno de los dos valles longitudinales se encuentra, lo mismo que las montañas occidentales que determinan su forma prolongada, separado en secciones transversales por los ríos y las bajas praderas conocidas bajo el nombre de vegas que circundan el curso de éstos hasta el océano. La elevación respectiva de su suelo es muy variable. Desde Mejillones hasta los 33° lat. S se puede decir que no se ha caracterizado bien sino el valle de la Costa por donde pasa el camino principal que recorre el país de norte a sur y a cuyos bordes están situadas las ciudades capitales de estas comarcas montañosas. Este valle en Copiapó, según Domeyko, está situado a 396 metros encima del nivel del mar, hacia el cual se inclina en una pendiente insensible a lo largo del río del mismo nombre. En la ciudad de Vallenar, a la orilla del Huasco, no llega más que a 360 metros, y en Quillota a 115, según Campbell(21) . En la capital se encuentra, según Pissis, a 559 metros sobre el nivel del mar, lo que le daría una elevación de 319 metros sobre el llano de la Costa, en Casablanca, según el profesor Domeyko, que asigna a esta ciudad una altura de 240 metros. El cuadro siguiente indica aproximativamente el descenso gradual de esta elevación a medida que las llanuras se avanzan hacia la parte central, aunque las alturas no hayan sido calculadas sobre el mismo meridiano.

Una progresión descendente casi igual se manifiesta en las llanuras de la costa a medida que se aproximan al sur. Los valles del río de Valdivia están casi siempre inundados, y el efecto de las mareas se hace sentir en este río y aun sobre su afluente el Cruces, cerca de la ciudad de San José por los 39°29' lat. S.

NOMBRES DE LOS PUNTOS OBSERVADOS
LATITUD
ALTURA m.
AUTORIDADES
Santiago 33° y 34°27' 559 Pissis
Santiago   508 Campbell
Santiago   534 Domeyko
San Bernardo   553 Pissis
Rancagua   527 Pissis
San Fernando 34°27' y 37" 30' 335 Domeyko
Talca, mitad del valle   183 Domeyko
Chillán   164 Domeyko
Angeles   152 Gay
Quilacahuín 37°30' y 44°30' 155 Gay
Unión   124 Gay
Nivel de las aguas del Río Bueno o Trumag(*******)   (?)
Nivel de las aguas del Maullín cerca de la segunda cascada   (?)
Primera cascada del Maullín   10 (?)

El dominio de los valles del norte viene a ser en gran parte al sur el de las aguas. Ocho grandes lagos, de los que dos no tienen menos de 100 millas de circunferencia, colocados uno en pos de otro a lo largo de la cordillera, desde Villarrica hasta el golfo de Reloncaví, ocupan el lugar que les ha cabido en parte a causa de la configuración del terreno. El golfo de Reloncaví parece estar destinado por su situación geográfica a completar, en el trascurso de los siglos el noveno lago de esta parte del continente, porque sus bordes e islas han dado en muchas ocasiones pruebas incontestables del levantamiento del suelo chileno sobre el nivel del Pacífico. El Imperial era navegable en tiempo de la conquista. Osorno, ciudad mediterránea, no pudo llegar al grado de importancia que adquirió en el solo espacio de 40 años, antes de su destrucción en 1603, sin que Río Bueno fuese accesible a toda clase de embarcaciones. El puerto de Valdivia ha disminuido considerablemente en profundidad; y la isla de Mancera será luego unida al continente por el enorme banco de arena que el río ha depositado entre ella y la ciudad de Corral. Según mi humilde opinión, el archipiélago de Ancud está destinado a ser unido algún día al continente, a menos que algún accidente contrario a la marcha actual de la naturaleza en estas regiones no se oponga a ello. A medida que el valle central, en su casi total inmersión, avanza hacia el sur del golfo de Reloncaví, sus accidentes aumentan, y forman un verdadero laberinto de islas por la multiplicidad de sus alturas. A veces la costa se halla comprimida tan de cerca por el océano que no deja al oriente más que una muralla escarpada e inaccesible a la ola que viene a estrellarse allí con estruendo; otras, se aleja extendiendo hacia el mar hermosos valles de suave pendiente que van a perderse en las arenas de la embocadura de los ríos. Aquí es donde están generalmente los mejores puertos.

Tales son las fases principales que ofrecen al observador las desigualdades del suelo chileno en toda su región occidental. El mapa de las alturas, aunque muy incompleto, da ya una idea de los más sobresalientes relieves. Ha sido dispuesto de tal modo que cada accidente de terreno digno de notarse, se encuentra en su posición geográfica. He tratado también de marcar allí la línea de las nieves perpetuas y la de los inviernos, uniendo entre sí los puntos observados desde Atacama hasta el Cabo de Hornos. Se verán además las depresiones más notables de la línea culminante de los Andes, que son otros tantos pasajes y puntos de comunicación entre las provincias argentinas y Chile, la elevación de las ciudades más importantes sobre el nivel del océano, la de algunas minas, de las solfataras, de las aguas termales y de los manantiales y ríos observados hasta el presente.

