ACTAS DEL CABILDO DE SANTIAGO PERIODICOS EN TEXTO COMPLETO COLECCIONES DOCUMENTALES EN TEXTO COMPLETO INDICES DE ARCHIVOS COLECCIONES DOCUMENTALES

Diarios, Memorias y Relatos Testimoniales
Recuerdos de Treinta Años (1810-1840)
XIV. Los Dos Sargentos o la Primera Revolución de los Carrera

Cuando, en 1811, los Carrera y sus amigos, descontentos con la marcha irresoluta de aquel Gobierno, proyectaron una revolución que pusiera los destinos del país en otras manos, una de sus primeras diligencias fue solicitar la cooperación de dos sargentos de artillería, que debían facilitarles un movimiento que los hiciera dueños de ese cuerpo y de los recursos de armas y municiones depositadas en el cuartel.

Un sargento en aquellos tiempos gozaba de mucha más consideración que en el día. Podríamos comparar su representación, por lo menos, a la de un oficial subalterno de nuestra época.

Los sargentos mencionados a quienes se dirigieron los Carrera fueron don Antonio Millán y don Ramón Picarte, los más notables de ese cuerpo.

Millán se negó rotundamente con estas palabras: “Si el asalto tiene lugar estando yo de guardia, me haré matar en mi puesto pero, si me niego a la solicitud de ustedes, pueden, sin embargo, contar con mi silencio. Yo no soy delator”.

Picarte no puso más inconvenientes que los que le dictaba su conocida prudencia, pero fueron allanados, y se comprometió con los revolucionarios, fijándose el día.

El cuartel de artillería estaba entonces más al Oriente del lugar que ocupa el de la escolta del Presidente de la República. Los Carrera vivían o disponían de la casa, ahora nueva, en la calle de las Agustinas, esquina opuesta a la del general Blanco, a espaldas del cuartel, y que ahora lleva el número 46.

Tenía esa casa, como la actual, una puerta de servicio a la calle de Morandé, a poco más de media cuadra del mencionado cuartel, y que ahora tiene el número 49 [1].

Los revolucionarios debían reunirse en esta casa y salir por aquella puerta sin que pudieran ser vistos por la guardia del cuartel hasta el momento de caer sobre ella. Se fijó el día 4 de septiembre, entre una y dos de la tarde. A las doce se encontraban ya juntos los asaltantes, que no llegaban a cuarenta, y que se habían reunido poco a poco, entrando por la calle de las Agustinas y de Morandé, de uno en uno.

Poco después pasaba Millán por la calle del Poniente de la plazuela de la Moneda, es decir, por la de Teatinos, en dirección del reñidero de gallos, situado entonces en la esquina nordeste de la que es ahora Plaza de Abastos. Tenía para ese mismo día una pelea armada, y llevaba su gallo él mismo, lo que no era raro entonces.

Al pasar por allí vio a don José Miguel Carrera, que, vestido con su gran uniforme de húsar, se paseaba a lo largo de la plazuela con otra persona más, pero seguido a distancia por algunos curiosos, gente toda del pueblo, siendo este barrio poco frecuentado entonces.

Era en ese día oficial de guardia del cuartel el capitán Baraínca, dueño o administrador de la chacra de este nombre, ahora seminario. En ese momento estaba en la cochera inmediata al cuartel, que servía de habitación a los oficiales de guardia.

Los revolucionarios, cosa combinada, mandaron tres individuos a solicitar de Baraínca una orden para que el mayordomo de la chacra recibiera algunos caballos a talaje [2]. Apenas Baraínca se puso a escribir la orden, uno de los comisionados, que se había quedado en la puerta de la cochera, hizo una seña a otro, que, situado en la esquina, la repitió a un tercero que la aguardaba en la puerta del patio donde estaban los amotinados, entre los que había varios oficiales y soldados del ejército.

Salieron inmediatamente: al llegar a la puerta del cuartel y habiendo encontrado una resistencia obstinada en el sargento González, fue muerto de un balazo por don Juan José Carrera y el cuartel quedó sin otra resistencia en poder de los asaltantes.

Baraínca no pudo impedirlo, porque los del recibo se lo estorbaron.

Sin más que este movimiento parcial hubo cambio de Gobierno. ¿Y quién se habría atrevido a moverse contra los que se habían tomado la artillería?

Por espacio de cuarenta años los revolucionarios de Santiago no se separaron una línea de esta idea; dígalo el 20 de abril de 1851. Se creía que el que se tomaba la artillería podía echarse a dormir: todo era suyo.

Como es natural, después del triunfo vinieron los ascensos. Al sargento Picarte, que había tenido en él una parte importante, se le dio el grado de alférez. Al sargento Millán, que sólo cooperó con su silencio, se le premió con el ascenso de alférez efectivo.

Esta conducta de Carrera, que encierra una alta lección, no necesitamos explicarla a nuestros lectores. Ella nos trae a la memoria un hecho análogo de Napoleón, que ha sido muy encomiado por los historiadores y que por sabido callamos.

Picarte y Millán estaban llamados a representar un noble papel en nuestra historia militar.

Millán tiene una hermosa página en el sitio de Chillán y en el de Rancagua.

Picarte llevó una vida llena de contratiempos y expuesta a grandes peligros, que siempre arrostró con valor heroico. El motín de la guarnición de  Valdivia, sofocado por él solo, con una prontitud y energía inauditas, sería suficiente para colocarlo entre nuestros más notables militares.

El año de 1830 cayó con el partido liberal a que pertenecía: ocupó su lugar entre los jefes y oficiales que dio de baja el Ministro Portales.

Después de esto, en una transacción iniciada entre el partido liberal y el gobierno, Portales había indicado a Picarte para Intendente de Coquimbo; pero una trama revolucionaria, descubierta en esos días, y en que Picarte apareció complicado, dio en tierra con esa combinación.

Portales, al saber, algo más tarde, que se hallaba gravemente enfermo y sin recursos, hizo llegar hasta él una suma considerable (500 pesos), ocultándole cuidadosamente quién le prestaba este servicio. No fue ésta la única prueba de la predilección con que lo miraba.

Millán se retiró del servicio activo con el grado de teniente coronel. Picarte había llegado a coronel cuando se le dio de baja. Sin la interrupción de su carrera, habría sido muy pronto general. Su carácter serio, su talento y su valor lo llamaban a ocupar los primeros puestos del ejército, a que entonces no se llegaba con tanta facilidad como en el día.

__________

[1]

Hoy de la familia Montes Santa María. Volver.

[2]

Era la chacra de del canónigo don Francisco Baraínca, donde Núñez y compañía pretendieron fundar una población en 1879. Volver.