La premura del tiempo, y el vivo deseo de elevar a las superiores manos de nuestro amable gobierno esta representación, han impedido que la subscripción fuese copiosísima con gran sentimiento de los patriotas; pero el gobierno y la patria los conocen; les son muy gratos y amados sus nombres; son su confianza; y sobre sus nobles sentimientos y fuertes virtudes han de cimentar la libertad, ídolo de las almas generosas y espanto de las serviles, degradadas, tenebrosas, y adictas a intereses miserables. En efecto, la historia de los siglos y de las revoluciones prueba que el amor de la libertad es inseparable de los corazones nobles, de los pensamientos elevados de los hombres de luces, y de los talentos distinguidos; pero el amor a la servidumbre solo puede habitar en espíritus muy viles, muy ignorantes, y muy interesados. Preferir unos intereses pequeños, y quiméricos las más veces, al bien general, a la dicha de millones de individuos, ¿dónde puede caber sino en corazones corrompidos, perversos, oprobio de la naturaleza humana? Desear la devastación, la ruina y la humillación eterna de un país donde reciben tantos favores, y que los acoge con bondad; mostrar vivas ansias por ver correr la sangre de sus conciudadanos, que no les hacen mal alguno, y con quienes tienen íntimas relaciones; descubrir un odio implacable y sanguinario contra un gobierno que tolera su furor; declararse algunos enemigos mortales de la América en que nacieron, de esta dulce patria en que vieron la luz, ¿qué manifiesta todo esto, sino las disposiciones más abominables? Oponerse tanto a la difusión de las luces, perseverar en ideas tan serviles, en preocupaciones tan plebeyas, ¿qué descubre, sino talentos de ínfima clase, y que en sus cabezas se ha anidado la ignorancia de los siglos bárbaros, y que desaparece de ambos mundos por los progresos rápidos de la ilustración universal?