 

__________

Notas
Se advierte al lector que los llamados mediante asterisco (*) corresponden a notas del autor aparecidas en la primera edición en castellano, o bien a notas del traductor o de este editor, en cuyo caso se cierran con la indicación "(N. del T.)" o "(N. del E.)", respectivamente. Los llamados mediante cifras arábigas correlativas (p. ej.: 35) corresponden a notas del profesor Rolando Mellafe (N. del E.).

 7

Se refiere a la fundación de Punta Arenas el año 1849, que durante mucho tiempo fue también llamada la Colonia de Magallanes.
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 8

Desafortunadamente, la ubicación dada por el sabio francés a Santiago también es errónea, según lo confiesa el mismo Gay en una carta que escribe a Manuel Montt, fechada el 15 de septiembre de 1856. En ella dice: "Por desgracia, para mi carta de la provincia de Santiago me fié en las observaciones de ocultación de un satélite de Júpiter por los sabios Bauzá y Malespina, observaciones que había podido procurarme en España, y por un error que no era posible presumir en esos hábiles astrónomos, mi longitud de Santiago se encuentra unos minutos más al oeste, error que se ha extendido a diversos puntos de los alrededores...". Reproducida por J.T. Medina, Ensayo acerca de una mapoteca chilena, ya citado, pág. CXVIII.
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 *

 *He aquí el resultado de estas observaciones con relación al meridiano de Greenwich.

Santiago 4 horas 42 m. 32,4
Valparaíso 4 horas 46 m. 28,9
Callao 5 horas 8 m. 37,3
Lima 5 horas 8 m. 8,6
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 9

En el año en que escribía V. Pérez ya había pasado, en Europa, la fiebre de los canales artificiales de transporte, al ser rápidamente desplazada en el decenio de 1830 por la del ferrocarril. Pero estaba aún en auge la idea de los grandes canales interiores o interoceánicos. En América y en Europa resonaban aún los éxitos del canal Erie, estrenado en 1825. En 1854, con el apoyo de Napoleón 111 y de capital francés, se comenzaban los trabajos del Canal de Suez, siguiendo el proyecto de Ferdinand de Lesseps. En relación al canal del Istmo o de Panamá, como se le llamó posteriormente -que tan imposible de realizar le parece a nuestro autor- los proyectos para su construcción comenzaron a surgir desde la segunda mitad del siglo XVI y perduraron hasta el XVIII. En 1840 hubo uno francés, muy comentado en Europa y apoyado por el príncipe Luis Napoleón Bonaparte, futuro Napoleón III, que suscitó gran actividad económica y diplomática y a la vez propuestas norteamericanas alternativas, que combinaban canales con vías férreas.
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 10

Un completo y ameno relato histórico de los esfuerzos del Gobierno chileno por el conocimiento y ocupación del Estrecho puede encontrarse en: Armando Braun Menéndez, Fuerte Bulnes, Buenos Aires, 1943.
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 *11

Byron (comodoro). Viaje alrededor del mundo, Cap. IV.

El autor usó, con seguridad, la más conocida traducción del viaje de Byron, Viaje alrededor del mundo. Traducido del inglés e ilustrado con notas por D. Carimiro Ortega. Madrid, 1769.
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 **

Este nombre significa en inglés, hambre. (N. del T.).
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 12

Antonio Pigafetta, cartógrafo y cronista que acompañó a Hernando de Magallanes, escribió, Primo viaggio intorno al globo terracqueo. Milano, 1800.
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 13

Puerto del Hambre fue el nombre que puso el corsario inglés Tomás Cavendish a la pequeña ciudad Rey don Felipe, que por mandato de Felipe II había fundado Sarmiento de Gamboa en el Estrecho el 25 de marzo de 1584. E1 nombre provino de encontrar Cavendish, a fines de 1586, a todos sus habitantes enfermos y muertos de hambre.
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 ***

El autor ha denominado a la provincia con el nombre de su capital. Ancud es la capital de la provincia de Chiloé. (N. del T.).
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 14

El autor no exagera al decir que había atravesado 11 veces la cordillera por diversas gargantas. Recordemos para comprender sus motivos, sus andanzas como contrabandista, las incursiones que seguramente realizó siendo minero en Copiapó, mientras trabajó una hacienda en Colchagua y durante su labor como agente de colonización en el sur. Todas estas actividades se encuentran narradas por él mismo en, Recuerdos del Pasado. Edición de la Biblioteca de Escritores de Chile. Santiago, 1910. Caps. VII, XII y XXIV.
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 15

