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Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Recuerdos de Treinta Años (1810-1840)
XV. Don Luis Carrera. Lance en el Teatro de Buenos Aires en 1815

En 1815 se encontraba en Buenos Aires don Luis Carrera. Asistió una noche al único teatro que había entonces, inmediato a la iglesia de la Merced y que ha desaparecido. Se representaba El Chismoso, comedia de costumbres, cuyo protagonista desempeñaba el célebre actor Ambrosio Morante.

Don Luis ocupaba una luneta bajo un palco en que estaba una familia con varios niños de corta edad. Como era natural, y por el poco cuidado de sus padres, no sólo hacían ruido con sus conversaciones, sino también con sus continuos movimientos, subiendo y bajando a la barandilla del palco.

La situación que ocupaba Carrera y el poco cuidado que se tenía con los niños lo hizo fijarse, previendo lo que no podía menos de suceder. En una disputa por ocupar el lugar más alto, uno de ellos, de edad de tres o cuatro año cayó a la platea.

Apenas lo vio Carrera, y aun antes de que la madre diera un grito, se puso en pie para recibirlo. La poca altura del palco y su talla aventajada facilitaron la operación, pero no sin que al vecino que tenía a su izquierda le pisara un pie con fuerza.

Esa persona desahogó su dolor diciendo: “¡Badulaque!” Mientras, don Luis ponía al niño en manos de su padre, subiéndose para esto sobre su asiento.

En seguida se dio vuelta y preguntó al sujeto aquel:

- ¿Con quién habla usted?
- Con usted, por impolítico.

Carrera dio por única contestación a su interlocutor un gran bofetón a mano abierta que resonó en todo el teatro.

El público, sobre todo el de la platea, se levantó para gritar contra el que aparecía como único agresor, pues las pocas personas que estaban en autos de lo sucedido no podían hacerse oír ni tomaban en esto mucho empeño por temor a la inmensa mayoría, prevenida contra Carrera por imputaciones calumniosas, y aún no desvanecidas del todo, sobre su lealtad en el desafío con el coronel Mackenna; a lo que debe agregarse que el abofeteado era argentino... Este a su vez había hecho uso de su bastón, pero con poco éxito.

La representación fue interrumpida por algunos minutos.

Esto sucedía en el último acto de la comedia. Durante el intermedio y el Sainete —La Muerte del Diablo— ninguno de los dos contendores se movió de su asiento, atrayendo sobre sí todas las miradas del público.

Concluida la función, don Luis esperó para salir que se despejase la platea; pero viendo que nadie se movía y que se manifestaba cierta impaciencia en el público, se dirigió a la única puerta que tenía el teatro; pero antes de salir a la calle, una voz dijo, dirigiéndose al piquete de guardia:

 -¡Ese es, sujétenlo!

Apenas oyó esto Carrera, se dirigió a la pared de la izquierda, que daba frente a la guardia, y metiendo ambas manos a los bolsillos de los pantalones, como en ademán de sacar armas, contestó, mirando a la concurrencia:

- ¿Quién me sujeta?

Todos los curiosos estaban del lado de adentro del teatro, y en el zaguán sólo se veían la guardia y Carrera. La actitud amenazante de éste impuso a todo el mundo, pero no era esto sólo: el padre del niño, después de darle las gracias desde el palco, bajó a la platea, y, acercándose a todos los corrillos, contaba conmovido el suceso; por consiguiente se había efectuado una reacción, en una parte del público, favorable a Carrera.

A su pregunta, y después de un corto silencio, el mayor Ramírez, que más tarde conocimos de coronel de artillería (año 25), contestó:

- Señor Carrera: si usted da su palabra de presentarse mañana a las 12 en la comandancia de armas puede retirarse sin ningún inconveniente.

- ¡Corriente! - contestó Carrera.

Y todo concluyó esa noche.

Al siguiente día concurrió a la cita. Lo esperaban su adversario, el padre del niño y éste mismo, que al ver a Carrera corrió a él presentándole un ramo de flores y pidiéndole, a nombre de su madre, permiso para besarle las manos.

Las primeras palabras de la entrevista fueron agresivas por ambas partes; pero todo se arregló amigablemente por el interés que en ello tomaron aun personas extrañas.

Se exigió a los dos actores que dejaran al menos por un mes de concurrir al teatro. Carrera contestó:

- ¡Anoche me he despedido del teatro para siempre!