Aunque es probable que Pérez Rosales recibiera datos personales o leyera apuntes de Ignacio Domeyko, en este párrafo se refiere a tres informes que el minerólogo polaco escribió entre los años 1844 y 1845 y que se publicaron en los Anales de Mines, de París, Tomo XIV, págs., 163-186. El más importante bajo el título de Memoire sur la composition geologique du Chili a la lattitude de Concepción despuis la baié de Talcahuano jusqué au sommet de la Cordillere de Pichanchen, comprenant la description du volcan d'Antuco. Este trabajo y otros referentes a los volcanes de Osorno y Antuco, fueron publicados en el volumen V de sus Obrar Completas, "Geología". Edición Oficial. Imprenta Cervantes. Santiago, 1897-1903.5 Vols.

Respecto a las observaciones de Helmes, se refiere a Antoine Zacharie Helmes. Voyage dans l'Amerique Meridionale, commencant par Buenos Aires et Potosi jusqu’a Lima. Traduit de L'Aanglais par M.B.B.D.V. Paris, 1812. Publicación que tuvo, después de la Independencia, amplia circulación en Hispanoamérica.
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 **** Fitz-Roy
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 16

Obras de Fitz-Roy y de Pissis, mencionadas en notas anteriores. En cuanto a las referencias a Gillis y a Miers, se trata de: Y.M. Gillis, The U.S. naval artronomical expedition to the South Hemisphere. 2 Vols. Washington, 1855. (El Vol. I. Se refiere a Chile). John Miers, Travels in Chile and La Plata. 2 Vols., London, 1826.
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 17

Las obras que emplea el autor para confeccionar el presente cuadro son las minas citadas en las notas precedentes, a las cuales agrega dos editadas en Leipzig por el naturalista bohemio Eduardo Poeppig: Fragmentum Synopteos phaneroga moirum ab auctore annis MDCCCXXVI ad MDCCCXIX in Chile lestarum. Lipsiae, 1833; y Reise in Chile, Peru und auf den Amazonestrome. Leipzig, 1835.2 Vols. Un Atlas. Esta última obra fue traducida y publicada en español y en ella se incluyen algunas de las láminas del Atlas, Un testigo en la alborada de Chile (1826-1829). Versión castellana, notas e ilustraciones de Carlos Keller R. Santiago, 1960.
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 18

Es posible que el autor ocupase el Viaje de un naturalista alrededor del Mundo de Carlos Darwin en su primera edición, cuyo título fue, Narrative of the Surveying Voyages of His Majesty's Ships Adventure and Beagle, between the years 1826 and 1836, describing their examination of the Sothern Shoret of South America, and the Beagles Circunnavigation of the Globe. Journal and Remarks, 1832-1836. Vol. III. También algunos de los trabajos científicos que éste publicó después de su obra general. En el párrafo que anotamos posiblemente utilizó, Geological observations on South America. London, 1846. Respecto a Mayen hay, seguramente, un error de imprenta: Pérez Rosales debe referirse a F.J.F. Meyen, "Reise un die Erbe ausgfuhrt auf dem K. Pr. Sechandlugs - Schitt Prinzess Louisse, in den jahrsen, 1830". 32 Historischer Berickt. Berlín, 1834-1835, 2 Vols.
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 19

El interesante informe de la expedición de Benjamín Muñoz Gamero permaneció largos años en los archivos de la Secretaría Ministerial de Marina, hasta que fue impreso por Nicolás Anrique, Diario a los Lagos de Llanquihue, Todos Santos y Nahuelguapi en 1849. Publicado con una introducción biográfica por Nicolás Anrique R. Valparaíso, 1893.
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 ***** Hecha por orden del Gobierno bajo la dirección del Dr. Fonck y de M.T. Hess.
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 ******

Aquí, como cuando el autor ha citado a Llanquihue, no hemos querido emplear la denominación de laguna con que a ambos lugares se designa vulgarmente en el país, porque en el original francés dice lac, lago, y esta palabra, tanto en español como en francés, significa depósitos naturales de agua de un espacio mucho más grande que el que ocupan las lagunas. A mi ver, la palabra lago es más propia que esta última en los dos casos citados. (N. del T. ).
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 20 Amado Pissis. Descripción geológica de la República de Chile. Ya citado.
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 ******* Las marcas ascendentes sobrepasan a Trumag.
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 21

No confundir al autor que cita Vicente Pérez Rosales con el viajero Archibal Campbell, A voyage around the World from 1806 to 1912. Edinburgh, 1816. En realidad se refiere a un mapa, Provincia de Coquimbo mostrando la línea del ferrocarril de Tongoy a Tamaya y Ovalle, según el reconocimiento hecho en el mes de mayo 1853 por Allan Campbell, ingeniero. (Grabado por N. Desmadryl).
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